Si hay un sector de la actividad laboral donde la mujer se siente menos a gusto, ése es el del mundo de las finanzas. En las empresas financieras las mujeres llevan años tratando de cambiar un estilo de trabajo que necesariamente las coloca en desventaja: concertar almuerzos de trabajo que luego significan alargar las horas de la tarde, reunirse luego en el bar donde entre trago y trago la charla se va haciendo cada vez más grosera y bastantes cosas más. En definitiva es un estilo de vida que subliminalmente rechaza la presencia femenina. Es la cultura que impera desde siempre y que de algún modo tienen que desaprender.
¿Cómo se logra eso? Ernst & Young, una de las más grandes firmas de servicios profesionales del mundo, decidió sumarse a una iniciativa llamada reverse mentoring y darle un nuevo enfoque. Reverse mentoring, o capacitación al revés, es un método que existe desde hace bastantes años mediante el cual los altos ejecutivos, generalmente de edades bastante avanzadas, son capacitados por empleados jóvenes en temas relacionados con tecnología, redes sociales y todo lo nuevo que surge en estos campos y que son de gran relevancia para las empresas. Antes los ejecutivos le dictaban las cartas a sus secretarias. Ni siquiera necesitaban saber escribir a máquina. Hoy el mundo se dio vuelta. No solamente deben escribir en la computadora, sino que deben conocer y saber manejar muchísimas otras cosas, les guste o no. Y las personas ideales para enseñarles todo eso son los jóvenes.
Ernst & Young le da una vuelta de tuerca a este método y lo aplica al tema de género. En su versión, empleadas, mujeres, jóvenes y de categorías iniciales en el entramado de una organización, son las encargadas de capacitar a sus jefes masculinos en la conducta que se espera de ellos en el siglo 21.
Comenzaron por hacerlo ellos mismos. Adrian Edwards, uno de los socios gerentes de E&Y que ronda los 50 años, recibió clases de una hora a la semana de una mujer casi 20 años más joven que él. La firma aplicó este proceso revolucionario de capacitación al revés a todo el equipo de la alta gerencia poniéndolo a cargo de jóvenes voluntarias con mucho potencial para que los asesoraran en una nueva manera de comportarse.
Las “clases” versan sobre el tema de la familia que espera en casa, el uso de lenguaje grosero y obsceno, el uso exagerado del pronombre masculino, la tendencia inconsciente a contratar a personas que se les parezcan y la costumbre de estirar las horas cuando realmente no hay necesidad.
Ya hay muchas compañías conscientes de los temas de género, pero de saber que existen a hacer algo por cambiar la cultura hay un largo trecho. Por eso es interesante la experiencia que puso en práctica Ernst & Young, que tiene tantos clientes importantes diseminados por el mundo.
Otra gran consultora, PwC, prometió plegarse al movimiento de Naciones Unidas HeforShe, que busca sumar hombres al feminismo.
Lo más difícil de cambiar en una empresa es la cultura. Pero poco a poco es probable que esta moda vaya logrando algo.