<p>Respecto de la posibilidad de vislumbrar el futuro, se mostraba escéptico: "Sería pedirles demasiado a los historiadores".</p>
<p><b><i>-¿Cómo era ser historiador 30 años atrás, y cómo es serlo ahora?</i></b></p>
<p><i>-</i>La base es la misma: la investigación y la publicación. Es posible que ahora, con la forma en que algunos hemos venido haciendo historia y con los 34 años de existencia de la revista <i>Todo es Historia</i>, se haya modificado un poco el interés y el gusto del público. Ahora ciertos historiadores, aunque no todos, son escritores conocidos: se los invita, se hacen conferencias, participan en mesas redondas, cosas que eran inimaginables hace 30 años. Hoy la figura del historiador es mucho más popular.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿La revalorización de la historia se corresponde con el retorno de la democracia?</i></b></p>
<p><i>-</i>Bueno, ya antes, me parece, empezó esa revalorización. Porque precisamente han ocurrido cosas tan espantosas, y a la vez tan sorprendentes, que la gente ha querido buscar un poco en la historia la clave de lo que nos está pasando. Con lo cual se revaloriza uno de sus papeles más importantes, que es explicar de dónde venimos, por qué somos como somos, por qué nos pasa lo que nos pasa. No digo que estas preguntas tengan todas las respuestas en la historia, ni que todas las respuestas sean acertadas. Pero de todas maneras es un yacimiento al cual hay que acudir cada vez que uno quiere responder a ciertos interrogantes sobre el país y sobre su destino.</p>
<p><b>-</b><b><i>Suele hablarse de la historia como herramienta necesaria para vislumbrar el futuro y para no cometer los mismos errores. En los últimos 30 años, ¿cuáles fueron las expectativas que se fueron cayendo?</i></b></p>
<p><i>-</i>No soy muy creyente en esto de que la historia sirve para vislumbrar el futuro. Me parece que es pedirle demasiado al historiador, pedirle que se convierta casi en profeta; en consecuencia no podría decirle qué expectativas se han caído, pero puedo decirle algunas que se han revitalizado: la fe en la democracia, por ejemplo. Esa es una consecuencia muy directa de la experiencia colectiva que demuestra que un gobierno militar que no representa a la opinión pública siempre fracasa. Y que la democracia, con todas sus corruptelas, es un marco indispensable para cualquier emprendimiento trascendente. Eso es una verdad que no puede desconocerse y que fue mostrada por la historia. Lo mismo sucedió con la violencia: aquí tuvo vigencia como instrumento político para alcanzar el poder, y ha sido desestimada por la opinión pública a la luz de una experiencia histórica.</p>
<p><b>-</b><b><i>La pregunta partía de la observación de un continuo desencanto. </i></b></p>
<p><i>-</i>En algunos aspectos sí y en otros no. Por ejemplo, los argentinos vivimos en una convivencia mucho más profunda y estable que la que se podría haber establecido hace 40 o 50 años. En tiempos de Juan Perón, la diferencia peronismo-antiperonismo era tremenda, tajante, brutal, insalvable. Hoy no, hoy se convive.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Por qué cree que en los últimos años se publicaron tantas novelas históricas?</i></b></p>
<p><i>-</i>Por lo pronto es un género relativamente nuevo, aunque en el país ya hubo: desde <i>La novia del hereje</i>, de Vicente Fidel López, hasta las novelas de Manuel Gálvez. Pero lo que revelan ahora es el interés del público por la historia. Es probable que los lectores crean que este tipo de libros los acercan a la historia de una manera más amena. Este tipo de novelas a veces es buena, y a veces es menos buena: todo está en la seriedad con que pueda tratarse el tema. No me molestan, salvo cuando tuercen la historia misma.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Y en qué novelas se ve esto de torcer la historia?</i></b></p>
<p><i>-</i>No, eso no lo digo, porque es criticar a colegas; yo creo que el público en eso se pronuncia y se pronuncia bien.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Qué novela histórica le ha gustado?</i></b></p>
<p><i>-</i>El libro de Ana Cabrera sobre Felicitas Guerrero, por ejemplo.</p>
<p><b>-</b><b><i>El libro y la revista, en todo caso la palabra escrita, ¿sigue siendo el mejor soporte para la historia?</i></b></p>
<p><i>-</i>Yo creo que sí. También está la palabra dicha, ¿no? Pero eso, usted sabe bien, es fugaz. La palabra escrita, el libro, queda, se consulta, se relee, se critica.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Cómo evalúa el aporte de los programas sobre historia en televisión y en cable?</i></b></p>
<p><i>-</i>Como en el caso de la novela histórica, hay buenos y hay menos buenos. Yo fui pionero en eso, porque ya a fines de los '70 y principios de los '80 hice por lo menos en tres canales diversos programas de historia, en los que tratamos los temas más diversos. En Canal 11 hicimos un programa excelente sobre Lisandro de la Torre, uno sobre los negros en la Argentina, otro sobre cómo se vivió en el país la Guerra Civil Española. Y tuvieron buena aceptación. Pero a mí ya me cansa ir a golpear las puertas de los gerentes de los canales para explicarles la posibilidad de hacer este tipo de cosas.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Cómo evolucionó la enseñanza de la historia en los últimos 30 años? </i></b></p>
<p><i>-</i>Me parece que año a año se incorporan camadas de nuevos profesores, que están familiarizados con otras técnicas, con otra forma de la enseñanza de la historia; hay medios técnicos para hacerlo, desde el video hasta las fotografías incluso… Debe enseñarse mejor que hace 30 años. Por lo menos las condiciones están dadas para que sea así.</p>
<p><b>-</b><b><i>Es habitual escuchar la queja de que aprender historia es muy aburrido.</i></b></p>
<p><i>-</i>Y sí, porque a veces los profesores no tienen la pasión de la historia, no saben transmitirla, o a lo mejor no conocen bien los procesos históricos.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿No cree que tiene que ver con el carácter de intocables de determinados próceres y versiones?</i></b></p>
<p><i>-</i>Puede ser. Pero ya ha terminado eso. Ya nadie es intocable. Si la historia se enseña mostrando que los próceres, como dice usted, eran gente de carne y hueso… Esto lo hemos venido haciendo en la revista hace muchos años, y no puede ser aburrido. ¿Cómo se puede hacer aburrida la historia? Si es la vida de la gente.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Cómo se toma las críticas?</i></b></p>
<p><i>-</i>Con absoluta im-pa-si-bi-li-dad. No me afectan para nada. Me afectaron algunas veces cuando era joven; era más susceptible. Después me di cuenta de que si uno hace cosas públicas está sometido a las críticas públicas, a las inteligentes y a las estúpidas, a las bien intencionadas y a las malignas o mezquinas.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Cuáles serán los rasgos salientes que la historia otorgará a esta época, al principio de siglo en la Argentina?</i></b></p>
<p><i>-</i>No sé, por lo pronto diría que es muy confusa. No sé si tendrá rasgos definidos, sino un gran entrecruzamiento. Como dicen los correntinos, un gran <i>emboyeré</i>, que quiere decir lío, embrollo, quilombo.</p>
<p><b>-</b><b><i>¿Siente agobio frente a la inmensidad de la historia?</i></b></p>
<p><i>-</i>No, porque uno tampoco trata de manejar la inmensidad, sino las cosas que le interesan, las cosas parciales. No, no… Yo me siento muy feliz haciendo historia, es mi vocación, vivo de eso, ¿qué más puedo pedir?</p>
<p><b>-</b><b><i>¿La historia la escriben los que ganan?</i></b></p>
<p><b><i>-</i></b></p>
<p>Sí. Pero los que pierden dejan suficientes huellas como para que también se pueda escribir su historia.</p>
“Los historiadores no somos profetas”
En marzo de 2001, cuando tenía 75 años, Félix Luna que ocupaba y ocupa sin discusión el sitial del historiador más popular del país, respondió a una entrevista de Mercado. El creador de la revista Todo es Historia aseguraba que en los últimos años los argentinos han aprendido a convivir.