domingo, 22 de diciembre de 2024

Una era de gran fragilidad

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Después de 20 años de conflictos, hay desglobalizadores por todas partes.

“El mundo de hoy es como un gigantesco y frágil conjunto de trenes de juguete”, dice Simon Kuper en su columna del Financial Times. “En cuanto alguna de las piezas funciona mal, descarrila el tren global”.

Y luego completa la imagen. “Desde aproximadamente 1990 y hasta 2008, a medida que China, India y el ex bloque soviético se sumaban a la economía global, el mundo fue tomando los trozos de vías de la caja para juntarlos a todos. El nuevo circuito, cada vez más grande, infló el comercio global. De 1992 a 2008 las exportaciones rusas de gas crecieron ocho veces. Desde el año 2000 hasta la invasión rusa, la producción de maíz de Ucrania aumentó más de diez veces. Aparecieron nuevos contenedores que abarataron el transporte. La humanidad nunca había vivido tan bien durante tanto tiempo. Solamente había un problema: en cuanto un tramo de vía funcionara mal el tren global podía descarrilar. Y eso es lo que ha venido ocurriendo cada vez con más frecuencia, como la actual invasión rusa a Ucrania, dice Kuper.

Desde 2001 esta interconexión produjo cuatro descarrilamientos. El primero cuando una organización radical islámica mató a 3.000 norteamericanos y provocó guerras descabelladas en Irak y Afganistán que terminaron enviando a Estados Unidos hacia una ruptura interna. Luego, cuando las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos originaron una crisis financiera global. Luego, un virus en Wuhan, exacerbado por el secreto chino, paralizó al mundo. Ahora, la crisis originada por Vladimir Putin está diezmando a Ucrania, aislando nuevamente a Rusia y provocando una escasez de alimentos y combustibles en todo el mundo.

Cuando países como Rusia y China estaban cerrados sus implosiones — como cuando Stalin o Mao asesinaban a millones de sus propios compatriotas –prácticamente no afectaban al mundo exterior.

Para Kuper, la desglobalización que ha comenzado a avanzar ya está empobreciendo al mundo. Menos turismo, menos comercio, menos intercambios. Pero no siquiera ese proceso va a ser suficiente para acabar con la fragilidad global.

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