Si hay algo que diferencia a Colgate-Palmolive de muchas otras empresas de su tamaño, es que mientras la compañía es una verdadera superestrella en la escena internacional, su CEO – el mismo desde hace más de 20 años – es prácticamente un desconocido. En efecto, Reuben Mark es el responsable de la sólida evolución financiera de la compañía: en los 22 años que lleva al mando de Colgate, la acción creció 3.867% y la compañía nunca dejó de repartir dividendos.
Ahora que Mark está a punto de retirarse – tiene 67 años y se jubila el año próximo – debe tomar una difícil decisión: preservar el tradicional alto valor de la acción o apostar fuerte a una gran adquisición que podría asegurar el futuro de Colgate en un mercado en rápida consolidación.
En los próximos días se podrán hacer las últimas ofertas para la compra del negocio de productos de consumo masivo de Pfizer, que se calcula llegará a cotizarse en US$ 12.000 millones, o sea más de la tercera parte del valor de mercado de Colgate. El negocio incluye medicamentos de venta libre como el Zantac para acidez estomacal y el enjuague bucal Listerine, un producto muy importante para Colgate, con tantos productos propios para el cuidado bucal.
Para muchos CEO cercanos a la jubilación, una compra así sería como el broche de oro de una administración. Sin embargo, Mark realizó toda su carrera esquivando las grandes adquisiciones y la publicidad que traen.
Se trata de una persona muy particular. Viaja en vuelos comerciales y casi no concede entrevistas. Los acuerdos de compra que firmó – desodorante Mennen y jabón Murphy – serían considerados craso error por personas como Sandy Weill o Jack Welch.
En rigor de verdad, no es cierto que no haya fantaseado con una gran adquisición. Hace algunos años, pensó en fusiones con Gillete, Duracell y Oral-B. Pero por aquellos días integraba el directorio de Time Warner y vio cómo la sonada fusión con America Online casi hace naufragar la compañía combinada. Entonces decidió replegarse y dar marcha atrás. El año pasado su mayor rival Procter & Gamble, dio un paso adelante y compró Gillette, con lo cual aseguró su posición número uno en productos para el hogar.
Colgate, mientras tanto, perdía algo de su fulgor. Comenzaron a circular rumores de que se había dejado estar y en consecuencia Piba quedando marginada. Por primera vez, ese año la empresa no cumplió con su previsión de ganancias y la acción perdió algo de su valor. Fue entonces cuando Mark reaccionó: llevó a cabo una profunda reestructuración en la que redujo miles de puestos de trabajo y cerró plantas. Los ahorros se reflejaron en los resultados y los accionistas aplaudieron cuando vieron la recuperación de los papeles. Hoy, luego de 52 semanas, siguen subiendo.
Entre los banqueros de inversión hay un dicho que que dice que el mejor momento para que un CEO decida una adquisición es cuando el precio de su acción está alto. Admiten que es un riesgo de corto plazo pero que, si el acuerdo es estratégico, una bendición en el largo plazo.
Ahora bien. Como Reuben Mark nunca vio las cosas de ese modo, es bastante posible que decida no participar en la contienda de Pfizer y que en cambio procure comprar sólo Listerine por su afinidad con las líneas de Colgate. Podría estar en lo cierto: muchas adquisiciones fallan y son concebidas sólo para gratificación del ego de los CEO por sobre los intereses de los accionistas. Pero si no aprovecha el momento, es posible que su sucesor reciba una acción fuerte a largo plazo.
Si hay algo que diferencia a Colgate-Palmolive de muchas otras empresas de su tamaño, es que mientras la compañía es una verdadera superestrella en la escena internacional, su CEO – el mismo desde hace más de 20 años – es prácticamente un desconocido. En efecto, Reuben Mark es el responsable de la sólida evolución financiera de la compañía: en los 22 años que lleva al mando de Colgate, la acción creció 3.867% y la compañía nunca dejó de repartir dividendos.
Ahora que Mark está a punto de retirarse – tiene 67 años y se jubila el año próximo – debe tomar una difícil decisión: preservar el tradicional alto valor de la acción o apostar fuerte a una gran adquisición que podría asegurar el futuro de Colgate en un mercado en rápida consolidación.
En los próximos días se podrán hacer las últimas ofertas para la compra del negocio de productos de consumo masivo de Pfizer, que se calcula llegará a cotizarse en US$ 12.000 millones, o sea más de la tercera parte del valor de mercado de Colgate. El negocio incluye medicamentos de venta libre como el Zantac para acidez estomacal y el enjuague bucal Listerine, un producto muy importante para Colgate, con tantos productos propios para el cuidado bucal.
Para muchos CEO cercanos a la jubilación, una compra así sería como el broche de oro de una administración. Sin embargo, Mark realizó toda su carrera esquivando las grandes adquisiciones y la publicidad que traen.
Se trata de una persona muy particular. Viaja en vuelos comerciales y casi no concede entrevistas. Los acuerdos de compra que firmó – desodorante Mennen y jabón Murphy – serían considerados craso error por personas como Sandy Weill o Jack Welch.
En rigor de verdad, no es cierto que no haya fantaseado con una gran adquisición. Hace algunos años, pensó en fusiones con Gillete, Duracell y Oral-B. Pero por aquellos días integraba el directorio de Time Warner y vio cómo la sonada fusión con America Online casi hace naufragar la compañía combinada. Entonces decidió replegarse y dar marcha atrás. El año pasado su mayor rival Procter & Gamble, dio un paso adelante y compró Gillette, con lo cual aseguró su posición número uno en productos para el hogar.
Colgate, mientras tanto, perdía algo de su fulgor. Comenzaron a circular rumores de que se había dejado estar y en consecuencia Piba quedando marginada. Por primera vez, ese año la empresa no cumplió con su previsión de ganancias y la acción perdió algo de su valor. Fue entonces cuando Mark reaccionó: llevó a cabo una profunda reestructuración en la que redujo miles de puestos de trabajo y cerró plantas. Los ahorros se reflejaron en los resultados y los accionistas aplaudieron cuando vieron la recuperación de los papeles. Hoy, luego de 52 semanas, siguen subiendo.
Entre los banqueros de inversión hay un dicho que que dice que el mejor momento para que un CEO decida una adquisición es cuando el precio de su acción está alto. Admiten que es un riesgo de corto plazo pero que, si el acuerdo es estratégico, una bendición en el largo plazo.
Ahora bien. Como Reuben Mark nunca vio las cosas de ese modo, es bastante posible que decida no participar en la contienda de Pfizer y que en cambio procure comprar sólo Listerine por su afinidad con las líneas de Colgate. Podría estar en lo cierto: muchas adquisiciones fallan y son concebidas sólo para gratificación del ego de los CEO por sobre los intereses de los accionistas. Pero si no aprovecha el momento, es posible que su sucesor reciba una acción fuerte a largo plazo.