Hasta hace poco, parecía imposible imaginar que las naciones más poderosas del mundo se unieran para enfrentar el calentamiento global. Al Protocolo de Kioto, firmado en 1997, se le encontraban cada vez más defectos. Ni siquiera los países que lo habían firmado lograban las metas de reducción de emisión de dióxido de carbono que se habían fijado. Estados Unidos ni siquiera lo había ratificado. Los más grandes emisores del planeta, China e India, obtuvieron ese año una especie de “pase libre” .<br />
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Sin embargo, a pocas semanas de asumir como presidente, Barack Obama dio vuelta la situación y puso a su país al frente del esfuerzo climático internacional. Volvió así la esperanza de lograr un acuerdo internacional. Todd Stern, el negociador de Obama en este tema, ha prometido que Estados Unidos tendrá fuerte participación en la negociación de un nuevo tratado, a firmarse en Copenhague en el mes de diciembre.<br />
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La meta es que ese acuerdo implique algo más que reducir las emisiones de gases de invernadero e incluya mecanismos financieros para ayudar a los países en desarrollo a enfrentar el cambio climático.<br />
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En esta oportunidad, la percepción de que Estados Unidos va en serio en esto ha generado entusiasmo en la diplomacia mundial. “La lección de Kioto es que si Estados Unidos no lo toma en serio, no hay motivo para que los demás lo hagan”, dijo Bill McKibben, director de una fundación ecologista.<br />
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Pero para llegar a un tratado global, habrá que superar numerosos obstáculos, en Washington y en todo el mundo. Las negociaciones mostrarán hasta qué punto están dispuestos los países – Estados Unidos incluido – a introducir cambios para abordar el cambio climático en un momento de colapso económico. <br />
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Treintaisiete países desarrollados, entre ellos Japón, Australia y naciones en la Unión Europea, ratificaron su apoyo al tratado en 1997, lo cual implicaba que aceptaban reducir o limitar el aumento de las emisiones de dióxido de carbono en determinadas cantidades. El ex Presidente George W. Bush, presionado por el Senado, rechazó el acuerdo argumentando que países como China no se sometían también a niveles obligatorios de emisión. China e India tampoco ratificaron el protocolo.<br />
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<strong>La mitad no ha cumplido</strong><br />
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De los países que firmaron, más de la mitad no va siquiera camino de cumplir con sus metas, de acuerdo con datos de Naciones Unidas del 2008. Es el caso de Alemania, Irlanda y Canadá.<br />
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Italia y Canadá dicen que con la debacle económica les será difícil limpiar industrias para cumplir con las metas que se les adjudicó en Kioto. Otros dicen que es justamente ahora, cuando los países están listos para gastar enormes cantidades en estimular sus economías, el momento justo para crear conciencia global y combatir el calentamiento. <br />
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Pero China e India siguen siendo importantes emisores de dióxido de carbono. Para que el nuevo tratado sirva para algo, dicen quienes están en el tema, todas las naciones tendrían que aceptar límites a las emisiones. “Si una parte del mundo actúa y la otra no, esto en realidad no genera un beneficio climático”, señaló de Boer, responsable de organizar las reuniones de diciembre.<br />
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Es probable que los países desarrollados reciban metas numéricas obligatorias, y que a aquellos países en desarrollo que fueron eximidos en Kioto también se les imponga metas.<br />
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Un tema más complejo es si los negociadores retendrán el sistema de intercambio de créditos de carbono que es clave en el Protocolo de Kioto, una especie de mercado global de commodities para el carbono. Ese sistema permite a los países desarrollados que producen más que la parte que les corresponde de emisiones, equilibrarla invirtiendo en proyectos de reducen las emisiones en otras partes, Esos proyectos podrían incluir, por ejemplo, limpiar una planta alimentada a carbón en China, plantar árboles en África o convertir bosta de cerdos en electricidad en los Países Bajos.<br />
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El nuevo tratado, dicen expertos, deberá ir más allá de las emisiones industriales para abarcar también actividades como el transporte aéreo, una de las grandes fuentes de emisión de carbono.
<strong>Un nuevo modelo de capitalismo</strong><br /> <br /> Para Jeffrey Sachs, director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, “el presidente Barack Obama se propone realizar un impresionante acto de malabarismo político: convertir la crisis económica en el desencadenante de una nueva era de desarrollo sostenible.”<br /> <br /> En un reciente ensayo dice que “El nuevo presidente no ha dejado pasar una sola oportunidad para hacer notar que la crisis económica no demorará, sino más bien acelerará, la muy necesaria transformación para la sostenibilidad. <br /> <br /> El paquete de estímulo fiscal sentará las bases de una reforma general que seguramente tomará una generación y abarcará el sector energético, la eficiencia energética de los edificios, el transporte público y privado y mucho más. En estos esfuerzos, Estados Unidos está rezagado treinta años con respecto al resto del mundo. Sin embargo, con la pericia tecnológica del país y el compromiso fundamental de su presidente, seguramente podrá dar un salto y pasar a la vanguardia.”<br /> <br /> Luego de analizar y valorar el equipo presidencial en el tema del ambiente (“cuenta con un equipo de asesores científicos y tecnológicos de primera línea, integrado por dos Premios Nobel (Steven Chu y Harold Varmus) y líderes consagrados en clima, energía, ecología y tecnologías de última generación”), Sachs hace la afirmación más rotunda:<br /> “La ideología del mercado libre es un anacronismo en una era de cambio climático, estrés hídrico, escasez de alimentos e inseguridad energética. Los esfuerzos público-privados para orientar el rumbo de la economía hacia un puerto tecnológico seguro serán la consigna de la nueva era. En consecuencia, lo que está tomando forma es nada menos que un modelo de capitalismo para el siglo XXI, comprometido con el doble objetivo del desarrollo económico y la sostenibilidad y organizado para orientar las tecnologías hacia la consecución de estas dos metas.”