En ese estudio los investigadores aseguran haber encontrado que la estructura del cerebro y la densidad de las células en el lóbulo parietal derecho se asocian con la disposición a correr riesgos. Encontraron que los participantes con mayor volumen de materia gris en esa región mostraban menos aversión al riesgo. Los resultados, según los autores, “identifican lo que podría considerarse el primer biomarcador estable para la actitud positiva al riesgo financiero”.
Si resultara que estas deducciones tienen asidero, entonces no sería impensable la posibilidad de que una organización en busca de talento exija en el futuro una tomografía de cerebro junto con los tests psicológicos que ya pide. ¿Hay alguna diferencia – se pregunta Heskett — entre un test psicológico de hoy y una tomografía computada mañana?¿Contratar a alguien sobre la base de su estructura cerebral es muy diferente de contratar, por ejemplo, sobre la base de otras características requeridas para desempeñar determinadas tareas?
Y luego formula otras preguntas que deja abiertas para que las conteste el lector de su artículo: ¿ ¿Plantea esto cuestiones éticas, como por ejemplo, quién será el dueño de esa información, cómo se la usará y cómo influirá en los resultados?
Finalmente, la pregunta del título: ¿Vamos hacia una era de “neuromanagement”?