El equipo en la empresa y en el fútbol

Gustavo Piera, Director General de Time Manager International - CMR Ibérica, realiza un interesante paralelismo entre el comportamiento de los equipos deportivos y el de los equipos que trabajan en una empresa.

31 agosto, 2001

La competitividad existe hoy día, y el deseo de mejorar en forma permanente nos obliga en todo momento a dar lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, en el mundo de la empresa, para alcanzar los resultados deseados es preciso aunar los esfuerzos de todos los empleados en pos de un objetivo común.

Al igual que en los deportes de equipo, lograr la máxima eficacia en una empresa es una labor colectiva, en la que el esfuerzo individual hace que el conjunto gane. Para ello, es evidente, hay que tener buenos profesionales, pero además de ser válidos, éstos han de compartir las mismas metas que el resto de sus compañeros. Han de comprometerse con los objetivos de la empresa y han de ser capaces de sacrificarse por ellos.

Esto mismo ocurre en el fútbol; en los últimos años los grandes equipos españoles han hecho un esfuerzo importante a la hora de reforzar sus plantillas, fichando a los mejores futbolistas nacionales e internacionales y a contrastados entrenadores. No obstante, a pesar de contar en sus filas con grandes estrellas del fútbol, aún les resta un reto más importante y complejo: hacer superequipos.

Un conjunto como el Mallorca CF., que a principios de la temporada se había propuesto como objetivo principal mantenerse en la primera división del fútbol español, consiguió, gracias a que logró formar un equipo equilibrado y comprometido, e ilusionado (no exento de calidad), no sólo acabar en los primeros puestos de la clasificación, por encima de conjuntos con mucho más presupuestos y reputación, sino ser, además, finalista de la Copa de Rey, por primera vez en su historia.

En el pasado Mundial de Francia pudimos observar otro claro ejemplo, en este caso al contrario: la selección que tenía, en opinión de todos los especialistas, más calidad en sus jugadores era Brasil; sus futbolistas eran los más cotizados, ningún otro equipo quería enfrentarse a ellos, las apuestas le daban como claro vencedor del Mundial.

Sin embargo, y a pesar de que llegaron a disputar la final, el juego practicado fue probablemente la mayor decepción de torneo. Era un “equipo” que sobrevivía gracias a las individualidades, mientras que su juego de conjunto pasaba completamente desapercibido. En esta ocasión las críticas al juego de la selección brasileña recayeron principalmente sobre el entrenador, como máximo responsable de la estrategia y de “crear equipo”.

En la empresa, el líder ha de ser capaz de aunar las habilidades de cada uno de sus colaboradores y orientarlas a objetivos comunes, motivándoles, fomentando el trabajo en equipo y aprovechando las sinergias derivadas de sus esfuerzos.

Para ello, además de seleccionar a los mejores profesionales, el líder debe motivarles e introducirles en el proyecto; es decir, involucrarles en la planificación, desarrollo y resultados de los proyectos en los que, de una manera u otra, participen.

Las personas nos identificamos, generalmente, con aquello en lo que tomamos partido y nos motiva. Por ello, en la medida en que la empresa haga partícipes a sus empleados en sus proyectos de organización, obtendrá un mayor rendimiento de su trabajo.

Pero además de motivarles, la principal misión del líder es crear un grupo de profesionales dispuestos a trabajar en equipo y a dar lo mejor de sí mismos para alcanzar las metas establecidas.

El trabajo en equipo exige que todos los miembros conozcan a la perfección cuáles son sus funciones y responsabilidades, qué pueden y qué no pueden hacer y cómo lo han de hacer; dicho en términos ciclistas: qué montaña hay que ascender, cuál es el objetivo y cómo se atacará para llegar a la cima antes que los demás.

Durante los años setenta, en plano auge futbolístico del Liverpool F.C., sus integrantes solían decir que la misión de los directivos era planificar la próxima temporada, la misión del cuerpo técnico era preparar el próximo partido y la misión de los jugadores era pensar en la próxima patada.

Este planteamiento refleja la necesidad de que cada miembro del equipo sea consciente de sus obligaciones y necesidades y dirija todos sus esfuerzos a hacer su trabajo lo mejor posible dentro de su parcela.

No obstante, a pesar de que cada profesional ha de tener bien definidas sus funciones, no debemos caer en la idea de que el trabajo en equipo es la suma de los esfuerzos individuales. Para lograr el máximo rendimiento de un grupo de profesionales es preciso que cada uno de ellos trate de hacer sus actividades lo mejor posible, pero siempre trabajando estrechamente junto con el resto de colaboradores, proponiendo nuevas ideas, favoreciendo la comunicación, prestando su ayuda a los que lo necesitan, etc.

Es preciso que los integrantes del grupo entiendan que lo importante es el equipo y que éste consiga los objetivos marcados, por encima de intereses particulares.

Cuando se cuenta con un buen grupo de profesionales, la capacidad para compartir esfuerzos, dificultades y victorias, marca la diferencia entre un buen equipo e un gran equipo. Éste es, sin duda, uno de los grandes retos que deben afrontar las empresas en los próximos años para mejorar su competitividad y sus resultados.

Gustavo Piera.

La competitividad existe hoy día, y el deseo de mejorar en forma permanente nos obliga en todo momento a dar lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, en el mundo de la empresa, para alcanzar los resultados deseados es preciso aunar los esfuerzos de todos los empleados en pos de un objetivo común.

Al igual que en los deportes de equipo, lograr la máxima eficacia en una empresa es una labor colectiva, en la que el esfuerzo individual hace que el conjunto gane. Para ello, es evidente, hay que tener buenos profesionales, pero además de ser válidos, éstos han de compartir las mismas metas que el resto de sus compañeros. Han de comprometerse con los objetivos de la empresa y han de ser capaces de sacrificarse por ellos.

Esto mismo ocurre en el fútbol; en los últimos años los grandes equipos españoles han hecho un esfuerzo importante a la hora de reforzar sus plantillas, fichando a los mejores futbolistas nacionales e internacionales y a contrastados entrenadores. No obstante, a pesar de contar en sus filas con grandes estrellas del fútbol, aún les resta un reto más importante y complejo: hacer superequipos.

Un conjunto como el Mallorca CF., que a principios de la temporada se había propuesto como objetivo principal mantenerse en la primera división del fútbol español, consiguió, gracias a que logró formar un equipo equilibrado y comprometido, e ilusionado (no exento de calidad), no sólo acabar en los primeros puestos de la clasificación, por encima de conjuntos con mucho más presupuestos y reputación, sino ser, además, finalista de la Copa de Rey, por primera vez en su historia.

En el pasado Mundial de Francia pudimos observar otro claro ejemplo, en este caso al contrario: la selección que tenía, en opinión de todos los especialistas, más calidad en sus jugadores era Brasil; sus futbolistas eran los más cotizados, ningún otro equipo quería enfrentarse a ellos, las apuestas le daban como claro vencedor del Mundial.

Sin embargo, y a pesar de que llegaron a disputar la final, el juego practicado fue probablemente la mayor decepción de torneo. Era un “equipo” que sobrevivía gracias a las individualidades, mientras que su juego de conjunto pasaba completamente desapercibido. En esta ocasión las críticas al juego de la selección brasileña recayeron principalmente sobre el entrenador, como máximo responsable de la estrategia y de “crear equipo”.

En la empresa, el líder ha de ser capaz de aunar las habilidades de cada uno de sus colaboradores y orientarlas a objetivos comunes, motivándoles, fomentando el trabajo en equipo y aprovechando las sinergias derivadas de sus esfuerzos.

Para ello, además de seleccionar a los mejores profesionales, el líder debe motivarles e introducirles en el proyecto; es decir, involucrarles en la planificación, desarrollo y resultados de los proyectos en los que, de una manera u otra, participen.

Las personas nos identificamos, generalmente, con aquello en lo que tomamos partido y nos motiva. Por ello, en la medida en que la empresa haga partícipes a sus empleados en sus proyectos de organización, obtendrá un mayor rendimiento de su trabajo.

Pero además de motivarles, la principal misión del líder es crear un grupo de profesionales dispuestos a trabajar en equipo y a dar lo mejor de sí mismos para alcanzar las metas establecidas.

El trabajo en equipo exige que todos los miembros conozcan a la perfección cuáles son sus funciones y responsabilidades, qué pueden y qué no pueden hacer y cómo lo han de hacer; dicho en términos ciclistas: qué montaña hay que ascender, cuál es el objetivo y cómo se atacará para llegar a la cima antes que los demás.

Durante los años setenta, en plano auge futbolístico del Liverpool F.C., sus integrantes solían decir que la misión de los directivos era planificar la próxima temporada, la misión del cuerpo técnico era preparar el próximo partido y la misión de los jugadores era pensar en la próxima patada.

Este planteamiento refleja la necesidad de que cada miembro del equipo sea consciente de sus obligaciones y necesidades y dirija todos sus esfuerzos a hacer su trabajo lo mejor posible dentro de su parcela.

No obstante, a pesar de que cada profesional ha de tener bien definidas sus funciones, no debemos caer en la idea de que el trabajo en equipo es la suma de los esfuerzos individuales. Para lograr el máximo rendimiento de un grupo de profesionales es preciso que cada uno de ellos trate de hacer sus actividades lo mejor posible, pero siempre trabajando estrechamente junto con el resto de colaboradores, proponiendo nuevas ideas, favoreciendo la comunicación, prestando su ayuda a los que lo necesitan, etc.

Es preciso que los integrantes del grupo entiendan que lo importante es el equipo y que éste consiga los objetivos marcados, por encima de intereses particulares.

Cuando se cuenta con un buen grupo de profesionales, la capacidad para compartir esfuerzos, dificultades y victorias, marca la diferencia entre un buen equipo e un gran equipo. Éste es, sin duda, uno de los grandes retos que deben afrontar las empresas en los próximos años para mejorar su competitividad y sus resultados.

Gustavo Piera.

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