España: ¿cuándo un yogurt puede llamarse yogurt?

Mejor dicho ¿cuándo un yogurt deja de ser yogurt? La cuestión ha desencadenado una guerra entre fabricantes de yogurt, tamberos –catalanes, sobre todo- y una firma dedicada al “yogurt pasteurizado”. El asunto adquirió visos políticos.

24 marzo, 2003

Una fragorosa batalla se pelea en España. Están en juego enormes excedentes de leche, miles de toneladas de yogurt y millones de euros en exportaciones potenciales. El choque principal lo protagonizan los gigantes Danone y Nestlé, que dominan el sector lácteo ibérico, y Leche Pascual, empresa que se presenta como un David gallego en lucha contra dos Goliat multinacionales.

La leche deja márgenes muy estrechos en el reino, así que Pascual decidió –años atrás- importar tecnología alemana y producir en Galicia (y luego, en Castilla) un yogurt “larga vida”. Se trata de un producto tratado a 75° que puede estar meses en depósitos, estanterías o góndolas sin echarse a perder. Por esto, tiene potencial exportador. Pero había un problema: las normas alimentarias hispánicas –como las francesas e italianas- estipulaban que “yogurt” era sólo el que contuviese bacilos vivos.

Por el contrario, países nórdicos con grandes excedentes lácteos (Alemania, Holanda, Gran Bretaña; aunque no Dinamarca) permiten vender “yogurt pasteurizado”, sin cultivos vivos. En España, Pascual tendría que denominar su producto “postre lácteo pasteurizado”. Aparte de confundirse con la descripción del dulce de leche argentino o uruguayo, el nombre no era para nada vendedor. Por tanto, Leche Pascual se lanzó a un activísimo cabildeo basado en regiones donde la marca es conocida (Galicia, Castilla, León, Asturias). Ya que estaba, se echó encima la rojo y gualda.

Danone y otros montaron, a su vez, una enérgica defensa de su mercado español, que significa 600.000 de toneladas anuales. “Si está pasteurizado, no es yogurt”, proclamaba Joaquín Fernández (Danone), presidente de la Asociación de Manufacturas de Yogurt, que representa veintidós de las veinticuatro empresas del sector.

Pero, a mediados de 2002, Pascual se impuso y el ministerio de Agricultura lo autorizó a vender “yogurt pasteurizado”. A su vez, esto metió en la guerra a los tamberos catalanes, porque Pascual dejó de comprar leche ahí. Eso deja en el aire 50 millones de litros, 6% de la producción local. Danone nació en Cataluña en 1919. Su fundador, Isaac Carasso, la bautizó tomando el nombre de su hijo Daniel. En 1967, la firma se fusionó con la francesa Gervais.

“Si la industria láctea hubiese desarrollado métodos de pasteurización por frío extremo, como lo hicieron los cerveceros en Estados Unidos y Japón, no habría pasado lo de España”, reflexionaba el gerente de productos de una cadena minorista francesa. En efecto, la pasteurización en caliente mata bacilos lácteos y, como ocurre con la cerveza, modifica el sabor original del yogurt.

Una fragorosa batalla se pelea en España. Están en juego enormes excedentes de leche, miles de toneladas de yogurt y millones de euros en exportaciones potenciales. El choque principal lo protagonizan los gigantes Danone y Nestlé, que dominan el sector lácteo ibérico, y Leche Pascual, empresa que se presenta como un David gallego en lucha contra dos Goliat multinacionales.

La leche deja márgenes muy estrechos en el reino, así que Pascual decidió –años atrás- importar tecnología alemana y producir en Galicia (y luego, en Castilla) un yogurt “larga vida”. Se trata de un producto tratado a 75° que puede estar meses en depósitos, estanterías o góndolas sin echarse a perder. Por esto, tiene potencial exportador. Pero había un problema: las normas alimentarias hispánicas –como las francesas e italianas- estipulaban que “yogurt” era sólo el que contuviese bacilos vivos.

Por el contrario, países nórdicos con grandes excedentes lácteos (Alemania, Holanda, Gran Bretaña; aunque no Dinamarca) permiten vender “yogurt pasteurizado”, sin cultivos vivos. En España, Pascual tendría que denominar su producto “postre lácteo pasteurizado”. Aparte de confundirse con la descripción del dulce de leche argentino o uruguayo, el nombre no era para nada vendedor. Por tanto, Leche Pascual se lanzó a un activísimo cabildeo basado en regiones donde la marca es conocida (Galicia, Castilla, León, Asturias). Ya que estaba, se echó encima la rojo y gualda.

Danone y otros montaron, a su vez, una enérgica defensa de su mercado español, que significa 600.000 de toneladas anuales. “Si está pasteurizado, no es yogurt”, proclamaba Joaquín Fernández (Danone), presidente de la Asociación de Manufacturas de Yogurt, que representa veintidós de las veinticuatro empresas del sector.

Pero, a mediados de 2002, Pascual se impuso y el ministerio de Agricultura lo autorizó a vender “yogurt pasteurizado”. A su vez, esto metió en la guerra a los tamberos catalanes, porque Pascual dejó de comprar leche ahí. Eso deja en el aire 50 millones de litros, 6% de la producción local. Danone nació en Cataluña en 1919. Su fundador, Isaac Carasso, la bautizó tomando el nombre de su hijo Daniel. En 1967, la firma se fusionó con la francesa Gervais.

“Si la industria láctea hubiese desarrollado métodos de pasteurización por frío extremo, como lo hicieron los cerveceros en Estados Unidos y Japón, no habría pasado lo de España”, reflexionaba el gerente de productos de una cadena minorista francesa. En efecto, la pasteurización en caliente mata bacilos lácteos y, como ocurre con la cerveza, modifica el sabor original del yogurt.

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