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La realidad debería ser, dice robbins, que los directivos no deben esperar que les lleguen las noticias – buenas o malas – deben salir a buscarlas. <br />
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Otra de las cosas que detecta el trabajo es la tendencia, por parte de los jefes, a maquillar los problemas. Si las cosas no van bien, el equipo de personas a quien el directivo está tratando de incentivar, probablemente esté más al día de esos problemas que el jefe. En lugar de tapar, es más inteligente “echar mano” de sus destreza para encontrar soluciones. <br />
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con relación a malas noticias el e-mail no es el medio adecuado pues puede provocar malos entendidos. Para dar malas noticias, es preferible el teléfono o, mejor todavía, la comunicación persona a persona. <br />
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Robbins divide a la gente en “escuchantes” y en “lectores”. Los primeros no se van a centrar en escribir informes, sino que tenderán a hablar lo más que puedan. Los lectores están encantados de recibir memorandos pero hablarles no es el mejor modo para conseguir su fidelización. Los directivos no han de tener miedo de preguntar a la gente cómo quieren recibir la información de su parte. <br />
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Lo que no se dice puede dar una pista muy clara de lo que realmente se está comunicando. Si el directivo no explica racionalmente lo que hay detrás de una decisión, los trabajadores tenderán a pensar que no se está confiando en ellos. Además, si no se les comunica hacía donde quiere ir la empresa difícilmente podrán empujar paran conseguir esos objetivos. <br />
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Las malas noticias
Un trabajo de investigación realizado por el experto en comunicación Steve Robbins afirma que los altos ejecutivos son, por lo general, los últimos en recibir las malas noticias.