Alimentos y polución

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Los alimentos que viajan de una punta a la otra del mundo para que los consumidores disfruten de productos exóticos o de contraestación, contribuyen a aumentar la polución ambiental con el combustible de aviones y barcos. Europa pide impuestos.

El bacalao pescado en aguas noruegas va por barco a China para ser convertido
en filetes y luego vuelve a Noruega para la venta. Limones argentinos llenan las
góndolas en la Costa cítrica de España mientras los limones
locales se pudren en la tierra. La mitad de las arvejas de Europa crecen y se
envasan en Kenia. En Estados Unidos FreshDirect ha dicho que la temporada
del kiwi se prolonga a todo el año, ahora que Italia ha convertido en el
principal productor de la fruta neozelandesa.

Los alimentos se vienen trasladando por el mundo desde que los europeos llevaron
a su continente té de la China, pero nunca a la velocidad o en las cantidades
de los últimos años. Pero ahora los consumidores de todo el mundo
— países ricos pero también países en desarrollo – quieren
disponer de sus alimentos favoritos en todo momento, cualquiera sea la estación
del año o el lugar donde se produzcan.

Las redes globales de transporte, cada día más eficientes, han facilitado
el traslado de alimentos desde lugares remotos, donde los costos laborales son
más bajos. Y la penetración de los mega-mercados en naciones desde
la China hasta México que rodean el mundo – como Wal Mart, Carrefour y
Tesco – ha acelerado la tendencia.
Pero semejante fiesta tiene un costo: polución, especialmente el dióxido
de carbono, principal gas de invernadero, que se origina con el transporte de
los alimentos.

Según acuerdos comerciales de larga data, el combustible que se utiliza
en transporte de carga internacional por mar o aire no paga impuestos. Pero ahora,
muchos economistas, defensores del ambiente y políticos dicenq ue es hora
de que se grave la actividad que contamina, mediante impuestos y otras medidas.

Este año, la Comisión Europea en Bruselas anunció que todos
los vuelos de cargahacia y desde la Unión europea quedarían incluidos
en el programa de emisiones del bloque comercial para 2012, lo cual significa
que tendrán que comprar permisos por la polución que generan.

La comisión está negociando con la organización global de
embarques, la International Maritime Organization, sobre varias alternativas para
reducir los gases de invernadero. Si no encuentran solución para fin de
año, la carga marítima también será incluida en el
programa deuropeo de emisiones comerciales, dijo Barbara Helferrich, vocera del
Directorio Ambiental de la Comisión Europea. “Estamos verdaderamente
dispuestos a hacer que todos reduzcan sus emisiones, o que paguen de algún
modo”, dijo.

La Unión Europea, mayor importador de alimentos del mundo, aumentó
20% sus importaciones en los últimos cinco años. El valor de la
fruta y vegetales frescos que compra en Estados Unidos se duplicó entre
2000 y 2006.
Según un tratado internacional bastante poco conocido llamado Convention
on International Civil Aviation, firmado en Chicago en 1944 para ayudar a la naciente
industria aérea, el combustible para viajes aéreos de transporte
de alimentos, está exento de impuestos, a diferente de camiones, autos
y autobuses. Tampoco se grava el combustible para barcos de carga.

Hoy muchos proponen terminar con las exenciones para asegurar que productores
y consumidores paguen por el costo ambiental de los alimentos que viajan desde
lejos.

Pero representantes del negocio alimentario y del transporte dicen que el tema
es más complicado. El debate ha puesto a algunas empresas a la defensiva.
Una de ellas, Tesco, la más grande cadena de supermercados de Gran Bretaña
y conocida como promotora de iniciativas verdes.

Algunas de esas empresas dicen que están trabajando para limitar los gases
de invernadero producidos por sus empresas pero que el tema es cómo hacerlo.
Se oponen a los impuestos y proponen en cambio educar a los consumidores. Tesco,
por ejemplo, está introduciendo un sistema de etiquetado que da información
sobre la polución ocasionada mediante el transporte del producto.

Algunos productos que viajan largas distancias pueden en realidad tener una ventaja
ambiental sobre productos locales. Por ejemplo, las flores cultivadas en los trópicos
en lugar de en invernaderos europeos calentados con energía.

El bacalao pescado en aguas noruegas va por barco a China para ser convertido
en filetes y luego vuelve a Noruega para la venta. Limones argentinos llenan las
góndolas en la Costa cítrica de España mientras los limones
locales se pudren en la tierra. La mitad de las arvejas de Europa crecen y se
envasan en Kenia. En Estados Unidos FreshDirect ha dicho que la temporada
del kiwi se prolonga a todo el año, ahora que Italia ha convertido en el
principal productor de la fruta neozelandesa.

Los alimentos se vienen trasladando por el mundo desde que los europeos llevaron
a su continente té de la China, pero nunca a la velocidad o en las cantidades
de los últimos años. Pero ahora los consumidores de todo el mundo
— países ricos pero también países en desarrollo – quieren
disponer de sus alimentos favoritos en todo momento, cualquiera sea la estación
del año o el lugar donde se produzcan.

Las redes globales de transporte, cada día más eficientes, han facilitado
el traslado de alimentos desde lugares remotos, donde los costos laborales son
más bajos. Y la penetración de los mega-mercados en naciones desde
la China hasta México que rodean el mundo – como Wal Mart, Carrefour y
Tesco – ha acelerado la tendencia.
Pero semejante fiesta tiene un costo: polución, especialmente el dióxido
de carbono, principal gas de invernadero, que se origina con el transporte de
los alimentos.

Según acuerdos comerciales de larga data, el combustible que se utiliza
en transporte de carga internacional por mar o aire no paga impuestos. Pero ahora,
muchos economistas, defensores del ambiente y políticos dicenq ue es hora
de que se grave la actividad que contamina, mediante impuestos y otras medidas.

Este año, la Comisión Europea en Bruselas anunció que todos
los vuelos de cargahacia y desde la Unión europea quedarían incluidos
en el programa de emisiones del bloque comercial para 2012, lo cual significa
que tendrán que comprar permisos por la polución que generan.

La comisión está negociando con la organización global de
embarques, la International Maritime Organization, sobre varias alternativas para
reducir los gases de invernadero. Si no encuentran solución para fin de
año, la carga marítima también será incluida en el
programa deuropeo de emisiones comerciales, dijo Barbara Helferrich, vocera del
Directorio Ambiental de la Comisión Europea. “Estamos verdaderamente
dispuestos a hacer que todos reduzcan sus emisiones, o que paguen de algún
modo”, dijo.

La Unión Europea, mayor importador de alimentos del mundo, aumentó
20% sus importaciones en los últimos cinco años. El valor de la
fruta y vegetales frescos que compra en Estados Unidos se duplicó entre
2000 y 2006.
Según un tratado internacional bastante poco conocido llamado Convention
on International Civil Aviation, firmado en Chicago en 1944 para ayudar a la naciente
industria aérea, el combustible para viajes aéreos de transporte
de alimentos, está exento de impuestos, a diferente de camiones, autos
y autobuses. Tampoco se grava el combustible para barcos de carga.

Hoy muchos proponen terminar con las exenciones para asegurar que productores
y consumidores paguen por el costo ambiental de los alimentos que viajan desde
lejos.

Pero representantes del negocio alimentario y del transporte dicen que el tema
es más complicado. El debate ha puesto a algunas empresas a la defensiva.
Una de ellas, Tesco, la más grande cadena de supermercados de Gran Bretaña
y conocida como promotora de iniciativas verdes.

Algunas de esas empresas dicen que están trabajando para limitar los gases
de invernadero producidos por sus empresas pero que el tema es cómo hacerlo.
Se oponen a los impuestos y proponen en cambio educar a los consumidores. Tesco,
por ejemplo, está introduciendo un sistema de etiquetado que da información
sobre la polución ocasionada mediante el transporte del producto.

Algunos productos que viajan largas distancias pueden en realidad tener una ventaja
ambiental sobre productos locales. Por ejemplo, las flores cultivadas en los trópicos
en lugar de en invernaderos europeos calentados con energía.

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