A juicio de Benedict Mander, quien lo entrevistó en Buenos Aires, el éxito no le ha sacado los pies del piso. Gustavo Grobocopatel, descendiente de aquellos gauchos judíos que emigraron hacia la Argentina en los primeros años del siglo 20, se recibió de ingeniero agrónomo y emsegioda se dedicó a aplicar sus conocimientos al negocio Los Grobo que su padre había fundado en 1984. Sugirió plantar soja y se dedicó a modernizar la compañía. En poco tiempo se convirtió en uno de los primeros argentinos en adoptar las más avanzadas técnicas que se aplicaban en Estados Unidos, como la siembra directa y las semillas transgénicas. De ese modo, revolucionó la productividad.
En tres décadas, convirtió la compañía de un pequeño negocio familiar con apenas algunos miles de hectáreas de tierra cultivable en una operación internacional, que se mantiene en manos privadas, y que cultiva 350.000 hectáreas con ingresos superiores a los US$ 1.000 millones de dólares. Los Grobo, hoy, es uno de los mayores productores de granos en toda América latina. Eso incluye trigo y maíz.
Grobocopatel está convencido, dice Mander, de que Argentina está bien posicionada para colocarse a la vanguardia de una “nueva revolución industrial verde” gracias a la convergencia incipiente de la impresión en 3D, nanotecnología, robótica, comunicaciones y vida artificial. Para él, la tecnología de las imágenes satelitales, que ayuda a determinar la calidad del suelo y los rindes, va a revolucionar la agricultura: “Esta tecnología es a la agricultura lo que el microscopio fue a la medicina”.