¿Peligra la excepción cultural del cine y el audiovisual?

Fue durante las negociaciones del GATTen los ‘90, cuando se planteó si la liberalización de los intercambios debía aplicarse a los bienes y servicios culturales. Francia opinó que no, pues la cultura no debe verse como producto comercial.

5 febrero, 2003

El principio de "excepción cultural" estipula que los bienes
culturales y audiovisuales de los países no pueden ser tratados en el seno
de la Organización Internacional del Comercio como si fueran manufacturas
industriales, como pretende desde hace años Estados Unidos. El tema alude
también a una importante cuestión económica. Con la explosión
de las nuevas tecnologías de comunicación, los bienes y servicios
culturales, lejos de ser actividades secundarias, se están convirtiendo
en un sector de extraordinario dinamismo.

El principio permite a los gobiernos subsidiar a sus industrias de cine, radio
y televisión y también imponer cuotas de importación a productos
culturales extranjeros. Propósito: impedir que Hollywood y otros gigantes
mundiales impongan su producción al mundo entero y ahoguen toda otra expresión
de cultura local.

La cuestión de excepción cultural volvió a plantearse durante
las últimas negociaciones de la OMC de noviembre de 1999 en Seattle, Estados
Unidos. Allí se manifestó la ofensiva americana sobre la liberalización
de los nuevos servicios audiovisuales, por ejemplo los relacionados con Internet
y todo lo relacionado con aparatos de producción y transmisión de
imagen y sonido. Películas, telefilms, discos, todo lo que cabe en la producción
de "contenidos" audiovisuales. El volumen de negocios de las grandes
empresas de este sector es impresionante.

Para la nueva ronda de negociaciones de la OMC, Estados Unidos (secundado por
Japón y otros países) pide que se reabra el debate sobre la excepción
cultural.

Esta semana, con el apoyo de Francia y Canadá, se reunieron en el Louvre
representantes de 35 países para preparar la defensa de la preservación
del principio de excepción cultural y solicitar que sea la UNESCO, y
no la OMC, la encargada de decidir sobre cuestiones culturales. Más tarde,
en el Palacio Elíseo, el presidente Jacques Chirac habló a los
participantes y directores de cine, actores y guionistas y respaldó los
objetivos de la reunión. Pero advirtió que les espera una nueva
batalla, porque "los campeones de la ilimitada liberalización comercial
están una vez más cerrando filas contra los que creen que los
trabajos creativos no pueden ser reducidos al rango de mercancías comunes".

En junio del año pasado Estados Unidos hizo una propuesta de no innovar
en el sector audiovisual, o sea, que no se ampliara la excepción cultural.
Este es un paso que en la práctica incluiría en las negociaciones
a las actividades audiovisuales relacionadas con Internet.

El principio de "excepción cultural" estipula que los bienes
culturales y audiovisuales de los países no pueden ser tratados en el seno
de la Organización Internacional del Comercio como si fueran manufacturas
industriales, como pretende desde hace años Estados Unidos. El tema alude
también a una importante cuestión económica. Con la explosión
de las nuevas tecnologías de comunicación, los bienes y servicios
culturales, lejos de ser actividades secundarias, se están convirtiendo
en un sector de extraordinario dinamismo.

El principio permite a los gobiernos subsidiar a sus industrias de cine, radio
y televisión y también imponer cuotas de importación a productos
culturales extranjeros. Propósito: impedir que Hollywood y otros gigantes
mundiales impongan su producción al mundo entero y ahoguen toda otra expresión
de cultura local.

La cuestión de excepción cultural volvió a plantearse durante
las últimas negociaciones de la OMC de noviembre de 1999 en Seattle, Estados
Unidos. Allí se manifestó la ofensiva americana sobre la liberalización
de los nuevos servicios audiovisuales, por ejemplo los relacionados con Internet
y todo lo relacionado con aparatos de producción y transmisión de
imagen y sonido. Películas, telefilms, discos, todo lo que cabe en la producción
de "contenidos" audiovisuales. El volumen de negocios de las grandes
empresas de este sector es impresionante.

Para la nueva ronda de negociaciones de la OMC, Estados Unidos (secundado por
Japón y otros países) pide que se reabra el debate sobre la excepción
cultural.

Esta semana, con el apoyo de Francia y Canadá, se reunieron en el Louvre
representantes de 35 países para preparar la defensa de la preservación
del principio de excepción cultural y solicitar que sea la UNESCO, y
no la OMC, la encargada de decidir sobre cuestiones culturales. Más tarde,
en el Palacio Elíseo, el presidente Jacques Chirac habló a los
participantes y directores de cine, actores y guionistas y respaldó los
objetivos de la reunión. Pero advirtió que les espera una nueva
batalla, porque "los campeones de la ilimitada liberalización comercial
están una vez más cerrando filas contra los que creen que los
trabajos creativos no pueden ser reducidos al rango de mercancías comunes".

En junio del año pasado Estados Unidos hizo una propuesta de no innovar
en el sector audiovisual, o sea, que no se ampliara la excepción cultural.
Este es un paso que en la práctica incluiría en las negociaciones
a las actividades audiovisuales relacionadas con Internet.

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