¿Sirven para algo los tests de RR.HH.?

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La gran mayoría de los equipos y departamentos de Recursos Humanos usan una batería de tests para seleccionar personal. Pero, ¿todos funcionan? Por Matías Castro. 

Una entrevista de trabajo contempla una batería de tests para analizar a los postulantes. A las empresas les interesa la salud mental y física de sus empleados, porque obviamente ninguna empresa quiere en sus filas a alguien que de alguna u otra manera esté incapacitado para realizar la labor por la cual se lo contrata. La empresa busca eficiencia y el empleado, si tiene suerte, busca satisfacción profesional. Además, como suele haber más oferta que demanda de trabajo, es necesario filtrar. Los departamentos de RR.HH evalúan a los postulantes, ¿pero alguien los evalúa a ellos?, ¿realmente funcionan para algo los tests más comunes que se usan en las entrevistas de trabajo?

 

Por ejemplo, una entrevista de trabajo puede comenzar, luego de las formalidades, con un aparentemente sencillo: “Dibuje una persona”. Se trata ni más ni menos que la primera consigna del Dibujo de la Figura Humana, un test creado por Karen Machover en 1949, que se postula como un instrumento para conocer determinados rasgos de la personalidad. Quienes lo utilizan sostienen que mediante esta prueba el sujeto vehiculiza aspectos de su personalidad en relación a su autoconcepto e imagen corporal. El núcleo de este test está en la hipótesis de que ciertas características del dibujo (tamaño, detalles, trazo, posición, etc), permiten conocer rasgos de la personalidad que no son evidentes. Por ejemplo, Machover vinculó el dibujar ojos grandes a la paranoia, la ausencia de rasgos faciales a la depresión, un sombreado profundo a impulsos agresivos, etc. Una técnica para conocer aspectos profundos del postulante, pero sin analizarlo por meses o años.

 

El problema es que el test del Dibujo de la Figura Humana (DFH) es pura fantasía. Todos los investigadores que han intentado replicar y medir los resultados del test (como por ejemplo Kahill, Lilienfeld o Stricker) no pudieron obtener resultados significativos. Por un lado, las características y los dibujos no tenían nada que ver (sólo se correspondían en 2 de 30 casos) o algunas veces los resultados eran totalmente distintos si los aplicaba un estudiante, un clínico experimentado o una secretaria. Es inadmisible que un clínico experto en el área sea peor para realizar un test que una persona no profesional en el área. También el test es sumamente susceptible a turbulencias externas. En un estudio de Yagoda & Wolfson, encontraron que las mujeres al dibujar la figura del sexo opuesto, dibujaban más frecuentemente una figura con bigotes… cuando el administrador del test era un varón con bigotes. Cuando el administrador se presentaba afeitado, la “bigotidad” de los dibujos caía en picada. En resumen, no hay evidencia que avale el uso de éste test que potencialmente descalifica a cientos de personas calificadas para un puesto.

 

Algunos grupos de trabajadores de Recursos Humanos también aplican técnicas de análisis de la escritura. Más comúnmente conocido como grafología. Hay que diferenciar dos clases: la grafología pericial y la grafología psicológica. La pericial es útil y verdadera. Pero su contratarte psicológica es un esfuerzo inútil por encontrar lo que no está. Propone que es posible conocer la personalidad de alguien analizando los rasgos de su escritura. Pero, no solo ésta afirmaciones no han sido demostradas, sino que incluso los estudios más recientes han expuesto su falibilidad:  es susceptible al pensamiento alegórico, forma de falsa causalidad establece, por ejemplo, que un espaciado extenso entre dos letras cualesquiera muestra un carácter “retraído y aislacionista”. De una mujer que escribe su apellido de soltera en letras ligeramente mayores que el de casada se deduce que “está siendo infiel a su marido”. Sus diagnósticos son débiles y carecen absolutamente de estandarización. Muchos de los estudios estadísticos de los grafólogos no son doble ciego, esta crítica está relacionada con la crítica que incluye el Efecto Barnum (creer que cosas generales se aplican sólo a nosotros, principio que rige la astrología) en ella. Los estudios que sí son doble ciego demuestran la ineficacia de la grafología.

 

Por último, un caso histórico. El test de Myer-Biggs. Desarrollado durante el período de guerras mundiales por Katharine Briggs y su hija Isabel Myer. Basado en las teorías, bastante descabelladas, del psicológo psicoanalistas Carl Jung. El test de Myer-Biggs, bastante famoso en el exterior, es absurdamente simple. Y con simple me refiero a reduccionista. Por ejemplo, el test arroja resultados sobre la personalidad que pueden ir de “extrovertido” a “introvertido” pero sin nada en el medio. O ir de “comunista” a “fascista” sin escalas. Claramente el test es una anomalía histórica, mal fundamente una psicología pre científica como la de Jung. El problema del test, incluso en versiones modernas, es que sigue siendo simplificador y sub óptimo en comparación con test más modernos.

 

Quizás, luego de tanto analizar a otros, les vendría bien a los departamentos de Recursos Humanos analizarse a ellos mismos.

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