Por Julián Gabriel Leone y Sofía Kastika (*)
Más allá de lo alarmante que esto pueda resultar, hemos querido analizar en detalle los extensos microdatos obtenidos de alumnos, familias y directivos para intentar averiguar los distintos factores que han llevado a estos magros resultados educativos y así proporcionar directrices más eficaces para la política educativa.
Con los resultados de las Pruebas Aprender en el año 2021 en la mano, podemos analizar la contribución de cada atributo (individual, familiar, del hogar y la escuela) al rendimiento educativo de los estudiantes de sexto grado de primaria.
La presencia de cada uno de estos componentes puede generar distorsiones en los resultados globales tras el paso de la pandemia.
El género y el rendimiento académico
En primera instancia, se observa una notoria diferencia de género; sin importar la cantidad de características que sean incorporadas al modelo, las mujeres tienen mejores rendimientos en lengua, pero peores resultados en matemática.
Ser mujer en comparación con ser hombre reduce las posibilidades de no comprender un texto adaptado a su edad en 2,6 puntos, mientras que aumenta la probabilidad de no resolver problemas matemáticos con información reiterada y explícita en 5,1 puntos.
Aunque llamativos, estos resultados preliminares parecen convertirse en un hecho sistemático, teniendo en cuenta su reiteración a lo largo de toda la ventana temporal de la serie analizada (el mismo patrón se observa para las pruebas de 2016 en adelante). Los resultados para lengua y matemática parecen verificarse con relativa independencia cognitiva entre una y otra asignatura.
Por otro lado, la educación temprana ayuda a mantenerse en niveles por encima de los requerimientos básicos en alrededor de 3,5 puntos para lengua. También en matemáticas el efecto es casi similar (3,1 puntos).
En sentido contrario, repetir curso aumenta las probabilidades de tener malos rendimientos al año escolar siguiente, principalmente en los resultados de lengua.
El factor socioeconómico
Por su parte, el vector socioeconómico del hogar tiene una influencia innegable: los valores más desfavorables involucran desproporcionadamente a estudiantes inmersos en familias de menos recursos. Por ejemplo, el papel del hacinamiento aparece como un predictor de resultados, aumentando en 3 puntos las posibilidades de malos resultados en lengua y en 2,5 para matemáticas.
La educación queda insertada así dentro de una curva de pobreza multidimensional, en el cual la pobreza reproduce condiciones que impiden salir de la misma.
Los padres y su nivel cultural
Otro aspecto determinante se relaciona con lo que en la literatura se denomina capital humano informal, usualmente ligado al entorno familiar y del hogar. La más prolongada escolarización de los padres, y principalmente de la madre (quien en mayor medida absorbe el cuidado de los hijos) tiene efectos notorios en la actuación académica.
Que la madre haya terminado el colegio primario disminuye 2,1 puntos la posibilidad de caer en los niveles más bajos de lengua frente a no haberlo hecho, mientras que este efecto alcanza los 3,1 puntos en caso de la madre haber culminado la enseñanza media.
A su vez, los resultados suben 2,1 puntos en matemáticas en caso de que la madre haya terminado la escuela primaria y reciben una “cobertura” de 2,8 puntos en caso de la madre haber realizado estudios de posgrado.
Estos efectos resultan previsibles tras el paso de la pandemia y el consiguiente aumento del tiempo en el hogar. Unas circunstancias que han provocado un mayor impacto del canal informal respecto a años anteriores.
Economía del tiempo
No sorprendería pensar que un estudiante (sobre todo en edad temprana) que debe absorber tareas productivas en el mercado laboral tenga peores rendimientos en la escuela, ya que tendría menos tiempo disponible para fines educativos.
Si bien los resultados refuerzan esta hipótesis, un entendimiento completo requiere un análisis íntegro del uso del tiempo. No sólo el trabajo comprime atención en los estudios, sino también tener a cargo tareas de cuidado, labores domésticas e incluso trabajos de cultivo (especialmente importante en algunas regiones del interior del país).
Por ejemplo, aquellos estudiantes que frecuentemente se ocupan de cuidar a algún hermano u otro familiar tienen una probabilidad de tener un peor desempeño en 1,8 puntos porcentuales mayor a aquellos que no lo hacen.
Por su parte, aquellos estudiantes que realizan asiduamente tareas domésticas muestran una probabilidad de caer en los dos niveles más bajos en 2,4 puntos para lengua y en 1,8 puntos para matemática.
A su vez, los estudiantes que ocupan gran parte de su tiempo en realizar tareas de cultivo aumentan sus probabilidades de caer en los niveles bajos de las pruebas en alrededor de 4,5 puntos tanto para lengua como para matemática.
Las habilidades “blandas” no ligadas a contenidos técnicos específicos tienen un papel protagonista en estas pruebas estandarizadas. La capacidad de llevarse bien con los compañeros influye entre 2 y 3 puntos en las probabilidades de tener un buen desempeño académico, mostrando una correspondencia entre dimensiones cognitivas y no cognitivas.
Casi de manera indisoluble podría añadirse al entorno escolar y el clima del aula: haber sufrido burlas o presenciar insultos o agresiones en el aula aparecen como predictores de rendimientos bajos, e incluso se potencian con su frecuencia.
La importancia del acceso a Internet
La presencia de Internet o la existencia de un ordenador en el hogar fueron determinantes en los resultados, con una disminución en la probabilidad de caer en los dos niveles más bajos en 2 puntos en lengua.
Incluso la existencia de un servicio de televisión o incluso una plataforma de streaming reduce la probabilidad de caer en los dos niveles más bajos en 5,2 puntos y en 4 puntos respectivamente, conjugando tanto la capacidad de continuidad educativa en tiempos de pandemia como el nivel socioeconómico del hogar.
La pandemia exacerbó las desigualdades
El efecto de la pandemia sobre la vinculación efectiva de los estudiantes estuvo mediado por la calidad de las interacciones y por la importancia del retorno temprano a la presencialidad.
Sin embargo, las tasas de inasistencias no reflejan la historia completa, ni se puede interpretar la pandemia como la única causa de estos rendimientos académicos deslucidos. Ya se evidenciaban con anterioridad a la pandemia.
Estas desigualdades, lejos de encontrar una trayectoria de convergencia, se toparon con un evento único y disruptivo que no hizo más que exacerbarlas. El análisis pormenorizado de los microdatos disponibles resulta una herramienta para diseñar políticas efectivas de cara a su corrección.
Estas desigualdades, lejos de encontrar una trayectoria de convergencia, se toparon con un evento único y disruptivo que no hizo más que exacerbarlas. El análisis pormenorizado de los microdatos disponibles resulta una herramienta útil para diseñar políticas efectivas de remediación.
(*) Julian Gabriel Leone, Investigador en Economía. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, y Sofía Kastika Investigadora y Docente, Universidad de Buenos Aires.