Por Xavier Ginesta (*)
Y que en un acto de “pacificación” en el espacio postsoviético, acabarían circulando nuevamente por el Donbass ucraniano. En la actual geopolítica continental, la batalla por el control y suministro del gas natural a los europeos es transcendental para entender la evolución de los acontecimientos.
Con una producción interna que no cubre más del 10 % de la demanda, Europa depende de las importaciones rusas –que aporta un 40 % del gas que consume el viejo continente en un año– y de los barcos de gas natural licuado (GNL) que los estadounidenses introducen a través de los puertos del Benelux o el Mediterráneo. Entre enero de 2020 y enero de 2022, los atraques de metaneros estadounidenses a puertos europeos se incrementaron un 145 %, según datos de Goldman Sachs.
La debilidad europea con el suministro de hidrocarburos ha permitido a Rusia moverse con comodidad entre el complejo entramado de intereses de los gobiernos europeos. A veces, cooperando y buscando una relación directa para incrementar sus exportaciones, como teóricamente permitiría el gasoducto Nord Stream 2, o a veces cerrando el grifo y provocando crisis que alteraran los planes de los gestores de la Comisión Europea (como en 2005 y 2008). Y, en todos los escenarios, aparece un actor clave: la gasística Gazprom, que controla el 71 % de las reservas de gas de la Federación Rusa, heredera de la soviética Gazprom State Gas Concern.
Hacia una geopolítica económica del fútbol
Por un lado, el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, explicaba en un medio británico que “el déficit actual de almacenamiento en la Unión Europea se debe en gran parte a Gazprom”.
Por otro lado, analiza el profesor Simon Chadwick, Gazprom ha hecho del patrocinio del fútbol una acción que intenta legitimar sus intereses comerciales en el Este de Europa.
Chadwick, habitual analista en The Conversation y teórico de la “geopolítica económica del deporte” en un artículo muy novedoso en la European Sport Management Quaterly, sitúa al gigante ruso, junto con otro de los grandes productores de gas natural (Qatar), con dos de los ejemplos más interesantes para poder entender “la forma en que las naciones, los Estados y otras entidades, por razones geográficas y político-económicas, se involucran en, con o a través del deporte para construir y ejercer el poder, y asegurarse ventajas estratégicas a través del control de los recursos dentro y a través de las redes de las que el deporte es un elemento clave”.
En este contexto, fue especialmente criticada la manera en la que Vladimir Putin usó los Juegos de Invierno de Sochi de 2014 o el Mundial de fútbol de la FIFA de 2018 para mostrar el músculo de su proyecto de país, lo que fue un simple ejercicio de lavado de imagen teniendo en cuenta las reiteradas vulneraciones de derechos fundamentales que se han perpetrado en Rusia, especialmente relevante el ataque a la disidencia política (por ejemplo, a Alexei Navalny) o al colectivo LGTBI+.
Pero si hay una empresa con vinculaciones con el Kremlin que ha usado el deporte para legitimar los intereses rusos al exterior esta es Gazprom. La compañía fue privatizada en 1993, pero actualmente el gobierno mantiene el 38,37 % de acciones de la compañía, el paquete accionariario más importante.
Gazprom invierte en el fútbol europeo
Gazprom invirtió por primera vez en el fútbol en 2005 patrocinando el Zenit de San Petersburgo, habitual representante de la Federación Rusa en las competiciones europeas. En 2007 aterrizó en el mercado alemán, especialmente dependiente del gas natural ruso (un 55 %), patrocinando el Schalke 04, y un año después se pudo hacer la foto con el Zenit campeón de la Copa de la UEFA después de la final contra el Glasgow Rangers.
En 2010 se convirtió en el principal socio del Estrella Roja de Belgrado, equipo de otro mercado en aquellos momentos especialmente importante para la compañía porque era por donde tendría que pasar el South Stream, cancelado cinco años después. Y, en 2012, se confirmó el acuerdo con la UEFA, con la Champions League como principal plataforma donde activar su acuerdo de patrocinio.
La última renovación del contrato entre la UEFA y Gazprom por el período 2021-2024, aparte de la Champions, también contempla las Eurocopas, así como las fases finales de la Champions League de fútbol sala y de la Youth League.
Asimismo, en 2021, Alexander Dyukov, quien fue directivo de Sibur y ahora de Gazprom Neft, entró en el comité ejecutivo de la UEFA, mientras las luces de alarma se encendían en el Kremlin cuando el Chelsea FC del oligarca Roman Abramovitch abrazó (inicialmente) la propuesta de la Superliga Europea que lideró el presidente del Real Madrid Florentino Pérez. Curiosamente, también se retiró junto con el resto de equipos ingleses implicados.
Finalmente, el programa Football for Friendship se perfila como una de las acciones importantes de responsabilidad social de la compañía, uniendo a jóvenes deportistas y aspirantes a periodistas en diversos espacios de simulación y competición donde se fomentan valores como “el juego limpio, la tolerancia o el entendimiento internacional”.
De hecho, los teóricos del deporte para el desarrollo, como el profesor John Sugden, han demostrado la capacidad que tienen los niños y niñas para poder entablar las primeras relaciones de complicidad entre comunidades enfrentadas.
Los patrocinios no funcionan con hipocresía
El inicio de la invasión rusa al Donbass ha paralizado la puesta en marcha del Nord Stream 2, mientras el excanciller Gerhard Schröder tendrá que esperar antes de ser aceptado en el consejo de administración de la gasista rusa.
Boris Johnson, en el Reino Unido, ha anunciado sanciones contra cinco bancos rusos y tres oligarcas, después de que durante años Londres tuviera abiertas las puertas al capital ruso dándole sustanciosos beneficios, personales y societarios. Y la Unión Europea prepara un castigo sin precedentes al gobierno de Putin.
Pero, de momento, la UEFA no se mueve. Los equipos continuarán saltando al campo al ritmo del himno de la Champions y una U televisiva que promociona la Gazprom de Vladimir Putin urbi et orbi.
Dicho esto, y aunque Europa siempre tendrá una debilidad estructural dentro del mercado energético, la invasión del Donbass no tendría que salir gratis a Gazprom: al margen de las sanciones político-económicas anunciadas por la UE y sus socios, la imagen de la compañía queda en entredicho a causa de su evidente hipocresía.
Los contratos de patrocinio y las acciones de responsabilidad social han de legitimarse a partir de valores compartidos entre actores participantes y parece evidente que los intereses geoestratégicos rusos –que también son los de Gazprom, como empresa semipública– ahora son diametralmente opuestos a la estabilidad siempre frágil y compleja a que están condenados los miembros de la Unión Europea.
El flamante estadio del Shajtar Donetsk, el Donbass Arena inutilizado por este conflicto desde hace ocho temporadas, podría ser un buen lugar donde Gazprom desplegara su programa de responsabilidad social corporativa (si quiere hacerlo creíble).
(*) Associate professor, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya