El problema está en los incentivos

Durante años, los incentivos formaron una parte fundamental en el proceso de reclutamiento de ejecutivos en Norteamérica. Tanto se integraron al paquete de remuneraciones que pareció que sin incentivos era imposible pensar en motivar a una persona para que trabaje con entusiasmo.

20 enero, 2009

<p>Pero las pr&aacute;cticas de gobierno corporativo que salieron a la luz a finales del 2008 en firmas como Lehman Brothers, Bear Stearns puso ante los ojos del p&uacute;blico otra realidad: muchas veces, m&aacute;s que estimular el rendimiento de esa gente en beneficio de la compa&ntilde;&iacute;a, estimulaban la codicia personal. <br />
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Pascual Berrone, profesor del instituto IESE de la Universidad de Navarra, dice en un papel titulado &ldquo;La actual crisis financiera global: un problema de incentivos&rdquo; que esos planes de incentivos terminaron convirti&eacute;ndose en una seria carga para las empresas.</p>
<p><strong> La idea de recurrir a incentivos fue introducida, explica, en los a&ntilde;os 70.</strong> <br />
El argumento era que los accionistas delegaban en los gerentes la responsabilidad de realizar las tareas necesarias para el desenvolvimiento de la organizaci&oacute;n. Pero los intereses de esos gerentes versaban m&aacute;s en cuestiones salariales o de prestigio, mientras que a los accionistas les interesaba sobre todo la maximizaci&oacute;n de los beneficios. Se dise&ntilde;aron entonces contratos compensatorios para paliar la informaci&oacute;n asim&eacute;trica entre quien ostentaba la propiedad y quien ejerc&iacute;a el control de la compa&ntilde;&iacute;a. <br />
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Con esa l&oacute;gica, se dise&ntilde;aron contratos que inclu&iacute;an herramientas de compensaci&oacute;n basadas en resultados; ofreci&oacute; opci&oacute;n de acciones o bonos de renta variable. Esas medidas o muchas otras se popularizaron tanto que a veces llegaron a ofrecerse por no desentonar con la competencia. <br />
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Poco a poco el sistema comenz&oacute; a mostrar sus defectos: los ejecutivos remunerados con opci&oacute;n de acciones se beneficiaba cuando crec&iacute;a el valor de su compa&ntilde;&iacute;a pero tambi&eacute;n aunque se desvalorizara. Como no corr&iacute;an peligro, arriesgaban mucho (no ten&iacute;an, en lo personal, nada que perder). &Eacute;sa, dice Berrone, es, probablemente la explicaci&oacute;n de por qu&eacute; los directivos en el tim&oacute;n se aventuraron a inversiones inciertas y hasta peligrosas, como fueron las de los t&iacute;tulos hipotecarios.<br />
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La misma paradoja se encuentra en las cl&aacute;usulas de cancelaci&oacute;n de contrato &ndash; los llamados &quot;paraca&iacute;das de oro&quot; — que establecen ciertos beneficios (en capital o en acciones) para el ejecutivo en la eventualidad que cesara la relaci&oacute;n contractual. La justificaci&oacute;n que se daba para esos paraca&iacute;das era que proteg&iacute;an a los directivos de riesgos que escapan a su control. Pero esos paquetes con tan altos que hasta podr&iacute;a decirse que invitan al fracaso. &iquest;Quiebra la empresa? El ejecutivo est&aacute; protegido por su &ldquo;paraca&iacute;das de oro&rdquo;.<br />
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<strong>&iquest;Lecciones?<br />
</strong>Los incentivos, tal como fueron aplicados, son perjudiciales. En primer lugar porque se sabe muy poco de riesgos. Fijar un plan de remuneraci&oacute;n que premie al ejecutivo cualquiera sea el resultado que sus acciones tenga para la organizaci&oacute;n es comprometer la supervivencia de la compa&ntilde;&iacute;a. Adem&aacute;s, las actuales herramientas de gesti&oacute;n de riesgos no captan totalmente las caracter&iacute;sticas de los riesgos. De modo que Berrone propone por lo menos revisar ese sistema.<br />
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En segundo lugar, las empresas deben tomar en cuenta la indignaci&oacute;n que esas pr&aacute;cticas han despertado en la opini&oacute;n p&uacute;blica y los sectores pol&iacute;ticos. El debate suscitado por actuaciones irresponsables, como la escapada de ejecutivos de la aseguradora estadounidense AIG a un complejo tur&iacute;stico de lujo menos de una semana despu&eacute;s del plan de rescate aprobado para la firma por el gobierno federal, imposibilita aplazar por m&aacute;s tiempo el examen del actual sistema de incentivos. <br />
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Berrone admite que no existe una soluci&oacute;n f&aacute;cil para una ciencia tan inexacta como el dise&ntilde;o de compensaciones, tan ligada al m&eacute;todo de prueba y error. Sin embargo, vistas las carencias del modelo imperante, anima a profesionales y acad&eacute;micos a unir fuerzas para repensarlo a fondo. </p>

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