<p>Algunas de las lecciones que otros emprendedores pueden tomar de la debacle en el valor de sus acciones: no dejar que el CFO garronee hasta el último centavo; asegurarse que el CEO esté en buenos términos con Wall Street; y, por último, eliminar a los miembros del directorio que pongan sus cuentas bancarias por encima del bien de la compañía. Pero todas estas cuestiones son menores si se las compara con la gran lección que aprendieron las Pyme y start-ups que comienzan a tener un lugar en el mercado: cotizar en bolsa puede no ser una buena idea.</p>
<p>Facebook antes de su oferta pública inicial era como el Casanova del sector IT: todos suspiraban al oír su nombre y las nuevas noticias acerca del valor récord de sus acciones. Después de la debacle de su salida, se convirtió en una especie de jorobado de Notre Dame, alguien a quien todos le huyen. En definitiva, dejó de estar a la onda.</p>
<p>Es que la compañía perdió parte de su valor el momento preciso en que comenzó a cotizar en Nasdaq, no antes cuando se bajó los pantalones ante posibles inversionistas o cuando confesó en documentos públicos sus dificultades para monetizar el modelo de negocios o aventurarse en las plataformas móviles. Perdió parte de su valor, en realidad, aquel 18 de mayo cuando salieron a cotizar en bolsa y algo que antes pertenecía a un pequeño grupo de personas pasó a formar parte de la vida de miles.</p>
<p>Lo que debe molestar a Zuckerberg es que, después de todo, él lo vio venir. Forma parte de la generación que vio la caída de las puntocom y sabe que las ofertas públicas pueden ser un mal innecesario. Al menos que la compañía necesite desesperadamente el dinero, ¿por qué someterla a los caprichos de los analistas, los reguladores y los medios? Inclusive la carta que escribió a los potenciales compradores de acciones dejaba entrever su descontento: “Facebook no nació con el objetivo de convertirse en una compañía sino para cumplir una misión social”.</p>
<p>Como Google antes, Facebook tuvo que enfrentarse a sus públicos de interés y revelar datos sensibles a su modelo de negocios. Como todas las cosas, podría no haber sucedido: unos meses antes de que Facebook iniciase los papeleos para salir en bolsa el Congreso norteamericano había sacado una legislación – la JOBS Act Legislation- para aumentar la cantidad de OPI que podría haber sacado el entusiasmo a algunos miembros clave de la compañía.</p>
<p>Zuckerberg no se echó atrás. Tal vez estaba preocupado por sus empleados, muchos de los cuales tenían derecho de compra y querían hacerse con algunos millones. Tal vez estuvo influenciado por el éxito de la OPI de LinkedIn un año antes e ignoró los problemas que tuvieron Groupon y Zynga. Tal vez fue una cuestión emocional, después de todo: se vio arrastrado por el entusiasmo del momento.</p>
<p>Sin importar el por qué, su fracaso sirve como experiencia. Otras empresas pueden aprender de ella que las OPI pueden cambiar la manera en la que una empresa hace negocios. Facebook perdió mucho a cambio de capitalizarse; hizo un mal negocio a cambio de dinero que no necesitaba.</p>
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Lecciones de la mala OPI de Facebook
Son muchas las lecciones que Pyme y start-ups pueden aprender de la salida de Facebook a la bolsa pero principalmente a no dar ese paso demasiado de prisa.