Una investigación realizada por la Vanderbilt University (Tennessee) dice que el cerebor suele jugarnos una mala pasada cuando tratamos de comprar lo mejor para nuestrta salud. La verdad es que hay toneladas de información sobre los alimentos, pero un consumidor del montón es incapaz de procesar tantos datos. A partir del surgimiento de los productos orgánicos, que justamente por los cuidados especiales que hay que poner en su cultivo resultan más caros, hemos llegado a la fácil conclusión de que todo producto de alimentación, si es más caro, es mejor.
En lugar de evaluar toda la información que tenemos sobre el producto – calorías, ingredientes, marca – nuestro cerebro confía en supuestos simples. Y en este caso, que un alimento más caro es más sano. A este proceso los especialistas lo llaman heurística. Esto no lo dicen en el aire sino después de haber realizado numerosos experimentos y encuestas entre consumidores.
Así como la gran mayoría de la gewnte asocia caro y saludable, también asocia sabroso y engordante. Esas simples asociaciones están reemplazando lo que debería ser el proceso correcto, que es leer detenidamente la información en la etiqueta.
Caro no es, necesariamente, equivalente a saludable. La solución más fácil para que los consumidores resuelvan esta intuición es repetirse una y otra vez que no es cierto. La sugerencia es llegar a la verdulería con una lista de compras para defenderse mejor de los propios atajos mentales. Hay muchísimos alimentos saludables que no están entre los más caros