<p>Del mismo modo, es conveniente pensar cuáles son las fortalezas propias, pero también las de la compañía, para poder avanzar sobre ellas y construir soluciones y estrategias a los problemas que se presentan en la actualidad. Para esto es fundamental empezar a pensar la empresa desde una perspectiva nueva y más fresca, de manera creativa y hábil, con mayor flexibilidad y focalizándonos en los objetivos que queremos alcanzar a corto, mediano y largo plazo.</p>
<p>Cambiar el rumbo de una compañía supone reencuadrar y clarificar las metas, para luego llevarlas a la práctica de forma exitosa. Es así como dejaremos al descubierto incongruencias entre pensamientos y acciones que nos perjudicaban, y que anclaban a la compañía, en lugar de hacerla avanzar favorablemente.</p>
<p>Esta es la manera de crear una oportunidad que se plasme en la gestión cotidiana y de encarar un desafío que nos mueva más allá de las limitaciones, para ampliar los campos de acción. El aprendizaje será continuo y retroalimentará el crecimiento de la empresa. <br />
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<p><strong><em>Por Susana Grimaldi</em></strong>, <em>Directora de Fundación Quantum</em> (<br />
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<p>Muchas veces nos encontramos en una situación que consideramos sin salida. Reconocemos que necesitamos un cambio, un giro sustancial –o a veces mínimo pero efectivo– y, sin embargo, desconocemos hacia dónde orientar la transformación. Es decir que no estamos conformes con el estado actual, pero no sabemos cómo llegar al estado deseado e incluso, a veces, ignoramos cuál es ese estado al que aspiramos llegar.</p>
<p>“Esto así no va”, solemos decir. Pero no sabemos cómo hacerlo funcionar mejor y a través de qué herramientas. Descubrir dónde estamos y hacia dónde queremos ir es un ejercicio que nos ayudará a tomar las decisiones correctas en los momentos adecuados, utilizando todos los recursos que nos son propios.</p>
<p>Un buen comienzo para salir de este círculo es identificar y cambiar las creencias limitantes con respecto a la compañía y sus logros. Para esto es esencial hacer una autoevaluación en la que podamos reconocer hábitos de pensamientos que nos restringen, para revertirlos por otros que nos permitan avanzar de manera efectiva. En este aspecto es clave analizar cuáles son los miedos y los bloqueos que nos llevan a la inacción.</p>
<p>También es necesario que nos cuestionemos si estamos estableciendo metas atractivas y conformes a los valores de la empresa, y si proyectamos planes de acción congruentes, poderosos y posibles de alcanzar. Todo esto, sin perder de vista la sintonía y la confianza con los clientes, ni la excelencia de la empresa.</p>
<p>El paso siguiente es utilizar como modelo los logros concretos de los que tenemos referencia, en base a la experiencia propia. A menudo, operamos en piloto automático y no somos concientes de este bagaje que tenemos incorporado. Por este motivo, es preciso que nos preguntemos cómo logramos los objetivos propuestos anteriormente, cómo resolvimos viejos conflictos empresariales y de qué manera construimos nuestro liderazgo en la empresa. Esta es una manera de abandonar la inercia para empezar a tomar las riendas de este cambio.</p><p>Por otro lado, es necesario que reconozcamos qué valores operan en nosotros como generadores de motivación. Esto nos permitirá actuar de acuerdo a nuestro propio plan de acción para diseñar el futuro y, a su vez, será el puntapié para alcanzar mayor productividad y un desempeño más alto y consistente para la compañía.</p><p>Como consecuencia de estas acciones, ganaremos confianza, y estaremos generando un proceso para alcanzar las metas, no solo a niveles prácticos y comerciales, sino también en lo que respecta a las relaciones personales, que son el motor que impulsa a la empresa. No podemos negar que necesitamos relaciones satisfactorias para conseguir una mayor eficiencia y bienestar del personal.</p><p>A través de este cambio de perspectiva, lograremos beneficios organizacionales y en los negocios, porque evidenciaremos el compromiso de la empresa para el desarrollo de su gente. Además, estaremos apostando a un mejor desempeño individual y a un óptimo trabajo en equipo, favoreciendo una cultura organizacional de apoyo con una moral alta. Respecto de esto, será importante pensar en conservar a los empleados clave, evitando así costos de capacitación, pérdida de información de la empresa transmitida a la competencia y caída de la productividad cuando se va el personal.</p><p> </p><p> </p>