¿Cómo se gerencia en la nueva economía?

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Nueva economía no es sólo Internet y aventuras punto com. Es una revolución como la industrial del siglo 19. Una revolución tan profunda que desorienta a muchos empresarios en cuanto a qué camino tomar.

Hace tres o cuatro años los titulares de los diarios anunciaban “un nuevo mundo de negocios” y provocaron una corrida hacia la Internet, donde se habían producido algunos casos de éxitos grandiosos y repentinos. Las empresas tradicionales hicieron todo tipo de esfuerzo para “colgarse” de la Red. Toda inversión parecía poca, se pensaba, porque luego los dividendos compensarían con creces los sacrificios. Luego explotó la burbuja, desaparecieron emprendimientos a montones y se expandió el recelo en el ánimo de mucha gente de empresa.

Ni calva ni con dos pelucas

Pero allí ocurrió simplemente lo que ocurre siempre con algo nuevo. El medio era nuevo y sobrevivieron los pocos que se manejaron con más astucia y prudencia.

Pero más allá de éxitos o fracasos, queda esto: Internet – que permite superar distancias de espacio y de tiempo – ha llegado para quedarse y para modificarlo todo: planes, métodos de acción, modos de trabajar…todo. Los gurúes deben analizar una masa increíble de datos contradictorios que los obligan a aventurarse en territorios que les son desconocidos. El derrumbe masivo de las puntocom de ninguna manera significa que todo está perdido. La Internet no es ni dios ni el diablo, es un nuevo engendro lleno de posibilidades para el individuo y, sobre todo, para las empresas. Pero hay que animársele con prudencia y a la vez con espíritu innovador.

El quinquenio 2002-06 estará, seguramente, signado por un espíritu innovador.

Qué es nueva economía

Nueva economía es mucho más que Internet, es un nuevo paradigma. Cuando hablamos de nueva economía hablamos de un mundo en el cual la gente trabaja con el cerebro y no con las manos. Un mundo en el cual la tecnología de las comunicaciones crea competencia global, y no sólo para productos sino también para servicios que no se embalan en cajones.

El de la nueva economía es un mundo en el cual la innovación es más importante que la producción masiva. Un mundo en el cual se invierte para comprar, no tanto ya máquinas nuevas, sino conceptos o los medios para crearlos. Un mundo donde la constante es el cambio rápido. Un mundo tan diferente de todo lo anterior como lo fue la era industrial de la era agrícola. Un mundo que trae una revolución.

Vista desde esta perspectiva, la nueva economía es muchísimo más que un puñado de empresas punto com. Por lo tanto, que haya explotado la burbuja del entusiasmo inicial que llevó a la creación de infinidad de emprendimientos de Internet con la ilusión de encontrar éxito rápido, no significa que haya fracasado.

La nueva economía no trabaja con acero ni con vidrio, como nuestros abuelos; trabaja con conocimiento.

Lo cierto es que ese giro hacia una economía de la información está redefiniendo la forma en que debemos pensar las épocas buenas y las épocas malas.

Lo que no sabemos

· No sabemos cómo medir esta nueva economía porque la productividad de una persona que debe tomar decisiones es más difícil de comprender que la productividad de alguien que ensambla automóviles.

· No sabemos cómo gerenciar las empresas de la nueva economía porque nadie le puede dictar lo que debe hacer a la persona que ha sido autorizada a tomar decisiones.

· No sabemos cómo competir en ella, porque la información se difunde con tanta facilidad que ya ninguna entidad tiene la exclusividad sobre nada: los supermercados tienen bancos y las estaciones de servicio tienen bares y venden pan; los autos se pueden comprar ahora desde el escritorio de nuestra propia casa. Casi todos pueden hacer de todo y ni siquiera el cielo es el límite.

· No sabemos cómo controlarla, ni siquiera si habría que pensar que necesita control.

· Pero por encima de todo, no sabemos hasta dónde llegará esta revolución.

Lo que sí sabemos

Los tiempos que se viven son activos y comprometedores.
Los negocios nunca estuvieron más expuestos a cambios imprevisibles.
La tecnología se ha filtrado en todos los ámbitos y avanza tan rápido que pocos tienen la velocidad, la voluntad o la capacidad para seguirle el paso.
Para tener una idea de esta aceleración de la velocidad es interesante recordar, por ejemplo, lo siguiente:

El teléfono tardó 35 años en alcanzar 25% de los hogares en EE.UU., la televisión necesitó 26 para lograr lo mismo, la radio 22 y la PC sólo 16. A Internet le han bastado siete años.

En 1946, la primera computadora electrónica y digital del mundo (ENIAC) pesaba más de 30 toneladas métricas, medía 32 metros de frente pero tenía menos poder que una PC con chip Pentium IV. ENAC era capaz de manejar catorce multiplicaciones por segundo; Blue Gene, la nueva supercomputadora de IBM, hace casi mil billones (1 seguido de 15 ceros).

En este contexto, el (o la) CEO tiene menos sueldo y más inestabilidad. En 1982, un CEO promedio en Estados Unidos cobraba 42 veces más que un operario fabril. Hacia 1999 — en pleno apogeo del entusiasmo por las puntocom – llegó a ganar el equivalente a 475 veces un sueldo básico. Pero en 2000, en Estados Unidos las más grandes empresas despidieron a 40 de los 200 directores ejecutivos en ejercicio. Hacia fines de 2001, las remuneraciones totales de los altos ejecutivos habían bajado alrededor de 30%.

Hoy, en plena época recesiva, las quiebras se multiplican, especialmente en los sectores de clase media. De 313.000 en 1980 treparon a 1.281.000 en 1999. Dos tercios de las presentaciones corresponden a profesionales que se quedaron sin trabajo y no pudieron hallar otro. La tendencia parece mantenerse en el bienio 2000-1.

Paralelamente, en 1990, había 1.300.000 millonarios en EE.UU; en 1999, había cinco millones (lo que equivale a un aumento de 285%). Y los “multi” millonarios, entre 1981 y 2000, crecieron en número de trece a 298 ( o sea un aumento monstruoso de 2.192%).

Al empezar el siglo XX, diez de las doce mayores empresas estadounidenses vendían productos primarios o poco elaborados; entre ellas figuraban American Cotton Oil, American Steel, American Sugar Refining, Continental Tobacco y Federal Steel.

Cien años después, las 12 mayores empresas estadounidenses se ocupan de finanzas, servicios, comunicaciones y manufactura de productos de tecnología muy compleja. Entre ellas figuran AT&T, Citigroup, Ford, General Electric, General Motors, IBM y Wal-Mart (la cadena minorista que se menciona como la empresa más grande del mundo).

Como conclusión, es preciso decir que la nueva economía ni ha desaparecido ni va a desaparecer. Es sólo que, con el mundo entero en recesión, avanza con más lentitud y cautela. Quienes tienen la responsabilidad de manejar empresas hoy deben tomar muchísimas decisiones importantes y hacer los mayores esfuerzos por no tomar el camino equivocado. Porque cuentan con menos tiempo para desandar caminos y con menos medios para invertir mal.

Por eso se ve, en todas partes, desorientación, cautela, indecisión y miedo.

Desde una óptica positiva podría decirse que es el momento ideal para los imaginativos y los audaces.

Hace tres o cuatro años los titulares de los diarios anunciaban “un nuevo mundo de negocios” y provocaron una corrida hacia la Internet, donde se habían producido algunos casos de éxitos grandiosos y repentinos. Las empresas tradicionales hicieron todo tipo de esfuerzo para “colgarse” de la Red. Toda inversión parecía poca, se pensaba, porque luego los dividendos compensarían con creces los sacrificios. Luego explotó la burbuja, desaparecieron emprendimientos a montones y se expandió el recelo en el ánimo de mucha gente de empresa.

Ni calva ni con dos pelucas

Pero allí ocurrió simplemente lo que ocurre siempre con algo nuevo. El medio era nuevo y sobrevivieron los pocos que se manejaron con más astucia y prudencia.

Pero más allá de éxitos o fracasos, queda esto: Internet – que permite superar distancias de espacio y de tiempo – ha llegado para quedarse y para modificarlo todo: planes, métodos de acción, modos de trabajar…todo. Los gurúes deben analizar una masa increíble de datos contradictorios que los obligan a aventurarse en territorios que les son desconocidos. El derrumbe masivo de las puntocom de ninguna manera significa que todo está perdido. La Internet no es ni dios ni el diablo, es un nuevo engendro lleno de posibilidades para el individuo y, sobre todo, para las empresas. Pero hay que animársele con prudencia y a la vez con espíritu innovador.

El quinquenio 2002-06 estará, seguramente, signado por un espíritu innovador.

Qué es nueva economía

Nueva economía es mucho más que Internet, es un nuevo paradigma. Cuando hablamos de nueva economía hablamos de un mundo en el cual la gente trabaja con el cerebro y no con las manos. Un mundo en el cual la tecnología de las comunicaciones crea competencia global, y no sólo para productos sino también para servicios que no se embalan en cajones.

El de la nueva economía es un mundo en el cual la innovación es más importante que la producción masiva. Un mundo en el cual se invierte para comprar, no tanto ya máquinas nuevas, sino conceptos o los medios para crearlos. Un mundo donde la constante es el cambio rápido. Un mundo tan diferente de todo lo anterior como lo fue la era industrial de la era agrícola. Un mundo que trae una revolución.

Vista desde esta perspectiva, la nueva economía es muchísimo más que un puñado de empresas punto com. Por lo tanto, que haya explotado la burbuja del entusiasmo inicial que llevó a la creación de infinidad de emprendimientos de Internet con la ilusión de encontrar éxito rápido, no significa que haya fracasado.

La nueva economía no trabaja con acero ni con vidrio, como nuestros abuelos; trabaja con conocimiento.

Lo cierto es que ese giro hacia una economía de la información está redefiniendo la forma en que debemos pensar las épocas buenas y las épocas malas.

Lo que no sabemos

· No sabemos cómo medir esta nueva economía porque la productividad de una persona que debe tomar decisiones es más difícil de comprender que la productividad de alguien que ensambla automóviles.

· No sabemos cómo gerenciar las empresas de la nueva economía porque nadie le puede dictar lo que debe hacer a la persona que ha sido autorizada a tomar decisiones.

· No sabemos cómo competir en ella, porque la información se difunde con tanta facilidad que ya ninguna entidad tiene la exclusividad sobre nada: los supermercados tienen bancos y las estaciones de servicio tienen bares y venden pan; los autos se pueden comprar ahora desde el escritorio de nuestra propia casa. Casi todos pueden hacer de todo y ni siquiera el cielo es el límite.

· No sabemos cómo controlarla, ni siquiera si habría que pensar que necesita control.

· Pero por encima de todo, no sabemos hasta dónde llegará esta revolución.

Lo que sí sabemos

Los tiempos que se viven son activos y comprometedores.
Los negocios nunca estuvieron más expuestos a cambios imprevisibles.
La tecnología se ha filtrado en todos los ámbitos y avanza tan rápido que pocos tienen la velocidad, la voluntad o la capacidad para seguirle el paso.
Para tener una idea de esta aceleración de la velocidad es interesante recordar, por ejemplo, lo siguiente:

El teléfono tardó 35 años en alcanzar 25% de los hogares en EE.UU., la televisión necesitó 26 para lograr lo mismo, la radio 22 y la PC sólo 16. A Internet le han bastado siete años.

En 1946, la primera computadora electrónica y digital del mundo (ENIAC) pesaba más de 30 toneladas métricas, medía 32 metros de frente pero tenía menos poder que una PC con chip Pentium IV. ENAC era capaz de manejar catorce multiplicaciones por segundo; Blue Gene, la nueva supercomputadora de IBM, hace casi mil billones (1 seguido de 15 ceros).

En este contexto, el (o la) CEO tiene menos sueldo y más inestabilidad. En 1982, un CEO promedio en Estados Unidos cobraba 42 veces más que un operario fabril. Hacia 1999 — en pleno apogeo del entusiasmo por las puntocom – llegó a ganar el equivalente a 475 veces un sueldo básico. Pero en 2000, en Estados Unidos las más grandes empresas despidieron a 40 de los 200 directores ejecutivos en ejercicio. Hacia fines de 2001, las remuneraciones totales de los altos ejecutivos habían bajado alrededor de 30%.

Hoy, en plena época recesiva, las quiebras se multiplican, especialmente en los sectores de clase media. De 313.000 en 1980 treparon a 1.281.000 en 1999. Dos tercios de las presentaciones corresponden a profesionales que se quedaron sin trabajo y no pudieron hallar otro. La tendencia parece mantenerse en el bienio 2000-1.

Paralelamente, en 1990, había 1.300.000 millonarios en EE.UU; en 1999, había cinco millones (lo que equivale a un aumento de 285%). Y los “multi” millonarios, entre 1981 y 2000, crecieron en número de trece a 298 ( o sea un aumento monstruoso de 2.192%).

Al empezar el siglo XX, diez de las doce mayores empresas estadounidenses vendían productos primarios o poco elaborados; entre ellas figuraban American Cotton Oil, American Steel, American Sugar Refining, Continental Tobacco y Federal Steel.

Cien años después, las 12 mayores empresas estadounidenses se ocupan de finanzas, servicios, comunicaciones y manufactura de productos de tecnología muy compleja. Entre ellas figuran AT&T, Citigroup, Ford, General Electric, General Motors, IBM y Wal-Mart (la cadena minorista que se menciona como la empresa más grande del mundo).

Como conclusión, es preciso decir que la nueva economía ni ha desaparecido ni va a desaparecer. Es sólo que, con el mundo entero en recesión, avanza con más lentitud y cautela. Quienes tienen la responsabilidad de manejar empresas hoy deben tomar muchísimas decisiones importantes y hacer los mayores esfuerzos por no tomar el camino equivocado. Porque cuentan con menos tiempo para desandar caminos y con menos medios para invertir mal.

Por eso se ve, en todas partes, desorientación, cautela, indecisión y miedo.

Desde una óptica positiva podría decirse que es el momento ideal para los imaginativos y los audaces.

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