Un estudio reciente de Booz & Company decidió estudiar casos de fracaso corporativo en vez de los usuales casos de éxito. Llegaron a conclusiones interesantes; por ejemplo, que las compañías que más vieron destruido su valor corporativo tomaron decisiones riesgosas de manera excesiva. Lo peor: la aceleración en la innovación tecnológica los lleva a tomar esa clase de decisiones de manera cada vez más frecuente. La clave está en que las empresas anticipen y se preparen para enfrentar las consecuencias de esos riesgos y así sobrevivir.
En la mayoría de los casos se trata de diferentes eventos los que llevan a la destrucción de valor. ¿Cómo deben responder los ejecutivos? Por un lado, no deben depender tanto de los grupos de trabajo que analizan los riesgos porque ellos no tienen en mente el camino estratégico que debe seguir la organización. Aunque tienen una función vital, no pueden encargarse del trabajo del CEO.
Lo que necesitan, en cambio, es una sacudida de la perspectiva; una manera más inteligente de tomar decisiones estratégicas relativas a los costos y otras consideraciones a mediano y largo plazo. Deben seguir las siguientes tres reglas:
1) Aumentar la percepción sobre el riesgo y la incertidumbre. Claramente, eventos con consecuencias tan extremas como la pérdida de valor de la compañía no pueden ser previstas s pero sí anticipados. Los equipos gerenciales deben pensar de manera amplia sobre lo que puede llegar a ocurrir y plantear diferentes acciones de acuerdo al cálculo de riesgos.
2) Integrar la percepción de los riesgos en las decisiones estratégicas. Como en la psicología, también en los negocios charlar sobre los problemas ayuda a tomar mejores decisiones porque hay un entendimiento superior sobre las incertidumbres.
3) Es importante ser flexibles. Y que los ejecutivos compran, más allá de todo, cómo sus decisiones afectan esa flexibilidad. Siempre es mejor optar por planes más flexibles que permitan una salida más oportuna en caso de necesitarla.
