¿Hay algo realmente de nuevo en Microsoft?

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Contemplando una de las compañías más fascinantes, el mundo se pregunta si algo está cambiando ahí. ¿Las sanciones norteamericanas y europeas por prácticas oligopólícas habrán domeñado ciertos instintos del agresivo gigante? Hay dudas…

El analista sectorial Robert Slater (autor de “Microsoft rebooted”) cree que su único pecado fue no controlar el celo desorbitado, típico de cualquier emprendedora exitosa. “Sordos a los cambios de expectativas en los mercados –señala-, los directivos tardaron en reaccionar a tiempo. La decisión de distribuir dividendos por US$ 32.000 millones y destinar 30.000 millones a recompra de acciones es una señal clara: William Gates, Steve Ballmer y el resto aprenden a adaptarse al mundo”.

Con el término jergal “reboot” (reinicio), Slater describe un proceso que toca tanto a la imagen cuanto a ciertos valores básicos de Microsoft. En verdad, la imagen se ha convertido en una obsesión para la empresa. Gates, en el testimonio por video rendido ante los fiscales estadounidenses, durante el juicio por prácticas restrictivas de la competencia, aún manifestaba un intelectualismo frío, arrogante y peyorativo respecto de los rivales.

Ahora, Gates y la cúpula saben que ya no podrán cometer ese mismo error. “Al contrario, precisarán tener mucho cuidado, si quieren influir en la opinión pública. Lo primero será –subraya el analista- discriminar entre percepciones y realidades”. Pero ¿qué pensar de un libro, como éste, que elogia a los profesionales de relaciones públicas contratados por Microsoft para calafatear imagen?…

Algo sospechoso hay en un trabajo editado velozmente para coincidir con los anuncios sobre dividendos. Máxime si, en página 1, aparece una tontería como “Gates y Ballmer pasan tiempo muy valioso con sus hijos” ¿Los hará menos agresivos en los negocios? En realidad, esta línea sentimental refleja lo que dijo George Tenet, despedido de la CIA por su amigo George W.Bush: “voy a consagrarme a mi maravillosa familia” (y no hizo nada por el estilo).

A juicio de dos demoledores comentarios publicados en “Financial Times” y el “Boston Globe”, amén de blando, el libro elude cuidadosamente una pregunta clave: ¿Es posible cambiar la cultura, el estilo de una empresa que nació y creció aferrada a una sola, poderosa personalidad?

El intransigente Gates ha pasado en apariencia a segundo plano, no por completo de grado, como admite el trabajo de Slater. Queda Ballmer, compinche de toda la vida, para poner en marcha los cambios en el modelo de negocios; pero ¿será capaz y tendrá la voluntad de modificar el estilo puertas afuera?

Ciertamente, la gestión del actual director ejecutivo ha significado cambios. Por ejemplo, vinculó las bonificaciones de los ejecutivos a resultados concretos en cuanto a atención y satisfacción del cliente. Pero el desafío que los nuevos le plantean a Microsoft va mucho más allá y exige análisis profundos sobre las tendencias tecnológicas, las políticas de los competidores y una globalización mimética, proclive a cambiar sus propios ejes.

Mientras la PC fue el centro del universo, la compañía podía prepotear a rivales, clientes y usuarios. Pero la nueva fase requiere nuevos parámetros, en particular con Linux –el sistema operativo de fuente abierta- ganando terreno. Pese las intrigas de Microsoft.

Silicon Valley se muestra escéptico ante el “nuevo Gates”-, pese a recientes arreglos con viejos enemigos, debido a intentos de silenciar críticos (subvencionando libros como el de Slater). Por encima de todo, el ambiente informático duda de que Microsoft acepte o apoye –en el mundo de las PC- pautas útiles para todos, pero distintas a las suyas.

El analista sectorial Robert Slater (autor de “Microsoft rebooted”) cree que su único pecado fue no controlar el celo desorbitado, típico de cualquier emprendedora exitosa. “Sordos a los cambios de expectativas en los mercados –señala-, los directivos tardaron en reaccionar a tiempo. La decisión de distribuir dividendos por US$ 32.000 millones y destinar 30.000 millones a recompra de acciones es una señal clara: William Gates, Steve Ballmer y el resto aprenden a adaptarse al mundo”.

Con el término jergal “reboot” (reinicio), Slater describe un proceso que toca tanto a la imagen cuanto a ciertos valores básicos de Microsoft. En verdad, la imagen se ha convertido en una obsesión para la empresa. Gates, en el testimonio por video rendido ante los fiscales estadounidenses, durante el juicio por prácticas restrictivas de la competencia, aún manifestaba un intelectualismo frío, arrogante y peyorativo respecto de los rivales.

Ahora, Gates y la cúpula saben que ya no podrán cometer ese mismo error. “Al contrario, precisarán tener mucho cuidado, si quieren influir en la opinión pública. Lo primero será –subraya el analista- discriminar entre percepciones y realidades”. Pero ¿qué pensar de un libro, como éste, que elogia a los profesionales de relaciones públicas contratados por Microsoft para calafatear imagen?…

Algo sospechoso hay en un trabajo editado velozmente para coincidir con los anuncios sobre dividendos. Máxime si, en página 1, aparece una tontería como “Gates y Ballmer pasan tiempo muy valioso con sus hijos” ¿Los hará menos agresivos en los negocios? En realidad, esta línea sentimental refleja lo que dijo George Tenet, despedido de la CIA por su amigo George W.Bush: “voy a consagrarme a mi maravillosa familia” (y no hizo nada por el estilo).

A juicio de dos demoledores comentarios publicados en “Financial Times” y el “Boston Globe”, amén de blando, el libro elude cuidadosamente una pregunta clave: ¿Es posible cambiar la cultura, el estilo de una empresa que nació y creció aferrada a una sola, poderosa personalidad?

El intransigente Gates ha pasado en apariencia a segundo plano, no por completo de grado, como admite el trabajo de Slater. Queda Ballmer, compinche de toda la vida, para poner en marcha los cambios en el modelo de negocios; pero ¿será capaz y tendrá la voluntad de modificar el estilo puertas afuera?

Ciertamente, la gestión del actual director ejecutivo ha significado cambios. Por ejemplo, vinculó las bonificaciones de los ejecutivos a resultados concretos en cuanto a atención y satisfacción del cliente. Pero el desafío que los nuevos le plantean a Microsoft va mucho más allá y exige análisis profundos sobre las tendencias tecnológicas, las políticas de los competidores y una globalización mimética, proclive a cambiar sus propios ejes.

Mientras la PC fue el centro del universo, la compañía podía prepotear a rivales, clientes y usuarios. Pero la nueva fase requiere nuevos parámetros, en particular con Linux –el sistema operativo de fuente abierta- ganando terreno. Pese las intrigas de Microsoft.

Silicon Valley se muestra escéptico ante el “nuevo Gates”-, pese a recientes arreglos con viejos enemigos, debido a intentos de silenciar críticos (subvencionando libros como el de Slater). Por encima de todo, el ambiente informático duda de que Microsoft acepte o apoye –en el mundo de las PC- pautas útiles para todos, pero distintas a las suyas.

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