Cuatro ideas para reformar el gobierno de la empresa después de Enron

Luego de la seguidilla de escándalos en las mayores empresas de Estados Unidos, Marjorie Kelly, directora de la revista Business Ethics, afirma que lo que hay que modificar es el diseño del gobierno de la empresa.

15 julio, 2002

La foto en la primera página del New York Times a principios de mayo fue memorable<. Cinco directores de Enron con la mano levantada juraban ante la subcomisión senatorial que no eran dresponsables del colapso de la compañía. Por patético que pareciera, estaban diciendo la verdad. Los directores de empresas no están “dirigiendo” las empresas. Allí está el problema.

En un momento revelador ante la subcomisión, los directores confesaron que “no tenían la menor idea de que Enron estaba en dificultades hasta mediados de octubre 2001, justo antes de que se viniera abajo todo el castillo de naipes. Esto puede parecer una negligencia inconcebible, pero en realidad es el resultado de la forma en que está diseñado el gobierno de las empresas en Estados Unidos. Los directorios no gobiernan porque lo más fundamental del gobierno de una empresa ocurre antes de que el directorio se reúna. Las leyes estaduales disponen que los directores deben velar por los intereses de la empresa y sus accionistas, y eso es interpretado en los tribunales como el máximo valor de loas acciones. Mientras el valor de la acción se mantenga arriba, los directores tienen la conciencia tranquila. Y sin embargo fue precisamente la hiperinflación del valor de sus acciones lo que destruyó a Enron.

Pero ahora, en la época post-Enron, está claro que la búsqueda de ganancias debe mantenerse dentro de los límites de la ética, y que ejecutivos y accionistas no deben enriquecerse abusando del público y de los empleados. Los desdentados códigos de ética como el de Enron no ayudan para nada. Las preocupaciones éticas deben desarrollar dientes, y esto quiere decir morder con mucha fuerza para modificar el gobierno de las empresas.

A continuación, cuatro ideas que apuntan al corazón de este problema:

1. Para que los auditores auditen de verdad deben ser totalmente independientes.
En lugar de que las empresas sean “jefas” de sus propios auditores – o sea , las que eligen y pagan a las firmas con las que quieren trabajar — debería haber una Comisión de Responsabilidad Corporativa que asigne auditores y les pague honorarios calculados según la empresa. (Propuesta de Ralph Estes, profesor emérito de contabilidad en la American University). La comisión estaría autorizada para ampliar los pedidos de informes para averiguar datos sobre los intereses de lso stakeholders (todos los grupos involucrados por la empresa)

2. Prohibir que las empresas infractoras obtengan contratos del gobierno.<
A principios de Este año tanto a Enron como a Arthur Andersen se les suspendieron los contratos con el gobierno federal. Sin embargo, suspensiones como ésas siguen siendo raras, porque hay empresas con antecedentes mucho peores que todavía comen de la mano del gobierno. Lockheed Martin, por ejemplo, tiene un récord de 63 violaciones, o acusaciones de violaciones, y sin embargo, en 1999 el gobierno le otorgó contratos por un valor total de US$ 14.000 millones “No hay razón alguna para dar contratos a una violadora por repetición”, dice Carolyn Maloney (diputada demócrata por Nueva York) que integra la Comisión de Reforma , quien proyecta introducir una ley exigiendo una base de datos central con la lista de las empresas violadoras de normas esenciales.

3. Crear una amplia obligación de lealtad a la ley en pro del bien público.
Hoy la empresa sólo está obligada hacia sus accionistas, no a cualquiera de sus otros stakeholders, y Enron actuó de acuerdo con ese principio: utilizó trucos para hacer subir 900% el precio de la electricidad en California y así inflar el valor de sus acciones. Tal acto de piratería contra el bien público y debería prohibirse en los códigos estaduales de conducta empresaria(propuesta de Robert Hinkley, del estudio de abogados Skadden, Arps, Slate, Meather & Flom). El cambio propuesto significaría que las obligaciones de los directores para con los accionistas quedaría tal cual, pero se le agregaría que la ganancia no debe buscarse a expensas de la comunidad, los empleados o el medio ambiente.

4. Encontrar directores verdaderamente conocedores: los empleados.
Si estamos cansados de directorios que no tienen la más pálida idea de lo que está pasando, habrá que buscar otros que sí la tengan. ¿Quiénes mejor que los que trabajan todos los días en la empresa?. Como directores, los empleados se preocuparían por el largo plazo y no por el trimestre siguiente. Así como no importamos gente de fuera de Estados Unidos para gobernar la nación, ¿por qué incorporar gente de afuera para gobernar las empresas?

Artículo reproducido con autorización de su autora (www.business-ethics.com)

La foto en la primera página del New York Times a principios de mayo fue memorable<. Cinco directores de Enron con la mano levantada juraban ante la subcomisión senatorial que no eran dresponsables del colapso de la compañía. Por patético que pareciera, estaban diciendo la verdad. Los directores de empresas no están “dirigiendo” las empresas. Allí está el problema.

En un momento revelador ante la subcomisión, los directores confesaron que “no tenían la menor idea de que Enron estaba en dificultades hasta mediados de octubre 2001, justo antes de que se viniera abajo todo el castillo de naipes. Esto puede parecer una negligencia inconcebible, pero en realidad es el resultado de la forma en que está diseñado el gobierno de las empresas en Estados Unidos. Los directorios no gobiernan porque lo más fundamental del gobierno de una empresa ocurre antes de que el directorio se reúna. Las leyes estaduales disponen que los directores deben velar por los intereses de la empresa y sus accionistas, y eso es interpretado en los tribunales como el máximo valor de loas acciones. Mientras el valor de la acción se mantenga arriba, los directores tienen la conciencia tranquila. Y sin embargo fue precisamente la hiperinflación del valor de sus acciones lo que destruyó a Enron.

Pero ahora, en la época post-Enron, está claro que la búsqueda de ganancias debe mantenerse dentro de los límites de la ética, y que ejecutivos y accionistas no deben enriquecerse abusando del público y de los empleados. Los desdentados códigos de ética como el de Enron no ayudan para nada. Las preocupaciones éticas deben desarrollar dientes, y esto quiere decir morder con mucha fuerza para modificar el gobierno de las empresas.

A continuación, cuatro ideas que apuntan al corazón de este problema:

1. Para que los auditores auditen de verdad deben ser totalmente independientes.
En lugar de que las empresas sean “jefas” de sus propios auditores – o sea , las que eligen y pagan a las firmas con las que quieren trabajar — debería haber una Comisión de Responsabilidad Corporativa que asigne auditores y les pague honorarios calculados según la empresa. (Propuesta de Ralph Estes, profesor emérito de contabilidad en la American University). La comisión estaría autorizada para ampliar los pedidos de informes para averiguar datos sobre los intereses de lso stakeholders (todos los grupos involucrados por la empresa)

2. Prohibir que las empresas infractoras obtengan contratos del gobierno.<
A principios de Este año tanto a Enron como a Arthur Andersen se les suspendieron los contratos con el gobierno federal. Sin embargo, suspensiones como ésas siguen siendo raras, porque hay empresas con antecedentes mucho peores que todavía comen de la mano del gobierno. Lockheed Martin, por ejemplo, tiene un récord de 63 violaciones, o acusaciones de violaciones, y sin embargo, en 1999 el gobierno le otorgó contratos por un valor total de US$ 14.000 millones “No hay razón alguna para dar contratos a una violadora por repetición”, dice Carolyn Maloney (diputada demócrata por Nueva York) que integra la Comisión de Reforma , quien proyecta introducir una ley exigiendo una base de datos central con la lista de las empresas violadoras de normas esenciales.

3. Crear una amplia obligación de lealtad a la ley en pro del bien público.
Hoy la empresa sólo está obligada hacia sus accionistas, no a cualquiera de sus otros stakeholders, y Enron actuó de acuerdo con ese principio: utilizó trucos para hacer subir 900% el precio de la electricidad en California y así inflar el valor de sus acciones. Tal acto de piratería contra el bien público y debería prohibirse en los códigos estaduales de conducta empresaria(propuesta de Robert Hinkley, del estudio de abogados Skadden, Arps, Slate, Meather & Flom). El cambio propuesto significaría que las obligaciones de los directores para con los accionistas quedaría tal cual, pero se le agregaría que la ganancia no debe buscarse a expensas de la comunidad, los empleados o el medio ambiente.

4. Encontrar directores verdaderamente conocedores: los empleados.
Si estamos cansados de directorios que no tienen la más pálida idea de lo que está pasando, habrá que buscar otros que sí la tengan. ¿Quiénes mejor que los que trabajan todos los días en la empresa?. Como directores, los empleados se preocuparían por el largo plazo y no por el trimestre siguiente. Así como no importamos gente de fuera de Estados Unidos para gobernar la nación, ¿por qué incorporar gente de afuera para gobernar las empresas?

Artículo reproducido con autorización de su autora (www.business-ethics.com)

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