<p>En una concepción afín a la religiosidad norteamericana, el autor de “Las mil y una luces de Nueva York” (1984), hoy con 55 años, sostiene: “Madoff simboliza los pecados de Wall Street y se vuelve contra ella para castigarla junto con tantos delincuentes de guante blanco que la pueblan”.</p>
<p>En otros términos, McInerney dice que “los excesos de codicia, en perjuicio de países enteros exigían un chivo emisario, como lo fueron Milken e Ivan Boesky con sus bonos chatarra hace veintidós años”. Madoff era ideal para ese papel.</p>
<p>Por un lado, “es un estafador por excelencia, que perfeccionó los esquemas de Carlos Ponzi (1925/8) y Roberto Vesco (1968). Pero no llegó a las complejas maniobras de banqueros y ejecutivos que ahora el gobierno rescata, a costa del contribuyente, por una suma casi veinte veces superior a los US$ 50.000 de Madoff”.</p>
<p>Gente como Maurice Greenberg (AIG), John Thain (Merrill Lynch) o Robert Fuld (Lehman Brothers) “ha cobrado escandalosas bonificaciones mientras hundían el barco. Pero la vindicta pública se descarga sobre un mero estafador”. En realidad, cree el escritor, se rata de “una vendetta catártica, desatada mientras Estados Unidos está en recesión. Wall Street la comparte como abstracción y eso la acerca a los conflictos de clase comunes en Europa o Latinoamérica”. <br />
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Bernard Madoff es el verdadero ícono de Wall Street
Eso sostiene Jay McInerney, un escritor conocido por sus libros sobre los yuppies y los excesos especulativos de los años 80. Sólo que el megaestafador ya no es un young urban professional, sino un Carlo Ponzi o un Michael Milken agrandados.