Aquí estoy hablando de todos los que están en espacios de decisión; y que, por ende, la comunicación debe adaptarse.
Desde el momento en que fue promovido como candidato a presidente de la nación y, mucho más, luego del resultado de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) el liderazgo del presidente Alberto Fernández fue cuestionado desde diferentes ámbitos.
Si bien tuvo momentos en donde su figura parecía afianzada (inicio de la cuarentena), en la mayor parte de estos dos años su rol como líder fue cuestionado y se fue desdibujando con el tiempo.
El punto máximo (hasta ahora) del desgaste, se produjo durante las últimas semanas, donde asistimos a una disputa por la primacía dentro del espacio gobernante que se llevó a cabo de manera pública (a través de cartas, twitters, filtraciones a los medios, declaraciones altisonantes, etc.) hiriente y desgastante para todos sus protagonistas y que, (aparentemente) se ha zanjado con cambios en el gabinete y medidas “para ponerle plata a la gente en el bolsillo”.
No voy a caer en el error de afirmar que estos “problemas” de liderazgo se generaron sólo por falencias en la comunicación, ya que la gestión y las decisiones son fundamentales.
Hoy, no se le puede “hablar” a los públicos de la misma manera que hace 10 años. Esto no significa sólo incorporar nuevos canales (redes sociales, medios digitales, etc.) sino generar un cambio mucho más profundo que tiene que ver con el lenguaje y, con un punto importante, las relaciones que se generan a través de esa comunicación.
Siempre que hablamos de comunicación, hablamos de simbolismo y de construcción de poder. Los líderes hoy construyen relaciones mucho más horizontales con sus públicos/seguidores a través de los hechos y, fundamentalmente, a través de su comunicación.
En este punto es importante entender que el liderazgo es un proceso que implica una relación con otros, una interacción entre las partes, una comunicación bilateral. A través de este proceso, el líder persigue generar e impulsar conductas de sus colaboradores, mediante la persuasión. Como dice Marcelo Bielsa, “Lo primero que debe hacer un buen líder es convencer a los suyos” y sin una buena comunicación, este proceso es imposible.
Las personas y los equipos buscan líderes en quien creer, más cercanos y accesibles, que entiendan sus necesidades, que promuevan la colaboración, que los tengan en cuenta, con menos diferencias y protocolos, más llanos y creíbles. Es decir, líderes de carne y hueso con los que se pueda interactuar de una manera sencilla y confiable (siempre volvemos a esa palabra).
Para construir un liderazgo de este tipo, la comunicación (como siempre lo ha hecho) cumple un rol fundamental. Ya no alcanza con el modelo descendente para ser un buen líder. En la actualidad, y mucho más en la nueva normalidad, los líderes deben construir diálogos para poder convencer y motivar a sus equipos. La comunicación unidireccional nunca fue una opción, pero ahora la bidireccionalidad se constituyó en una obligación. Sin feedback, sin entender, sin escuchar, sin saber lo que realmente necesita nuestro equipo y sin actuar en consecuencia, es imposible posicionarse como un buen líder.
Esta tarea no es para cualquiera y quienes lo hagan, deben estar preparados para dejar de ser sólo “jefes” (una situación totalmente transaccional) para lograr que su equipo se constituya en socio de sus decisiones y acciones, generando una relación de confianza mutua y co-creación, que, sin dudas, será mucho más interesante, productiva y motivante para ambas partes.
Para todo ello, la comunicación debe estar planificada y en línea con los objetivos de la organización. No debe quedar librada al azar, ni puede confiar sólo en las capacidades innatas del líder, hay que prepararse y trabajar para ser cada día mejor comunicador.
Para ser creíble y valorado, se debe hablar con autoridad, seguridad (saber de lo que está hablando) y honestidad. Este último punto es muy importante ya que la mayor cantidad de quejas de los equipos hacia sus líderes es que “dicen una cosa y después hacen otra”.
Se deben generar conversaciones y para ello un punto importante es practicar la escucha activa. No tenemos que escuchar sólo para dar una respuesta o replicar, sino para saber qué necesita el equipo y cómo lo podemos ayudar, también para conocer puntos de vista y modos de hacer diferentes, que el líder también pueda sumar a su día a día.
En la misma línea es muy importante tener feedback y conocer si nuestros mensajes son recibidos claramente por los públicos. Debemos entender que no todas las personas son iguales y que, por ende, teniendo en cuenta la limitación de recursos y tiempos, debemos adaptar nuestro discurso para ser más efectivos.
Por último, los líderes que construyen un mejor posicionamiento son proactivos a la hora de comunicar generando temas y disipando rápidamente los rumores que nos son ciertos. Son autocríticos y transparentes, aceptando sus errores cuando los comenten.
En el día a día del trabajo entender los nuevos esquemas de interacción y comunicación ayudará a los líderes a gestionar mejor y lograr mejores resultados con sus equipos. Del otro lado, también nos permitirán entender por qué algunos liderazgos son cuestionados, no logran afianzarse y son sorprendidos por resultados inesperados para ellos mismos, como ocurrió hace un par de semanas.
(*) Director General BCW Argentina
Darío Leonel Minore