Productividad y competitividad

Paul Krugman dice, en el apéndice de su libro Peddling Prosperity, que el concepto de competitividad es, en el mejor de los casos, problemático, y que muchas veces tiene poco que ver con productividad.

18 marzo, 2001

Paul Krugman, aclamado por muchos como el economista más aplaudido de su generación, cree que hay que plantearse tres preguntas sobre la relación entre productividad y competencia internacional.

La primera es qué pasa con un país cuya productividad es inferior a la de los países con los que comercia. Seguramente, dice, la visión más generalizada es que un país necesariamente va a sufrir si su productividad es inferior en todas las categorías a la de sus competidores. Después de todo – dice esta postura – si uno no es mejor que sus rivales en algo, ¿cómo podrá vender alguna cosa en los mercados mundiales?

La respuesta correcta, dice, es que ser menos productivo que los socios comerciales no plantea ningún problema especial. Claro que un país cuya productividad sea baja en todas las categorías no va a tener un alto nivel de vida, pero eso nada tiene que ver con que deba coexistir con naciones más productivas. En realidad, la posibilidad de comerciar con “competidores” más productivos mitiga, en lugar de exacerbar, las consecuencias de la baja productividad interna.

La segunda pregunta es bastante parecida, sólo que tomada desde el punto de vista del índice del cambio: qué pasa con un país cuyo crecimiento de la productividad es inferior al de sus rivales. La opinión general sobre esto es que, seguramente, un país en esas condiciones está en graves problemas. Porque, después de todo, una empresa que sistemáticamente no alcanza a igualar el aumento de productividad de sus competidoras no va a permanecer mucho tiempo con vida. Esto sugiere que un determinante crucial de la salud económica de Estados Unidos es nuestro índice de crecimiento de la productividad comparado con el de otras naciones.

La respuesta correcta, sin embargo, es que en gran medida el índice de crecimiento del nivel de vida de Estados Unidos es igual al índice de crecimiento de la productividad de Estados Unidos … nada más que eso. La rapidez con que crezca la productividad en otros países, y si nosotros estamos por delante o por detrás de los demás, es absolutamente irrelevante.

Finalmente, la tercer pregunta: Qué es más importante, ¿el crecimiento de la productividad en sectores que deben competir con extranjeros, o el crecimiento de la productividad en sectores que producen para los protegidos mercados nacionales? Aquí, otra vez la mayoría de la gente diría que es más importante aumentar la productividad de los sectores que deben competir internacionalmente; porque, dicen, son los sectores que deben equipararse con los rivales extranjeros.

Yo digo que la respuesta correcta es que por lo general importa para el nivel de vida de Estados Unidos, es la productividad general de los obreros de nuestro país. No importa si están compitiendo con extranjeros o produciendo sólo para el mercado interno. Esto tiene una consecuencia que contradice la opinión general: que la productividad del sector servicios es más importante que la productividad en el sector manufacturero. Para ser más precisos, como casi 70% del valor agregado en la economía estadounidense se produce en el sector servicios mientras que solamente 20 por ciento ocurre en la manufactura, el aumento de un punto porcentual en la productividad de los servicios equivale a casi tres veces y media más en la manufactura.

Estas son afirmaciones temerarias, dice Krugman, quien opta por refutarlas planteando casos hipotéticos.

Condensación de“Peddling Prosperity”
Economic Sense and Nonsense in the Age of Diminished Expectations
Paul Krugman

Paul Krugman, aclamado por muchos como el economista más aplaudido de su generación, cree que hay que plantearse tres preguntas sobre la relación entre productividad y competencia internacional.

La primera es qué pasa con un país cuya productividad es inferior a la de los países con los que comercia. Seguramente, dice, la visión más generalizada es que un país necesariamente va a sufrir si su productividad es inferior en todas las categorías a la de sus competidores. Después de todo – dice esta postura – si uno no es mejor que sus rivales en algo, ¿cómo podrá vender alguna cosa en los mercados mundiales?

La respuesta correcta, dice, es que ser menos productivo que los socios comerciales no plantea ningún problema especial. Claro que un país cuya productividad sea baja en todas las categorías no va a tener un alto nivel de vida, pero eso nada tiene que ver con que deba coexistir con naciones más productivas. En realidad, la posibilidad de comerciar con “competidores” más productivos mitiga, en lugar de exacerbar, las consecuencias de la baja productividad interna.

La segunda pregunta es bastante parecida, sólo que tomada desde el punto de vista del índice del cambio: qué pasa con un país cuyo crecimiento de la productividad es inferior al de sus rivales. La opinión general sobre esto es que, seguramente, un país en esas condiciones está en graves problemas. Porque, después de todo, una empresa que sistemáticamente no alcanza a igualar el aumento de productividad de sus competidoras no va a permanecer mucho tiempo con vida. Esto sugiere que un determinante crucial de la salud económica de Estados Unidos es nuestro índice de crecimiento de la productividad comparado con el de otras naciones.

La respuesta correcta, sin embargo, es que en gran medida el índice de crecimiento del nivel de vida de Estados Unidos es igual al índice de crecimiento de la productividad de Estados Unidos … nada más que eso. La rapidez con que crezca la productividad en otros países, y si nosotros estamos por delante o por detrás de los demás, es absolutamente irrelevante.

Finalmente, la tercer pregunta: Qué es más importante, ¿el crecimiento de la productividad en sectores que deben competir con extranjeros, o el crecimiento de la productividad en sectores que producen para los protegidos mercados nacionales? Aquí, otra vez la mayoría de la gente diría que es más importante aumentar la productividad de los sectores que deben competir internacionalmente; porque, dicen, son los sectores que deben equipararse con los rivales extranjeros.

Yo digo que la respuesta correcta es que por lo general importa para el nivel de vida de Estados Unidos, es la productividad general de los obreros de nuestro país. No importa si están compitiendo con extranjeros o produciendo sólo para el mercado interno. Esto tiene una consecuencia que contradice la opinión general: que la productividad del sector servicios es más importante que la productividad en el sector manufacturero. Para ser más precisos, como casi 70% del valor agregado en la economía estadounidense se produce en el sector servicios mientras que solamente 20 por ciento ocurre en la manufactura, el aumento de un punto porcentual en la productividad de los servicios equivale a casi tres veces y media más en la manufactura.

Estas son afirmaciones temerarias, dice Krugman, quien opta por refutarlas planteando casos hipotéticos.

Condensación de“Peddling Prosperity”
Economic Sense and Nonsense in the Age of Diminished Expectations
Paul Krugman

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