Escándalos empresariales vistos por un profesor en leyes

John C. Coffee, profesor de derecho en la Universidad de Columbia, explicó en el Wharton College su visión sobre las prácticas fraudulentas de los empresarios estadounidenses y sobre el fracaso de los organismos de vigilancia.

15 mayo, 2003

En su discurso titulado "Breve historia legal y económica de los ´90",
Coffee dijo que ligar control empresario y remuneración de ejecutivos con
el precio de las acciones provocó una obsesión por el mercado y
una gran presión para inflar ganancias. Mientras tanto, auditores y otros
guardianes recibían sus propios incentivos para que hicieran la vista gorda.

El actual debate sobre la naturaleza de los escándalos y las reformas implementadas
para impedir que aparezcan en el futuro problemas similares, está caracterizado
por tres simplificaciones excesivas. La primera es que la catarata de escándalos
se debió a una declinación en la moralidad empresaria. Según
Coffee, esta idea pone el carro delante del caballo, porque cuando se deduce que
aumentan los escándalos porque declina el sentido ético se está
ignorando el papel que jugaron los incentivos económicos.

La segunda simplificación consiste en pretender que los escándalos
representan un fracaso por parte de los directorios. El catedrático recordó
que muchos de los casos más resonantes fueron causados por fallas de gobierno
de la empresa y por fallas en el manejo financiero. Tiene que haber un denominador
común más profundo que la explicación de "el directorio
estaba dormido".

El tercer error es creer que el escándalo es inevitable después
de cualquier burbuja de mercado. Las burbujas no se producen porque sí.
La que estalló entre 2000 y 2001 pudo haber sido provocada por fallas en
los sistemas de control interno y por un sistema desquiciado de incentivos que
infló los sueldos ejecutivos.

La reforma, sugirió Coffee, debería concentrarse en los guardianes
del sistema financiero: contadores, auditores, analistas, banqueros y abogados,
que son los que constantemente sopesan incentives y riesgos en sus labores diarias.

Obsesión por la cotización de las acciones

Las dos grandes fuerzas que cambiaron el gobierno de las empresas en los ´90
fueron a) la presión por comprar empresas que obligó a los ejecutivos
a estar pendientes del valor de la acción día tras día
y b) la remuneración por participación en el capital de la sociedad,
que tentó a la alta gerencia a maximizar el valor para el accionista.

En 1990 la remuneración basada en participación del capital que
recibían los CEO equivalía a 5% de la remuneración total.
Para 2000, era de 60%. Las opciones accionarias crecieron de 5% del total de
acciones circulantes en el país, a 15% en 2001.

Paralelamente se iban introduciendo silenciosos cambios legales. Antes de 1991
un alto ejecutivo que ejercía una opción accionaria tenía
que mantener el capital virtual durante seis meses antes de venderlo. En 1991,
la Securities and Exchange Commission permitía a los ejecutivos
ejercer la opción y vender el capital en el mismo día.

Fallaron los auditores

Al mismo tiempo cambiaba la vida para los guardianes del sistema financiero.
Durante años se había aceptado la teoría de que los que
vigilaban no podían arriesgar su reputación por un único
cliente. Sin embargo, remarcó Coffee, en 2001 Arthur Andersen tenía
2.300 clientes y un ingreso de US$ 9.000 millones; Enron le pagaba sólo
US$ 100 millones. "Algo salió mal".

Para finales de los ´90, presentar una reformulación de ganancias era
considerado un recurso fraudulento. Según el orador, entre 1990 y 1997
el promedio era de 49 al año. Eso indica que los auditores miraron para
otro lado durante varios años.

Coffee dio dos explicaciones para las fallas de auditores y analistas. Primero
describió lo que denomina "la explicación de la disuasión
general". La tesis propone que las responsabilidades que podían
afrontar los auditores declinaban a medida que aumentaban las ventajas de usar
agresivas prácticas contables.
Finalmente, Coffee dijo que la Securities and Exchange Commission dejó
de prestar atención a los casos sobre posible fraude de las grandes firmas
de auditoria porque eran extremadamente costosos yporque los acusados se resistían
ferozmente.

En su discurso titulado "Breve historia legal y económica de los ´90",
Coffee dijo que ligar control empresario y remuneración de ejecutivos con
el precio de las acciones provocó una obsesión por el mercado y
una gran presión para inflar ganancias. Mientras tanto, auditores y otros
guardianes recibían sus propios incentivos para que hicieran la vista gorda.

El actual debate sobre la naturaleza de los escándalos y las reformas implementadas
para impedir que aparezcan en el futuro problemas similares, está caracterizado
por tres simplificaciones excesivas. La primera es que la catarata de escándalos
se debió a una declinación en la moralidad empresaria. Según
Coffee, esta idea pone el carro delante del caballo, porque cuando se deduce que
aumentan los escándalos porque declina el sentido ético se está
ignorando el papel que jugaron los incentivos económicos.

La segunda simplificación consiste en pretender que los escándalos
representan un fracaso por parte de los directorios. El catedrático recordó
que muchos de los casos más resonantes fueron causados por fallas de gobierno
de la empresa y por fallas en el manejo financiero. Tiene que haber un denominador
común más profundo que la explicación de "el directorio
estaba dormido".

El tercer error es creer que el escándalo es inevitable después
de cualquier burbuja de mercado. Las burbujas no se producen porque sí.
La que estalló entre 2000 y 2001 pudo haber sido provocada por fallas en
los sistemas de control interno y por un sistema desquiciado de incentivos que
infló los sueldos ejecutivos.

La reforma, sugirió Coffee, debería concentrarse en los guardianes
del sistema financiero: contadores, auditores, analistas, banqueros y abogados,
que son los que constantemente sopesan incentives y riesgos en sus labores diarias.

Obsesión por la cotización de las acciones

Las dos grandes fuerzas que cambiaron el gobierno de las empresas en los ´90
fueron a) la presión por comprar empresas que obligó a los ejecutivos
a estar pendientes del valor de la acción día tras día
y b) la remuneración por participación en el capital de la sociedad,
que tentó a la alta gerencia a maximizar el valor para el accionista.

En 1990 la remuneración basada en participación del capital que
recibían los CEO equivalía a 5% de la remuneración total.
Para 2000, era de 60%. Las opciones accionarias crecieron de 5% del total de
acciones circulantes en el país, a 15% en 2001.

Paralelamente se iban introduciendo silenciosos cambios legales. Antes de 1991
un alto ejecutivo que ejercía una opción accionaria tenía
que mantener el capital virtual durante seis meses antes de venderlo. En 1991,
la Securities and Exchange Commission permitía a los ejecutivos
ejercer la opción y vender el capital en el mismo día.

Fallaron los auditores

Al mismo tiempo cambiaba la vida para los guardianes del sistema financiero.
Durante años se había aceptado la teoría de que los que
vigilaban no podían arriesgar su reputación por un único
cliente. Sin embargo, remarcó Coffee, en 2001 Arthur Andersen tenía
2.300 clientes y un ingreso de US$ 9.000 millones; Enron le pagaba sólo
US$ 100 millones. "Algo salió mal".

Para finales de los ´90, presentar una reformulación de ganancias era
considerado un recurso fraudulento. Según el orador, entre 1990 y 1997
el promedio era de 49 al año. Eso indica que los auditores miraron para
otro lado durante varios años.

Coffee dio dos explicaciones para las fallas de auditores y analistas. Primero
describió lo que denomina "la explicación de la disuasión
general". La tesis propone que las responsabilidades que podían
afrontar los auditores declinaban a medida que aumentaban las ventajas de usar
agresivas prácticas contables.
Finalmente, Coffee dijo que la Securities and Exchange Commission dejó
de prestar atención a los casos sobre posible fraude de las grandes firmas
de auditoria porque eran extremadamente costosos yporque los acusados se resistían
ferozmente.

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