<p>“No hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy”, decían las abuelas. Aparentemente la actividad de postergar tareas hasta último momento no es un problema actual sino que ha agobiado antes a generaciones enteras. El problema de extender los plazos está en el atascamiento de tareas. El tiempo de ocio finalmente se termina y las actividades postergadas siguen allí, esperando impacientes. Y entonces llega el momento de apurarse.</p>
<p>Para muchas personas ese es el instante real de stress. Y para las compañías representa también una pérdida de recursos: el empleado promedio admite perder dos horas por día en actividades que nada tienen que ver con el negocio. Si todos salen perjudicados, ¿por qué sigue siendo una actividad tan común?</p>
<p>Una respuesta posible es que los empleados de hoy están abrumados. En épocas de crisis económica los equipos de trabajo tienden a achicarse y la cantidad de trabajo por persona crece. Las compañías exigen mucho de sus empleados: quieren soluciones creativas e innovadoras que al mismo tiempo sean eficientes. Los especialistas concluyen que ésta puede ser una receta perfecta para la parálisis.</p>
<p>Mientras esto ocurre la tecnología ofrece cada vez más posibilidades de distracción. Facebook, Twitter, incontables mails… todo ayuda a proveer un sentimiento momentáneo de logro. En muchas instancias las personas que más empujan sus tareas hasta el último momento están preocupadas por “la mirada del otro”: prefieren ser acusados de poner poco esfuerzo a ser culpables de poco talento. Aunque a veces ocurre lo contrario. La posibilidad de exceder las expectativas podría elevar la vara y esa presión puede ser devastadora para algunos empleados.</p>
<p>La mejor amiga de la procrastinación es el perfeccionismo. Por eso, dicen, es mejor hacer las cosas a tiempo que hacerlas mejor que nadie. Esta actitud es típica de los perfeccionistas, especialmente en proyectos a largo plazo. En ese caso se trata de una serie de pasos que el empleado decide postergar de manera independiente, sin entender que cada dilación empuja el objetivo final cada vez más lejos. Para evitarlo es necesario atribuirle a cada paso la importancia que se merece y premiarse cada vez que se llega a una pequeña meta.</p>
<p>Si es el ambiente el que insta a la procrastinación, es eso lo que debe cambiarse. Hay software disponible en la actualidad para “esconder” ciertas aplicaciones que distraen con frecuencia.</p>
<p>Hacia el final aquellos que dilatan los tiempos suelen sentirse culpables. Pero ese sentimiento no sirve de nada. Conviene identificar con claridad las áreas problemáticas e idear un plan para cumplir los objetivos. El mundo del trabajo actual requiere esta división de grandes tareas en pequeñas acciones. Esa es la única manera de poder completarlas en los tiempos de oficina.</p>
<p>Estas técnicas serán de mucho uso para la mayoría de los empleados pero es probable que 20% de la fuerza de trabajo de cualquier empresa forme parte del grupo de procrastinadores crónicos. Estas personas tienden a postergar actividades en sus casas y en sus relaciones, no solo en el trabajo. Para remediar este problema los especialistas recomiendan tratamientos psicológicos que se basen en terapias cognitivas.</p>
Dejar tareas para último momento, un problema real en las empresas
Diferir las responsabilidades puede ser una característica común pero representa altos costos para las compañías.