La otra, es que siendo momentos difíciles en la vida cotidiana, la contemplación y el placer del disfrute del arte se valoran más y hasta se hacen necesarios a la manera de un “salvavidas emocional”.
Esta situación hace que estemos viendo al arte traspasar sus fronteras más tradicionales, advierte Trendsity la consultora de marketing que dirige Mariela Mociulsky. Se estima que luego del COVID, vendrán tiempos de búsqueda de disfrute, belleza y creatividad y se avanzará en la recuperación del espacio público para el arte, una dimensión que muchas veces quedó de lado a favor de los espacios cerrados de exhibición.
Ya encontramos artistas que llevaron sus obras a las calles y las expusieron en lugares poco frecuentes como ferias y mercados, en un intento también de acercarse y proponer un diálogo con las personas que no se da tan fluidamente en los rituales más institucionalizados de contemplación del arte. Piezas de nuevos artistas o de algunos ya consagrados, suman valor agregado a los desarrollos inmobiliarios premium: cada vez es más común encontrarlos en palieres, espacios comunes o fachadas. De esta manera se produce un win win, son nuevos espacios para los artistas (cuyos ingresos se vieron seriamente afectados por las cuarentenas) y sus obras revalorizan el real estate. Otros artistas, con el pretexto de generar un “testimonio de este tiempo vivido” promovieron espacios como el “Primer concurso independiente de puertas intervenidas durante la cuarentena“. Algunos otros ellos se lanzaron a intervenir vajilla, souvenirs o alfombras.
Esta expansión del universo artístico también llega a la relación con el marketing y las marcas intensificando el vínculo. Por ejemplo, un territorio donde ese intercambio ha sido históricamente fluido es el del vino, desde la intervención de etiquetas a barricas. Con la pandemia hemos visto a artistas fomentar iniciativas como la realización de pequeñas obras que se podían comprar por internet y ser acompañadas por dos vinos y una cena, o la serie web “¿A qué sabe el arte?” intenta fomentar la coctelería como una disciplina artística capaz de traducir emociones mediante sabores.
Sin duda, integrar el arte a otras propuestas es una forma de nutrición cultural, de valor agregado pero también de nuevos espacios de visibilidad y de ingresos para los artistas.