<strong>La crisis de las subprimes pone de manifiesto la perversión que ha sufrido la finalidad de las empresas. La economía actual se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly, en una economía de casin, donde lo que importa no es crear industrias para producir cosas y servicios sino invertir en oportunidades. En consecuencia, el sistema de valores en que operan las empresas está gravemente contaminado. </strong>
<p><br />
Marcel Ospel, ex presidente de UBS, un gran banco internacional ha tenido que ceder su puesto dejando tras él – y su equipo- un agujero de más de US$ 43.000 millones. ¿La causa? el “juego” de las subprimes. Sin embargo, Ospel se retira con un “paracaídas dorado” de más de US$ 30 millones. </p>
<p> Si bien no es ilegal “jugar” arriesgando ligeramente el dinero ajeno pues no está contemplado como delito en ninguna ley, es, ciertamente, una falta moral. </p>
<p>Los negocios siempre tienen algo de juego, pues el juego es una forma de entender la existencia. Y sin el escalofrío del riesgo, algunos deportes – como las carreras de autos – perderían sentido. </p>
<p> Jugador es también el creador de empresa, sin duda un héroe contemporáneo. Asume un riesgo personal y consigue la aparición de estructuras productivas que hacen vivir a muchas personas. Empresas que no hubieran llegado a existir sin su creatividad y su valentía para asumir el riesgo. </p>
<p>Otra cosa muy distinta es el personaje que juega con el dinero de otro, sin riesgo personal. La banalidad, la ligereza metafísica de la vida entendida como juego y como deporte, pierde toda justificación desde el momento en que lo que está “en-juego” sobre la mesa no es su propio pan sino – como estamos viendo a diario- el ahorro de muchos años de trabajo de miles de personas. </p>
<p>Este juego a gran escala, protagonizado por los inversores financieros, constituye un acontecimiento mayor en la historia de estos últimos cincuenta años. Una megacrisis, un desastre de proporciones gigantescas. </p>
<p>¿La desviación filosófica causante de todo esto, su razón última? Una desviación radical de las finalidades de las empresas. </p>
<p>En los dos últimos decenios se ha desplazado el centro de gravedad de la empresa desde el aparato productivo a la función financiera. En otros tiempos se invertía dinero para producir bienes y servicios. La función de la banca era canalizar el ahorro de la sociedad y mediante una prudente gestión del riesgo, poner los recursos financieros al servicio de las empresas. </p>
<p>El esfuerzo físico de la mano de obra y el trabajo intelectual en los despachos, todo contribuía a la producción de objetos o servicios vendibles. Los bienes se ponían a disposición del mercado y el resultado de las ventas generaba entradas de dinero en beneficio de todas las personas de la empresa. El sistema era inmediato, claro y simple, transparente. Eso era Adam Smith y eso era aún Keynes. Pero las cosas han cambiado. </p>
<p>La economía se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly. El sentido profundo del liberalismo, que era la estimulación del espíritu de emprender, ha sido pervertido y con ello se ha transformado totalmente el juego económico. Un juego que hoy se desarrolla en plena virtualidad. En él, ni interesan ni se tocan las cosas reales, sino sólo el dinero y los productos financieros, que son meros símbolos inmateriales. En ese mundo virtual viven los nuevos managers. </p>
<p>Para el inversor financiero absorbido por este juego autista, toda referencia a lo social es irrelevante. El nuevo inversor va a pasar pocas noches sin sueño pensando en aquellas personas que pasarán muy malas noches, privados de empleo, víctimas lejanas y anónimas de su juego de poder. </p>
<p>El mal es vago, aparentemente inocuo. No se dice ya que la empresa tiene como finalidad última ofrecer a la sociedad bienes y servicios. Se dice más ambiguamente “la empresa está para crear valor”. Y bajo la púdica denominación de los “productos financieros, productos estructurados” se esconde lo que ha resultado ser un gigantesco timo. Puros matices semánticos. La lengua sirve para ocultar la verdadera naturaleza de las cosas. </p>
<p>¿Es aceptable que la empresa haga abstracción de cualquier otra funcionalidad que la de hacer beneficios? ¿Es aceptable que los dirigentes no tengan que rendir cuenta de los efectos negativos de sus decisiones sobre el cuerpo social? A ningún otro subsistema de ese mismo cuerpo social se le toleraría una tal autarquía de fines y funcionamiento. ¿Sería concebible que otros subsistemas sociales, por ejemplo el cuerpo de los militares o el de la docencia, funcionasen para y por ellos mismos, ignorando al resto de la sociedad? </p>
<p>En el fondo se esconde la pregunta filosófica que apenas nos atrevemos a formular: ¿Hay algo malo en ser egoísta y mirar sólo por sus intereses personales? Algo parecen ignorar algunos cuando se atreven a asumir cargos en cualquier subsistema de la sociedad, en la economía o en la política. Quizás debieran saber que – como decía Cicerón- la “res-publica” no es viable sin la virtud, sin la moralidad. Ni la empresa. </p>
<p><strong>Necesidad de un “humus ético” </strong></p>
<p>Sin embargo sería demasiado simplista pensar que la responsabilidad de este juego se reduce a un limitado grupo de personas. No es así, puesto que la sociedad, a través de la TV, la prensa y los semanarios, deifica a estos personajes, los aplaude y justifica que ganen fortunas insultantes. Es la misma sociedad que tolera las remuneraciones escandalosas de los futbolistas. Una sociedad que se ha echado a la espalda los valores fundamentales. </p>
<p>Se impone hoy una revisión del trabajo del hombre y del sentido de este trabajo. Para que el individuo progrese en el escalafón de la empresa, o simplemente para no tener problemas en ella, debe asumir valores que la empresa exige de sus empleados y que no son siempre compatibles con los sistemas de valores personales. </p>
<p>La verdad es que la empresa fragmenta al hombre en sus finalidades y en sus valores, de la misma manera que fragmenta sus días: lo esencial del tiempo para el trabajo, y algo de tiempo para la familia y para sí mismo. Otro tanto sucede con los valores: entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde será el apagón total: los valores personales hay que dejarlos a la entrada de la empresa en el guardarropa. Y queda un rinconcito, por la noche y en vacaciones, para vivir en conformidad con los valores íntimos personales y los de familia. </p>
<p>La empresa necesita un humus impregnado de los valores de una ética humanista. Empleamos esa metáfora porque el humus de la tierra, el mantillo vegetal, favorece los procesos de fermentación y la aparición de nuevas formas de vida, los microorganismos tan necesarios en la agricultura. En el mantillo vegetal, prospera y pulula la ebullición de la vida </p>
La crisis de las subprimes desnuda perversión del sistema empresarial
Blas Lara acaba de publicar este artículo en Tendencias 21, donde afirma que la economía se ha convertido en un juego de Monopolio. Aquí, una condensación.