Mi jefe es un dictador: ¿qué puedo hacer?

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Están que incentivan a sus empleados, forman equipos, enseñan y dejan una marca de crecimiento en sus empleados. Pero también están los otros: los jefe-dictador.

 

Algunos empleados sienten que su jefe no les tiene confianza ni les da la flexibilidad de tomar decisiones, incluso después de años de trabajar en el mismo equipo. Aún cuando los empleados mantengan sus habilidades actualizadas, sienten que su “ancho de banda” está limitado. En ocasiones, hay equipos de trabajo completos que se ven afectados por este tipo de actitud, incluso cuando algunos empleados sí tengan mejores conocimientos y habilidades que su superior. En efecto, se trata de un jefe-dictador. Un terrible híbrido entre alguien que sólo da ordenes y alguien que debería ser un líder para su equipo, por eso el resultado es desastroso. Pero hay una solución, se puede lidiar con un jefe dictatorial.

 

Limitar el dolor y fijar un objetivo
Hay que reconocer y convencernos que trabajar con esa persona es una “tarea temporal. Puedes fijar límites de tolerancia y usar el tiempo para volverte más “mercadeable”. Digamos que se decide que podemos aguantar un año más de esto (suponiendo que tu jefe se quedará ese tiempo). Ese es un objetivo positivo que nos da incentivo para seguir un poco más. 

 

Evita las sorpresas
Los autoritarios, más que la mayoría de la gente, detestan ser ignorados. Es por eso que debes mantenerlos informados de los logros insignificantes y de los relativamente insignificantes. Buscan el control y el poder, así que darles un poco de información satisface su apetito. Lo importante es no ocultar ni disfrazar problemas ni logros en el equipo de trabajo.

 

No decirle que sí a todo
Aunque muchas personas intentan aplacar a un autoritario diciéndole exactamente lo que quiere escuchar y siguiendo sus órdenes al pie de la letra, es un gran error. Conviene esperar hasta que estemos convencidos de que el jefe está cometiendo un error importante que ponga en riesgo sus propios objetivos, o hasta que se nos ocurra una mejor idea en la que creamos verdaderamente. De esa manera nuestra intervención está completamente justificada y será difícil para el jefe intentar refutarnos.

 

No tomarlo como algo personal
Es muy sencillo ponerse a la par del jefe autocrático. Si todos los días nos sentimos maltratados o infravalorados sólo se necesita un poco de tiempo para que nos pongamos en la misma actitud, pero hay que esforzarse en no hacerlo. No es conveniente ni a nivel personal ni a nivel profesional empezar una guerra con el jefe, primero porque el tiene más poder y segundo porque tenemos que demostrar ser mejores. 

La otra cara de la moneda es sentir empatía por el jede e intentar cambiarlo. Podemos caer en la tentación de intentar explicarle porque sus métodos no funcionan o cómo sería más conveniente tratar a los empleados. Pero es decisivamente una mala idea. El jefe podría tomarlo como un desafío a su autoridad o como algo peor. 

 

Construir confianza
Una manera segura, pero ardua, de escapar de las garras del jefe dictador es construirse para uno mismo una sólida base de confianza. Es difícil que un dictador nos de mucha libertad, pero sin dudas hay más posibilidades si le presentamos una imagen de confianza y seguridad en el trabajo. Una vez que construimos esa confianza podemos movernos con más libertad.

 


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