miércoles, 25 de diciembre de 2024

¿Qué piensan los rusos sobre la guerra en Ucrania?

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Frecuentemente se asevera que la batalla de la opinión pública sobre la invasión rusa la está ganando Ucrania. Y es cierto.

El presidente Zelensky ha mostrado un estilo de comunicar muy distintivo y muy buena capacidad de imponer su narrativa en los medios de comunicación.
Por Carmen Beatriz Fernández (*)

Sin embargo, cuando se hace esta valoración, normalmente nos fijamos en quién gana esta batalla comunicativa en el norte global. ¿Podría estar pasando algo distinto en Rusia?

Existen organizaciones rusas de investigación de opinión pública que son parte del Estado ruso, como el Centro Ruso de Investigación de Opinión Pública (VCIOM) y el Fondo de Opinión Pública (FOM). Como podría esperarse, los resultados de sus mediciones suelen ser muy favorables a Putin.

“En su opinión, ¿el presidente V. Putin está haciendo bien o mal su trabajo?” es una pregunta clásica de ambos cuestionarios. El resultado para la última encuesta publicada es de 71 % para la opción “bastante bien”, con 7 puntos de aumento en la semana de la invasión respecto a la semana anterior.

“¿Prefieres confiar o desconfiar en Putin?” es otra de las preguntas. En ella, la opción “confiar” alcanza un 50 % (crece 13 puntos respecto a la semana previa a la invasión), mientras que “desconfiar” obtiene un 30 % (cae 15 puntos).

También hay preguntas específicas sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. “El 24 de febrero, Vladimir Putin anunció el inicio de una operación militar en Ucrania. ¿Crees que la decisión de realizar una operación militar fue correcta o incorrecta?”. En la más reciente encuesta WCIOM el 68 % respondió que es correcta, el 22 % que es incorrecta y el 10 % afirmaba no poseer información suficiente para opinar.

Esta pregunta ofrece una primera alerta clara sobre la medición: hablar de “operación militar” como eufemismo de guerra ofrece un sesgo importante en el cuestionario.

Cuando se inducen los resultados

Las encuestas son instrumentos de medición de la opinión pública sumamente sensibles que pueden verse alterados por muchas variables. Una de ellas es el cuestionario. Cualquier encuestadora, aun utilizando métodos medianamente serios y ortodoxos, puede afectar a los resultados para que favorezcan a una respuesta. Es decir, es técnicamente posible inducir resultados con justificación política o de otra naturaleza.

Hay dos tipos de sesgos que puede inducir el cuestionario, deliberada o inadvertidamente: el primero es de tipo semántico –la construcción de las preguntas, las palabras empleadas y su fraseo exacto– y el segundo el de la secuencia (relativo a la lógica que sigue el cuestionario).

Cuando un cuestionario indaga primero sobre la simpatía a Putin y luego sobre el nivel de acuerdo sobre la “operación militar”, envía al entrevistado otro sesgo. Esta vez sirve, además, como señal de alerta sobre el posible origen de la encuesta.

Un tercer sesgo importante puede venir por el método de las encuestas. Sendos centros de medición estatales trabajan con encuestas telefónicas. Recibir una llamada a casa o al móvil indagando acerca de las propias simpatías sobre Putin puede activar de inmediato el instinto de preservación del encuestado.

La investigadora de opinión pública alemana Elizabeth Noelle Naumann afirmaba que todos tenemos un órgano sensorial cuasiestadístico que nos permite calibrar el estado de la opinión pública y cuáles son las opiniones mayoritarias. Noelle-Naummann identificó a las “minorías silenciosas”: cuando sentimos estar en minoría, somos más dados a callar nuestras verdaderas preferencias políticas.

En un régimen autoritario esta respuesta no es una reacción trivial de hipersensibilidad, sino más bien un mecanismo de protección ante una situación que puede presentar riesgos muy reales.

El consenso a favor de la guerra, en duda

Aún así, las dos encuestadoras más cercanas a Putin antes mencionadas arrojan algunos datos interesantes que ponen en duda el consenso mayoritario a favor de la guerra.

El sociólogo Alexey Bessudnov subraya la existencia de brechas de género, de edad y urbano/rurales. Los jóvenes son menos propensos a apoyar la operación militar. Entre las personas mayores de 70 años, nueve de cada 10 apoyan el “operativo militar especial”. Entre los menores de 30 años, aproximadamente la mitad dice estar en contra, mientras que una parte de la otra mitad dicen que “no saben” cómo responder la pregunta. Las mujeres afirman no apoyar la “operación militar” con más frecuencia que los hombres.

Por otro lado, las actitudes antiinvasión son más pronunciadas en Moscú y San Petersburgo que en las áreas menos urbanas de Rusia.

Otro elemento importante, también relacionado con la edad, es que los televidentes rusos aprueban la “operación militar” y que el apoyo es significativamente mayor entre quienes ven televisión a diario. No es solo que la televisión se dedique a la propaganda, sino que quienes la ven ya están de acuerdo con el contenido de los programas sobre temas sociales o políticos. Es difícil discernir dónde está la causa y dónde el efecto en esta relación. Como en muchas otras sociedades del planeta, ocurre que entre los mayores de 45 años la mayoría ve televisión todos los días, mientras que entre la gente joven casi nadie lo hace.

La opinión pública en regímenes autoritarios

Está claro que la investigación de la opinión pública sobre cuestiones políticas en regímenes autoritarios guarda una lógica distinta a las encuestas en sociedades libres y democráticas.

El profesor iraní Ammar Maleki, de Tilburg University, apunta que los iraníes (y posiblemente los rusos) no informan honestamente sobre sus fuentes de información cuando el anonimato de la encuesta no está garantizado. Un 40 % de los iraníes dijeron que veían canales satelitales en una encuesta en línea, frente al 5 % que afirmó lo mismo en una encuesta telefónica.

La elección presidencial nicaragüense de 1990, cuando Violeta Chamorro le arrebató la presidencia a Daniel Ortega, despertaba enorme interés en el mundo, y por ello fue de los procesos electorales más medidos. Al menos 17 encuestadoras, de las más prestigiosas de la región y de los EE. UU., quisieron predecir los resultados. Solo dos encuestadoras acertaron vislumbrando el triunfo de Chamorro, y no eran de las más conocidas.

Un importante elemento diferenciador fue el lápiz con el que el encuestador apuntaba las respuestas del entrevistado. La mayoría lo hicieron con lápices rojinegros, que eran los únicos disponibles en el mercado nicaragüense para el momento (una manera no muy sutil con el que la revolución sandinista quería entrar en las escuelas). Las encuestadoras que acertaron en sus predicciones usaron lápices amarillos, adquiridos fuera de Nicaragua. Ese lápiz mandaba un mensaje a los entrevistados acerca de las “respuestas correctas” que se esperaban de ellos.

Lo que callan las encuestas

Tan importante como lo que dicen las encuestas es también lo que callan. Pese a que las encuestas rusas realizan normalmente mediciones con periodicidad semanal, el WCIOM no las ha actualizado desde la semana siguiente a la invasión, cosa que podría sugerir que ha habido cambios importantes en la opinión pública conforme la duración de la guerra se ha ido extendiendo.

Sobre este punto ahonda el líder opositor ruso Navalny en un hilo reciente en Twitter sobre una encuesta online.

Se trata de una encuesta tipo panel realizada entre moscovitas usuarios de internet donde se observan rápidos cambios en la evaluación del papel de Rusia en la guerra. La proporción de encuestados que ven a Rusia como el agresor se habría duplicado en la primera semana de guerra, pasando del 29 % al 53 %, mientras que la proporción de quienes consideraban a Rusia un “pacificador” se redujo a la mitad, del 25 % al 12 %.

Aún cuando el método de la encuesta de Navalny pudiera ser cuestionable, el cambio de opinión no lo es tanto y podría señalar una tendencia generalizable. Una encuesta en línea hecha a manera de panel, aunque implique por su propia naturaleza un sesgo al excluir a los no internautas, puede ser muy útil para identificar un giro notable o un punto de inflexión en la opinión pública capaz de revertir tendencias.

Quizás los datos de opinión pública de mayor credibilidad en Rusia son los del Levada Center, una organización de investigación no gubernamental que hace encuestas desde 1988, algunas en colaboración con el Consejo de Chicago. En 2016 fue etiquetado como “agente extranjero” por el Kremlin.

Las encuestas de Levada del 17 al 21 de febrero encontraron que la mayoría de los encuestados (52 %) apreciaban negativamente a Ucrania, mientras que la mayoría (60 %) culpaba a Estados Unidos y a la OTAN por la escalada de tensiones en el este de Ucrania. Apenas un 4 % culpaba a Rusia. A mediados de febrero, incluso antes del inicio de la “operación especial”, se produjo un notable deterioro de la actitud de la gente hacia los países occidentales. Hubo un aumento de la negatividad hacia Estados Unidos, la UE, Inglaterra y Alemania.

También el Levada Center indagaba recientemente sobre aspectos menos coyunturales como la economía o el papel del Estado. En octubre 2021, ante la pregunta “¿qué sistema político es el mejor?”, un 49 % contestaba que el sistema soviético, un 18 % que el sistema actual y un 16 % que la democracia occidental. Ante “¿qué sistema económico es el mejor?”, un 62 % de las respuestas aludían a la planificación y la distribución estatal y un 24 % a la propiedad privada y el mercado.

En buena medida la nostalgia por la Unión Soviética de estas respuestas explican mucho del apoyo a Putin y a la invasión.

Todas estas percepciones podrían variar conforme se alargue la guerra, cuyas consecuencias podrían poner en duda la conducción de Putin. Es previsible igualmente que el acceso a estas mediciones se haga menos transparente con el paso de los días y la agudización del conflicto.

Propaganda rusa dirigida al sur global

Los números indican que, al menos hasta el momento, la opinión pública rusa está del lado de Putin en la invasión. Cuando afirmamos que Ucrania ha ganado la batalla de las comunicaciones en esta guerra, nos referimos estrictamente a lo que pasa en Occidente. Los números rusos de opinión pública son otros, y algo similar podría estar pasando en los países no occidentales.

Un análisis muy interesante de Carl Miller explica cómo la propaganda rusa y sus empeños por construir narrativas favorables a la invasión pueden estar siendo dirigidas al sur global.

A través de un análisis de conglomerados en Twitter, Miller encuentra de manera muy clara que la desinformación rusa apunta más a los BRICS, África, Asia y Latinoamérica que a Occidente. Y el mensaje enviado se orienta no tanto en salvar a Rusia, como a condenar a los Estados Unidos. La narrativa que se busca colocar es que Rusia ha actuado de forma defensiva ante el expansionismo de la OTAN y la respuesta de Occidente sería hipócrita, pues ha invisibilizado otros conflictos bélicos.

Cuando aseguremos con certeza que Ucrania ha ganado la batalla de las comunicaciones, habrá que ser más prudentes al identificar el ámbito preciso en el que se está librando esa guerra.

(*) Profesora de Comunicación Política en la UNAV, el IESA y Pforzheim, Universidad de Navarra

 

 

 

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