<p>En pos de esa armonía primigenia, emanada de la diosa Amaterasu, madre del imperio, la sociedad nipona ha refinado rasgos culturales como humildad, lealtad, respeto y, sobre todo, consenso. En el campo de los negocios, el exceso de consenso resulta en falta de líderes fuertes, capaces de distinguirse, hacer carrera y tomar decisiones claras.</p>
<p>No obstante, aquellas virtudes liminares fueron útiles en la última posguerra, en combinación con el plan del general George Marshall. Hoy, por el contrario, frenan a muchas industrias. Por supuesto, Japón tiene varias de las mejores empresas del mundo pero, dado que operan en escala global, han ido absorbiendo métodos occidentales remisos al consenso, Pero en gran parte del sistema –particularmente los servicios- las firmas no promueven temprano a sus jóvenes más promisorios y sólo ascienden por edad.</p>
<p>Por tanto, el público aplaude a un líder que rompe los moldes. Joven, dinámico y astuto, no vacila en echar a un lado ejecutivos tan conservadores como ignaros. Desdeña la politiquería empresaria y promueve gente por méritos, no antigüedad, y es muy, muy popular.</p>
<p>Sus acciones son objeto de cobertura semanal y, en junio, obtuvo la conducción de una enorme compañía. Pero Kosaku Shima (Hatsushiba Goyo) tiene un único inconveniente: es un personaje de historieta; “manga” en japonés.</p>
<p>Para muchos críticos de la sociedad nipona, Shima sólo puede existir en la ficción. Sin embargo, como sostienen varios expertos occidentales en management, ejecutivos y dirigentes políticos debieran seguir su ejemplo. Para no hablar de sus colegas latinoamericanos.</p>
<p>En el Sol naciente y, hasta cierto punto, en Surcorea, los jefes raramente dicen lo que piensan para no romper la armonía. Sus subordinados son remisos a cuestionar ideas del superior, para no dejarlo malparado. Casi nadie se arriesga por una iniciativa. La clave del asunto en una forma de consenso decisorio llamada nemawashi -dar rodeos- o ringi (ir de abajo a arriba).<br />
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<p>Hace unos veinticinco a treinta años, los admiradores occidentales del estilo japonés le atribuían la competitividad del modelo. A veces puede ser así. Por ejemplo, en lapsos críticos, cuando las órdenes deben cumplirse sobre la marcha, sin vacilar. Pero la ausencia de cuestionamientos suele ser fatal para una compañía en tiempos normales.</p>
<p>Si bien la necesidad de cambiar hace a los managers, debe admitirse que el gobierno no facilita las cosas. Parte del problema es laboral. Así, cambiar de trabajo a mitad de carrera hace peligrar la jubilación. El rígido mecanismo de jerarquía por antigüedad discrimina a las mujeres: si abandonan un puesto por maternidad, no lo recobran. Sin la menor duda, Japón necesita muchos Shima, pero de carne y hueso.</p>
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