La manipulación de la opinión pública

Las nuevas técnicas incluyen tanto métodos tradicionales como otros nuevos, pero todos utilizados cuidadosamente, para llegar con mucha precisión al público buscado y con un mensaje persuasivo.

6 enero, 2001

Los métodos tradicionales para influir a gobernantes y votantes han cedido el paso a una forma totalmente nueva de abogar por una causa.

Además de emplear las herramientas conocidas –publicidad, marketing y relaciones públicas–, los grupos de interés de todo tipo inventaron una enorme cantidad de formas novedosas para transmitir sus opiniones a los consumidores, políticos y medios de difusión.

Sus técnicas incluyen tanto los métodos tradicionales como otros nuevos e imaginativos, pero todos son concebidos y utilizados cuidadosamente para llegar con mucha precisión al público buscado con un mensaje persuasivo.

En el ámbito de la política, detrás de la tendencia hay una idea subyacente en los intermediarios del poder: las elecciones se han vuelto demasiado importantes como para dejarlos solos a los candidatos.

Las empresas que aportan financiación, las asociaciones de todo tipo y los sindicatos juegan hoy un papel cada vez más grande y más agresivo en el proceso de moldear la opinión pública sobre casi cualquier tema: de negocios, de gobierno, de educación, de religión.

En consecuencia, muchas veces ocurre hoy que la importancia de los candidatos se mide por los votos que puedan entregar a los grupos de apoyo que los respaldan.

Salta a la vista que no todos los candidatos están felices con esta intromisión cada vez más marcada.

Por cierto, muchos temen que los alcance un fuego amigo –el de grupos que ponen sus propios intereses en primer lugar– casi tanto como temen el ataque de la oposición.

Y no siempre queda claro a los votantes que reciben un mensaje político en la TV, o la radio o el periódico, a quién pertenecen esas ideas; no siempre es fácil detectar la sutil diferencia que hay entre el mensaje de un candidato y el de un grupo de interés.

Son las herramientas de alta tecnología las responsables de gran parte del éxito de esta nueva táctica de ejercer presión.

Con la marcha de la revolución de las comunicaciones, las cadenas de televisión, los diarios y las revistas sienten que la Internet aparece para disputarles su papel como grandes fuentes de información.

La World Wide Web y el correo electrónico son dos de esas herramientas. Muchos grupos de interés usan la Internet –creando sus propios sitios web– para organizar sus bases políticas. Y los visitantes a esos sitios son invitados a enviar cartas a sus representantes.

La Petroleum Marketers Association of America, por ejemplo, usa un progrma llamado CapWeb para coordinar las cartas enviadas por sus asociados. Estos pueden ahora enviar cartas a sus representantes en un minuto, sin necesidad de sentarse y pensar qué les gustaría decir y cómo decirlo.

Pero si bien esta actividad de manipular las opiniones de la gente no parece objetable cuando se trata del público en general o de legisladores, cuando los mensajes son dirigidos a las escuelas el tema se torna más cuestionable.

Algunos ejemplos: Exxon distribuyó entre las escuelas un video en el que presenta la limpieza de petróleo que realizó en los mares de Alaska después del escandaloso accidente de 1989 que contaminó las aguas, como un ejemplo de su preocupación por cuidar el medio ambiente.

Dow Chemical envió a los profesores de ciencia un video estilo MTV que recalca las ventajas de los químicos presentes en productos favoritos de los adolescentes: fast food, perfumes y TV color.

Chevron dio a los colegios un video educativo en el que explica que la teoría sobre el calentamiento del globo es cuestionable.

Aunque los lobbistas dicen que su objetivo es lograr que los jóvenes influyan en las opiniones de sus padres, hay otro objetivo evidente pero no confesado, y es el de crear una imagen favorable en las mentes de los futuros responsables de las decisiones.

Después de varios contratiempos un grupo de ejecutivos del Silicon Valley decidió movilizarse y aunar fuerzas para presionar en favor de la ley que buscaban.

Hicieron juntos campaña para combatir una iniciativa de California que habría hecho posible que los accionistas demanden a las empresas que sufren marcadas devaluaciones de su paquete accionario.

Hasta Bill Gates aprendió que su coloso Microsoft debe trabajar a la máquina formadora de opinión de Washington para que sus enemigos no presionen al Congreso para que interfiera con su negocio.

Varias firmas de capital hace lobby en Capitol Hill a favor de Microsoft sobre temas como encriptado, impuestos en Internet y la televisión de avanzada.

Al identificar objetivos comunes y unir recursos y experiencia, la alianza de entrepreneurs y ejecutivos de la tecnología va a cambiar las reglas del juego, y dará a los grupos de presión un arsenal de instrumentos electrónicos que les servirá para manipular las opiniones del público.

El desafío más grande será usar esas herramientas con eficiencia para no provocar en el público la necesidad de reclamar que se recorte el poder de los lobbistas.

Los métodos tradicionales para influir a gobernantes y votantes han cedido el paso a una forma totalmente nueva de abogar por una causa.

Además de emplear las herramientas conocidas –publicidad, marketing y relaciones públicas–, los grupos de interés de todo tipo inventaron una enorme cantidad de formas novedosas para transmitir sus opiniones a los consumidores, políticos y medios de difusión.

Sus técnicas incluyen tanto los métodos tradicionales como otros nuevos e imaginativos, pero todos son concebidos y utilizados cuidadosamente para llegar con mucha precisión al público buscado con un mensaje persuasivo.

En el ámbito de la política, detrás de la tendencia hay una idea subyacente en los intermediarios del poder: las elecciones se han vuelto demasiado importantes como para dejarlos solos a los candidatos.

Las empresas que aportan financiación, las asociaciones de todo tipo y los sindicatos juegan hoy un papel cada vez más grande y más agresivo en el proceso de moldear la opinión pública sobre casi cualquier tema: de negocios, de gobierno, de educación, de religión.

En consecuencia, muchas veces ocurre hoy que la importancia de los candidatos se mide por los votos que puedan entregar a los grupos de apoyo que los respaldan.

Salta a la vista que no todos los candidatos están felices con esta intromisión cada vez más marcada.

Por cierto, muchos temen que los alcance un fuego amigo –el de grupos que ponen sus propios intereses en primer lugar– casi tanto como temen el ataque de la oposición.

Y no siempre queda claro a los votantes que reciben un mensaje político en la TV, o la radio o el periódico, a quién pertenecen esas ideas; no siempre es fácil detectar la sutil diferencia que hay entre el mensaje de un candidato y el de un grupo de interés.

Son las herramientas de alta tecnología las responsables de gran parte del éxito de esta nueva táctica de ejercer presión.

Con la marcha de la revolución de las comunicaciones, las cadenas de televisión, los diarios y las revistas sienten que la Internet aparece para disputarles su papel como grandes fuentes de información.

La World Wide Web y el correo electrónico son dos de esas herramientas. Muchos grupos de interés usan la Internet –creando sus propios sitios web– para organizar sus bases políticas. Y los visitantes a esos sitios son invitados a enviar cartas a sus representantes.

La Petroleum Marketers Association of America, por ejemplo, usa un progrma llamado CapWeb para coordinar las cartas enviadas por sus asociados. Estos pueden ahora enviar cartas a sus representantes en un minuto, sin necesidad de sentarse y pensar qué les gustaría decir y cómo decirlo.

Pero si bien esta actividad de manipular las opiniones de la gente no parece objetable cuando se trata del público en general o de legisladores, cuando los mensajes son dirigidos a las escuelas el tema se torna más cuestionable.

Algunos ejemplos: Exxon distribuyó entre las escuelas un video en el que presenta la limpieza de petróleo que realizó en los mares de Alaska después del escandaloso accidente de 1989 que contaminó las aguas, como un ejemplo de su preocupación por cuidar el medio ambiente.

Dow Chemical envió a los profesores de ciencia un video estilo MTV que recalca las ventajas de los químicos presentes en productos favoritos de los adolescentes: fast food, perfumes y TV color.

Chevron dio a los colegios un video educativo en el que explica que la teoría sobre el calentamiento del globo es cuestionable.

Aunque los lobbistas dicen que su objetivo es lograr que los jóvenes influyan en las opiniones de sus padres, hay otro objetivo evidente pero no confesado, y es el de crear una imagen favorable en las mentes de los futuros responsables de las decisiones.

Después de varios contratiempos un grupo de ejecutivos del Silicon Valley decidió movilizarse y aunar fuerzas para presionar en favor de la ley que buscaban.

Hicieron juntos campaña para combatir una iniciativa de California que habría hecho posible que los accionistas demanden a las empresas que sufren marcadas devaluaciones de su paquete accionario.

Hasta Bill Gates aprendió que su coloso Microsoft debe trabajar a la máquina formadora de opinión de Washington para que sus enemigos no presionen al Congreso para que interfiera con su negocio.

Varias firmas de capital hace lobby en Capitol Hill a favor de Microsoft sobre temas como encriptado, impuestos en Internet y la televisión de avanzada.

Al identificar objetivos comunes y unir recursos y experiencia, la alianza de entrepreneurs y ejecutivos de la tecnología va a cambiar las reglas del juego, y dará a los grupos de presión un arsenal de instrumentos electrónicos que les servirá para manipular las opiniones del público.

El desafío más grande será usar esas herramientas con eficiencia para no provocar en el público la necesidad de reclamar que se recorte el poder de los lobbistas.

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