Un buen sistema de jubilación es aquel donde un gobierno puede prometer
a sus gobernados, en forma creíble y cuando son jóvenes, que el
dinero que están ahorrando será protegido, será invertido
prudentemente, y que estará a su entera disposición cuando sean
viejos. Un buen sistema es aquel que adopta la perspectiva del largo plazo, no
corto. La gente debe poder confiar que el dinero que apartan hoy estará
allí cuando tenga 100 años. Con demasiada frecuencia ocurre que
los países, Estados Unidos inclusive, toman la perspectiva del corto plazo.
Idealmente, los sistemas de jubilación deben ser transparentes, para que
las personas comprendan que cuando colocan su dinero en esos planes, no será
tragado por un agujero negro. Los trabajadores necesitan sentir un sentido de
propiedad y deberían tener cierta influencia sobre la inversión
del dinero.
América latina: el caso de Chile y Argentina
Los países latinoamericanos están haciendo esfuerzos por mejorar
los sistemas de retiro de sus ciudadanos de manera que sean más eficientes
en cuanto a la satisfacción de sus necesidades básicas. Si esto
es cada vez más complicado aun en los países industrializados,
lo es en grado sumo en países que soportan crisis económicas que
se traducen en alta inflación, lento crecimiento, cesación de
pagos de deuda externa y devaluaciones de moneda.- todos estos, males que afligen
a América latina desde hace varios años.
Reparto y capitalización.– Muchos de los países latinoamericanos
han pasado del tradicional sistema de reparto al sistema de capitalización
en los últimos 20 años.
En el sistema de reparto, de base solidaria, los trabajadores activos
sostienen a los pasivos que aportaron durante el transcurso de su actividad.
Históricamente los fondos de este sistema son administrados por los Estados.
El sistema de capitalización, en cambio, es sustentado en el ahorro
individual y sus fondos son administrados por el sector privado o público;
además, con esos fondos se efectúan inversiones para obtener mayores
rendimientos. Hay casos de sistemas puros de capitalización individual
y otros que se combinan con prestaciones básicas aseguradas por el Estado.
El tema fundamental, en cualquiera de los casos, es si los planes muestran que
tienen resistencia frente a la volatilidad del mercado de capitales, si aportan
los beneficios que necesita la gente y si generan ahorros. En general, se ve
de todo: éxitos y fracasos.
El sistema de capitalización que instaló Chile en 1981 funciona
bastante bien. Reemplazó a un sistema totalmente desarticulado, en el
que coexistían cientos de pequeños fondos de pensión, todos
quebrados. Era imposible seguir con el viejo sistema, por eso el sistema de
capitalización significó un gran paso adelante. El sistema dista
mucho de ser universal, ya que no comprende ni a los trabajadores del campo
ni a los cuentapropistas; además, no todo el mundo está en condiciones
de hacer los aportes correspondientes, pero, en términos generales, la
gente lo ve como un éxito, comparado con el anterior.
Mucha gente atribuye el éxito chileno a las reformas ocurridas en la
economía durante la década del ´80: reforma bancaria y del sector
financiero; nuevos sistemas contables y reestructuración del negocio
del seguro. Pero, básicamente, hubo una remodelación total de
la estructura financiera a lo largo de los años ´80 y principios de los
´90. La economía creció en respuesta a todos esos cambios. El
sistema de jubilaciones y pensiones interactuó con la economía.,
se benefició con el crecimiento económico y hubo más oportunidades
de inversión.
Uno de los desastres, en cambio, es claramente el caso de Argentina. Tradicionalmente
en Argentina funcionó bien el sistema de reparto desde la década
de 1950 hasta los años ´70. A partir de entonces, el sistema entró
en serias dificultades y de hecho quebró, con lo las jubilaciones debieron
pagarse con fondos estatales tomados de rentas generales. Lo que hizo crecer
el déficit público.
Fue entonces -en la década de los ´90- cuando el gobierno presentó
a la gente la posibilidad de decidir quién administraría sus aportes:
si el sistema previsional vigente (el Estado, por medio del régimen de
reparto) o una Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP),
a través del llamado "Régimen de Capitalización";
esas compañías administrarían el aporte previsional de
los trabajadores, pero además podrían invertir parte de esos fondos
en acciones de empresas y en títulos de deuda pública. Si la inversión
era acertada, crecía el dinero aportado por los participantes.
Cuando en el país se produjo la crisis que provocó devaluación
y cesación de pagos de la deuda externa, el gobierno, para rescatar al
resto de la economía, no dudó en recurrir a esos activos y realizar
lo que en realidad fue un "canje de activos": dinero por bonos. Eso
significó en la práctica que mucha gente perdió la mayor
parte de sus activos jubilatorios y el sistema quedó irremediablemente
dañado.
Eso hace dudar a gente que, como yo, sostiene que las cuentas de capitalización
personal son una buena alternativa. Hace pensar en la necesidad de erigir una
"pared de contención" para que las cuentas sean inviolables
a la interacción entre los diferentes jugadores del sistema : empleadores,
empleados y gobiernos, que podrían sentir la tentación de usar
los fondos para otros fines.
Yo siempre he dicho que cuando un gobierno instala un sistema de jubilación,
el objetivo es brindar un seguro de retiro para los que participan en el plan.
Financiar proyectos nacionales de construcción, diques o caminos, no
es el propósito de un sistema de jubilaciones. Si un gobierno o una entidad
privada quiere construir una represa, que emita bonos para reunir el capital.
Hay que ser claro, directo y transparente sobre la forma que uno cree que esto
se debe hacer. Ocurre muy a menudo que los gobiernos exigen que el dinero de
las jubilaciones sea dirigido exclusivamente hacia bonos del Estado, sosteniendo
de esa forma proyectos que a veces valen la pena, pero otras veces no. Si usted
no tiene un mecanismo de mercado para elegir los proyectos de inversión,
para evaluar los riesgos que trae aparejados, entonces corre el peligro de producir
una debacle.
¿Cuál es el objetivo de un sistema de jubilaciones? Si uno quiere
que el sistema tome en cuenta los intereses de los participantes, los activos
probablemente deberían tener una participación en todas las empresas
que cotizan en los mercados de valores internacionales. Los fondos de pensión
deberían diversificarse, tener activos en muchos países, no sólo
el suyo propio.
Un buen sistema de jubilación es aquel donde un gobierno puede prometer
a sus gobernados, en forma creíble y cuando son jóvenes, que el
dinero que están ahorrando será protegido, será invertido
prudentemente, y que estará a su entera disposición cuando sean
viejos. Un buen sistema es aquel que adopta la perspectiva del largo plazo, no
corto. La gente debe poder confiar que el dinero que apartan hoy estará
allí cuando tenga 100 años. Con demasiada frecuencia ocurre que
los países, Estados Unidos inclusive, toman la perspectiva del corto plazo.
Idealmente, los sistemas de jubilación deben ser transparentes, para que
las personas comprendan que cuando colocan su dinero en esos planes, no será
tragado por un agujero negro. Los trabajadores necesitan sentir un sentido de
propiedad y deberían tener cierta influencia sobre la inversión
del dinero.
América latina: el caso de Chile y Argentina
Los países latinoamericanos están haciendo esfuerzos por mejorar
los sistemas de retiro de sus ciudadanos de manera que sean más eficientes
en cuanto a la satisfacción de sus necesidades básicas. Si esto
es cada vez más complicado aun en los países industrializados,
lo es en grado sumo en países que soportan crisis económicas que
se traducen en alta inflación, lento crecimiento, cesación de
pagos de deuda externa y devaluaciones de moneda.- todos estos, males que afligen
a América latina desde hace varios años.
Reparto y capitalización.– Muchos de los países latinoamericanos
han pasado del tradicional sistema de reparto al sistema de capitalización
en los últimos 20 años.
En el sistema de reparto, de base solidaria, los trabajadores activos
sostienen a los pasivos que aportaron durante el transcurso de su actividad.
Históricamente los fondos de este sistema son administrados por los Estados.
El sistema de capitalización, en cambio, es sustentado en el ahorro
individual y sus fondos son administrados por el sector privado o público;
además, con esos fondos se efectúan inversiones para obtener mayores
rendimientos. Hay casos de sistemas puros de capitalización individual
y otros que se combinan con prestaciones básicas aseguradas por el Estado.
El tema fundamental, en cualquiera de los casos, es si los planes muestran que
tienen resistencia frente a la volatilidad del mercado de capitales, si aportan
los beneficios que necesita la gente y si generan ahorros. En general, se ve
de todo: éxitos y fracasos.
El sistema de capitalización que instaló Chile en 1981 funciona
bastante bien. Reemplazó a un sistema totalmente desarticulado, en el
que coexistían cientos de pequeños fondos de pensión, todos
quebrados. Era imposible seguir con el viejo sistema, por eso el sistema de
capitalización significó un gran paso adelante. El sistema dista
mucho de ser universal, ya que no comprende ni a los trabajadores del campo
ni a los cuentapropistas; además, no todo el mundo está en condiciones
de hacer los aportes correspondientes, pero, en términos generales, la
gente lo ve como un éxito, comparado con el anterior.
Mucha gente atribuye el éxito chileno a las reformas ocurridas en la
economía durante la década del ´80: reforma bancaria y del sector
financiero; nuevos sistemas contables y reestructuración del negocio
del seguro. Pero, básicamente, hubo una remodelación total de
la estructura financiera a lo largo de los años ´80 y principios de los
´90. La economía creció en respuesta a todos esos cambios. El
sistema de jubilaciones y pensiones interactuó con la economía.,
se benefició con el crecimiento económico y hubo más oportunidades
de inversión.
Uno de los desastres, en cambio, es claramente el caso de Argentina. Tradicionalmente
en Argentina funcionó bien el sistema de reparto desde la década
de 1950 hasta los años ´70. A partir de entonces, el sistema entró
en serias dificultades y de hecho quebró, con lo las jubilaciones debieron
pagarse con fondos estatales tomados de rentas generales. Lo que hizo crecer
el déficit público.
Fue entonces -en la década de los ´90- cuando el gobierno presentó
a la gente la posibilidad de decidir quién administraría sus aportes:
si el sistema previsional vigente (el Estado, por medio del régimen de
reparto) o una Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP),
a través del llamado "Régimen de Capitalización";
esas compañías administrarían el aporte previsional de
los trabajadores, pero además podrían invertir parte de esos fondos
en acciones de empresas y en títulos de deuda pública. Si la inversión
era acertada, crecía el dinero aportado por los participantes.
Cuando en el país se produjo la crisis que provocó devaluación
y cesación de pagos de la deuda externa, el gobierno, para rescatar al
resto de la economía, no dudó en recurrir a esos activos y realizar
lo que en realidad fue un "canje de activos": dinero por bonos. Eso
significó en la práctica que mucha gente perdió la mayor
parte de sus activos jubilatorios y el sistema quedó irremediablemente
dañado.
Eso hace dudar a gente que, como yo, sostiene que las cuentas de capitalización
personal son una buena alternativa. Hace pensar en la necesidad de erigir una
"pared de contención" para que las cuentas sean inviolables
a la interacción entre los diferentes jugadores del sistema : empleadores,
empleados y gobiernos, que podrían sentir la tentación de usar
los fondos para otros fines.
Yo siempre he dicho que cuando un gobierno instala un sistema de jubilación,
el objetivo es brindar un seguro de retiro para los que participan en el plan.
Financiar proyectos nacionales de construcción, diques o caminos, no
es el propósito de un sistema de jubilaciones. Si un gobierno o una entidad
privada quiere construir una represa, que emita bonos para reunir el capital.
Hay que ser claro, directo y transparente sobre la forma que uno cree que esto
se debe hacer. Ocurre muy a menudo que los gobiernos exigen que el dinero de
las jubilaciones sea dirigido exclusivamente hacia bonos del Estado, sosteniendo
de esa forma proyectos que a veces valen la pena, pero otras veces no. Si usted
no tiene un mecanismo de mercado para elegir los proyectos de inversión,
para evaluar los riesgos que trae aparejados, entonces corre el peligro de producir
una debacle.
¿Cuál es el objetivo de un sistema de jubilaciones? Si uno quiere
que el sistema tome en cuenta los intereses de los participantes, los activos
probablemente deberían tener una participación en todas las empresas
que cotizan en los mercados de valores internacionales. Los fondos de pensión
deberían diversificarse, tener activos en muchos países, no sólo
el suyo propio.