Racionalidad de la teoría del caos

En un mundo interconectado, los pequeños cambios rápidamente inundan todo el sistema. Los ensayos de mercado son limitados: no pueden probar todas las variables existentes en el mundo real.

5 agosto, 2000

La teoría del caos dice que un cambio pequeño introducido a un sistema complejo puede generar un resultado importante e impredecible: en consecuencia es perfectamente probable que el aleteo de una mariposa en Beijing pueda generar una corriente de aire capaz de cambiar el clima de Carolina del Norte.

“Por falta de un clavo se perdió un reino”. Esa frase definía a la teoría del caos antes de que existiera como teoría.

Se puede conocer a fondo la filosofía comercial de Bill Gates aplicando la teoría del caos. Ayuda a explicar por qué Microsoft invierte en tantos negocios diferentes, por qué –aparentemente al azar– coloca US$ 150 millones en una de sus empresas rivales (Apple Computer), lanza una revista política como Slate destinada a los intelectuales, cierra nuevas asociaciones con la NBC y adquiere tantas participaciones menores en emprendimientos de alta tecnología y sitios de la Web. ¿Busca Gates ser dueño del mundo?

Lo más probable es que no quiera que el aleteo de una mariposa genere una corriente de aire capaz de perturbar su reino.

El profesor Michael Cusumano, del Massachusetts Institute of Technology, es coautor de Microsoft Secrets, un libro de 1995 que describe la estrategia de la empresa en el terreno tecnológico. Explica por qué Gates sigue un patrón de inversiones en apariencia regido por el azar.

“En una era en la que el futuro es incierto –dice Cusumano– ellos parecen arrojar cosas y dejar que el mercado decida”.

Compárese esto con el viejo estilo de marketing aplicado a la diversificación y los productos: antes de lanzar una nueva idea al mercado era necesario probarla acabadamente. Un proceso de simulación por computadora analizaba los resultados de una exhaustiva investigación de mercado y determinaba las probabilidades de éxito.

El último paso consistía en colocar con cautela el producto en mercados de prueba cuidadosamente seleccionados, analizar los datos y, con esa información, decidir si habría de presentarse o no el nuevo producto.

Este es un proceso correcto si lo que sobra es tiempo. Pero, en la sociedad del silicio, tiempo libre es precisamente lo que escasea. Todo se mueve a un ritmo vertiginoso. Si no observe con qué rapidez una antigua firma como Wang pasó de ser el líder absoluto del mercado a presentar quiebra.

En un mundo interconectado, los pequeños cambios se abren paso rápidamente e inundan todo el sistema. Los ensayos de mercado son limitados porque no pueden probar todas las variables que existen en el mundo real.

Es precisamente en este punto donde hacen su ingreso las inversiones aparentemente aleatorias de Gates. A pesar de su enorme talento, Microsoft no puede probar todas las variables. Entonces forma alianzas con las personas inteligentes que hacen cosas que Microsoft no puede hacer o no está haciendo.

En ese mundo, la improvisación pasa a ser más importante que la planificación.

Kathleen Eisenhardt, profesora de la Universidad de Stanford y coautora junto a Shona Brown, de McKinsey, de Competing on the Edge: Strategy as Structured Chaos, un libro de reciente aparición, dice: “De lo que se trata es de llegar antes a un nuevo mercado y apoderarse de la participación cuando las ganancias todavía son jugosas”.

Procter & Gamble prácticamente inventó el viejo estilo metódico y cuidadoso de desarrollar productos. La compañía solía invertir entre 12 y 18 meses para probar un producto antes de lanzarlo. Este plazo hoy se ha reducido a tres o cuatro meses.

Todos los pasos que ha dado Gates son más sondeos que verdaderas inversiones. Es necesario tener muchos sondeos dando vueltas porque, de lo contrario, alguien puede contraatacarlo desde donde uno menos lo espera, tal como estuvo a punto de sucederle a Microsoft con la Internet.

Gates admite que su empresa no estaba prestando la debida atención cuando la Internet comenzó su despegue: Netscape Communications desembarcó inesperadamente con un software sencillo para mirar las páginas de la Internet.

Cuando por fin se despertó y descubrió que no tenía un producto, Microsoft firmó un acuerdo de licencia con el fabricante de software para Internet Spyglass para tratar de poner un pie adentro de este negocio. No era posible darse el lujo de esperar el tiempo necesario para desarrollar su propio producto.

Microsoft mejoró el software de Spyglass: hoy el browser Explorer es, en muchos aspectos, superior al de Netscape.

Esta es la razón por la que Microsoft están apostando en tantas direcciones distintas y en ocasiones contradictorias.

La compresión de video es una tecnología crítica para que la Internet pueda competir como aspira con la televisión. Y para asegurarse de no quedar afuera de este negocio, Microsoft ha abrazado tres tecnologías de video diferentes: compró una de ellas adquiriendo a su desarrollador y obtuvo la licencia de las otras dos. En un mundo caótico, es común que protejamos nuestras apuestas. “De ahí la importancia de los sondeos”.

¿Es el cable la gran ola del futuro? Por las dudas, Microsoft invirtió ya US$ 1.000 millones en la empresa de cable Comcast. Al suponer que Gates había apostado al cable, el mercado dio un fuerte impulso a las acciones de las empresas de cable.

Pero lo más probable, en realidad, es que Gates solo estuviera realizando una inversión tentativa, un sondeo muy sólido.

Pocos meses después, Microsoft prometió trabajar con un consorcio de empresas telefónicas que estaban desarrollando un acceso de banda ancha a la Internet a través de las líneas telefónicas. Sin duda pensó que en ese terreno también era interesante realizar un sondeo.

Pero Gates no es el único empresario que está sondeando los pequeños cambios que podrían resultar gigantes. Intel tiene una cartera de inversiones de US$ 750 millones destinados a 125 pequeñas empresas.

Intel espera, por supuesto, que algunas de estas inversiones se conviertan en los ganadores del futuro, pero la principal razón de este desembolso es estar atento a todo lo que sucede en el mercado.

Intel ha invertido en CyberCash, empresa dedicada a desarrollar un sistema electrónico de pagos, en CNET dedicada a los servicios de noticias on line y en On-Live! que ha creado un espacio para el “chateo” con tres herramientas tridimensionales.

Es poco probable que Intel quiera dedicarse a estos negocios, pero lo que suceda en ellos puede tener una gran influencia en su empresa de chips. Estas inversiones alejan la posibilidad de que la compañía tenga un flanco vulnerable.

Silicon Valley no es el único lugar en el que la gente inteligente está consciente o inconscientemente reconociendo qué significa la teoría del caos para los negocios.

La moda es uno de los territorios más caóticos que existen. Gap, una de las empresas más talentosas de este rubro, se ha convertido en un verdadero genio a la hora de improvisar y de utilizar las computadoras para detectar las primeras señales del cambio.

La teoría del caos dice que un cambio pequeño introducido a un sistema complejo puede generar un resultado importante e impredecible: en consecuencia es perfectamente probable que el aleteo de una mariposa en Beijing pueda generar una corriente de aire capaz de cambiar el clima de Carolina del Norte.

“Por falta de un clavo se perdió un reino”. Esa frase definía a la teoría del caos antes de que existiera como teoría.

Se puede conocer a fondo la filosofía comercial de Bill Gates aplicando la teoría del caos. Ayuda a explicar por qué Microsoft invierte en tantos negocios diferentes, por qué –aparentemente al azar– coloca US$ 150 millones en una de sus empresas rivales (Apple Computer), lanza una revista política como Slate destinada a los intelectuales, cierra nuevas asociaciones con la NBC y adquiere tantas participaciones menores en emprendimientos de alta tecnología y sitios de la Web. ¿Busca Gates ser dueño del mundo?

Lo más probable es que no quiera que el aleteo de una mariposa genere una corriente de aire capaz de perturbar su reino.

El profesor Michael Cusumano, del Massachusetts Institute of Technology, es coautor de Microsoft Secrets, un libro de 1995 que describe la estrategia de la empresa en el terreno tecnológico. Explica por qué Gates sigue un patrón de inversiones en apariencia regido por el azar.

“En una era en la que el futuro es incierto –dice Cusumano– ellos parecen arrojar cosas y dejar que el mercado decida”.

Compárese esto con el viejo estilo de marketing aplicado a la diversificación y los productos: antes de lanzar una nueva idea al mercado era necesario probarla acabadamente. Un proceso de simulación por computadora analizaba los resultados de una exhaustiva investigación de mercado y determinaba las probabilidades de éxito.

El último paso consistía en colocar con cautela el producto en mercados de prueba cuidadosamente seleccionados, analizar los datos y, con esa información, decidir si habría de presentarse o no el nuevo producto.

Este es un proceso correcto si lo que sobra es tiempo. Pero, en la sociedad del silicio, tiempo libre es precisamente lo que escasea. Todo se mueve a un ritmo vertiginoso. Si no observe con qué rapidez una antigua firma como Wang pasó de ser el líder absoluto del mercado a presentar quiebra.

En un mundo interconectado, los pequeños cambios se abren paso rápidamente e inundan todo el sistema. Los ensayos de mercado son limitados porque no pueden probar todas las variables que existen en el mundo real.

Es precisamente en este punto donde hacen su ingreso las inversiones aparentemente aleatorias de Gates. A pesar de su enorme talento, Microsoft no puede probar todas las variables. Entonces forma alianzas con las personas inteligentes que hacen cosas que Microsoft no puede hacer o no está haciendo.

En ese mundo, la improvisación pasa a ser más importante que la planificación.

Kathleen Eisenhardt, profesora de la Universidad de Stanford y coautora junto a Shona Brown, de McKinsey, de Competing on the Edge: Strategy as Structured Chaos, un libro de reciente aparición, dice: “De lo que se trata es de llegar antes a un nuevo mercado y apoderarse de la participación cuando las ganancias todavía son jugosas”.

Procter & Gamble prácticamente inventó el viejo estilo metódico y cuidadoso de desarrollar productos. La compañía solía invertir entre 12 y 18 meses para probar un producto antes de lanzarlo. Este plazo hoy se ha reducido a tres o cuatro meses.

Todos los pasos que ha dado Gates son más sondeos que verdaderas inversiones. Es necesario tener muchos sondeos dando vueltas porque, de lo contrario, alguien puede contraatacarlo desde donde uno menos lo espera, tal como estuvo a punto de sucederle a Microsoft con la Internet.

Gates admite que su empresa no estaba prestando la debida atención cuando la Internet comenzó su despegue: Netscape Communications desembarcó inesperadamente con un software sencillo para mirar las páginas de la Internet.

Cuando por fin se despertó y descubrió que no tenía un producto, Microsoft firmó un acuerdo de licencia con el fabricante de software para Internet Spyglass para tratar de poner un pie adentro de este negocio. No era posible darse el lujo de esperar el tiempo necesario para desarrollar su propio producto.

Microsoft mejoró el software de Spyglass: hoy el browser Explorer es, en muchos aspectos, superior al de Netscape.

Esta es la razón por la que Microsoft están apostando en tantas direcciones distintas y en ocasiones contradictorias.

La compresión de video es una tecnología crítica para que la Internet pueda competir como aspira con la televisión. Y para asegurarse de no quedar afuera de este negocio, Microsoft ha abrazado tres tecnologías de video diferentes: compró una de ellas adquiriendo a su desarrollador y obtuvo la licencia de las otras dos. En un mundo caótico, es común que protejamos nuestras apuestas. “De ahí la importancia de los sondeos”.

¿Es el cable la gran ola del futuro? Por las dudas, Microsoft invirtió ya US$ 1.000 millones en la empresa de cable Comcast. Al suponer que Gates había apostado al cable, el mercado dio un fuerte impulso a las acciones de las empresas de cable.

Pero lo más probable, en realidad, es que Gates solo estuviera realizando una inversión tentativa, un sondeo muy sólido.

Pocos meses después, Microsoft prometió trabajar con un consorcio de empresas telefónicas que estaban desarrollando un acceso de banda ancha a la Internet a través de las líneas telefónicas. Sin duda pensó que en ese terreno también era interesante realizar un sondeo.

Pero Gates no es el único empresario que está sondeando los pequeños cambios que podrían resultar gigantes. Intel tiene una cartera de inversiones de US$ 750 millones destinados a 125 pequeñas empresas.

Intel espera, por supuesto, que algunas de estas inversiones se conviertan en los ganadores del futuro, pero la principal razón de este desembolso es estar atento a todo lo que sucede en el mercado.

Intel ha invertido en CyberCash, empresa dedicada a desarrollar un sistema electrónico de pagos, en CNET dedicada a los servicios de noticias on line y en On-Live! que ha creado un espacio para el “chateo” con tres herramientas tridimensionales.

Es poco probable que Intel quiera dedicarse a estos negocios, pero lo que suceda en ellos puede tener una gran influencia en su empresa de chips. Estas inversiones alejan la posibilidad de que la compañía tenga un flanco vulnerable.

Silicon Valley no es el único lugar en el que la gente inteligente está consciente o inconscientemente reconociendo qué significa la teoría del caos para los negocios.

La moda es uno de los territorios más caóticos que existen. Gap, una de las empresas más talentosas de este rubro, se ha convertido en un verdadero genio a la hora de improvisar y de utilizar las computadoras para detectar las primeras señales del cambio.

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