Por Christopher Morris (*)
Que además es la capital administrativa del oblast de Jersón, que fue una de las cuatro regiones que Rusia se anexionó en septiembre. Su aparente abandono tendrá seguramente importantes implicaciones.
En todo el norte y centro de Ucrania, el conflicto se está volviendo cada vez más estático, aunque no pierde nada de su crudeza. El cambio de estación dificulta los avances rápidos de ambos bandos a medida que el tiempo empeora. En las líneas del frente, las fuerzas terrestres lucharán simplemente por sobrevivir a la caída de las temperaturas.
Durante las últimas semanas, la atención se ha centrado en la región de Jersón, con la expectativa de que representaría un último enfrentamiento importante antes de que el invierno cambie la naturaleza del conflicto.
Ahora, el comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, el general Sergei Surovikin, ha anunciado que las fuerzas rusas se retirarán de la ciudad y que lo harán por el Dniéper hacia el sur. Esto ha sido una especie de sorpresa. Se había venido hablando de que Rusia se había atrincherado en la ciudad, preparándose para una gran batalla. El anuncio de Surovikin incluyó un poco habitual reconocimiento público de la insuficiencia de las fuerzas rusas: citó el reto logístico de hacer llegar suministros a las tropas bajo su mando como la razón de la retirada. Esto es, naturalmente, bastante sospechoso.
¿Guerra urbana?
Una retirada en este punto tiene cierto sentido práctico. Rusia está ahora fundamentalmente a la defensiva, y necesita elegir sus batallas con cuidado. Jersón ofrece la posibilidad de que los rusos obliguen a los ucranianos que avanzan a participar en una guerra urbana, un tipo de combate costoso que suele ser desastroso para el bando atacante. Sin embargo, esto supondría un coste terrible para las fuerzas rusas defensoras, y, en este momento, Rusia no puede permitirse asumir pérdidas de esta magnitud.
Hay algunos indicios de que la retirada podría ser un engaño, un ejemplo de la tradición rusa de mezclar la política y la acción militar para engañar al adversario: su famosa “maskirovka”, o guerra enmascarada. Habiendo aprendido de sus desastrosas confrontaciones urbanas en Chechenia, Rusia puede estar intentando dar a Ucrania una muestra de lo que ellos mismos experimentaron en el pasado. Pero si este es el caso, parece que la inteligencia ucraniana ya se ha dado cuenta de la artimaña.
Sea cual sea la verdad del asunto, la decisión está causando división en Moscú. Mientras que algunos, incluido el influyente jefe del grupo de mercenarios Wagner Yevgeny Prigozhin, están dispuestos a ver la medida como algo pragmático, otros –como el líder checheno Kadyrov, que recientemente llamó a una “gran yihad” contra el pueblo de Ucrania– probablemente sean menos tolerantes con el revés.
Esta división habla del valor material y simbólico de la ciudad. El mayor núcleo de población capturado en el curso de la “operación militar especial” rusa es el centro de la industria y la agricultura, así como un puerto con acceso tanto al Mar Negro como al contiguo Dniéper. Si Ucrania es capaz de recuperar Jersón, estará a un paso de Crimea.
El presidente ruso, Vladimir Putin, no puede permitirse otra humillación: perder la ciudad comprometería su control sobre la región de Zaporiyia, anexionada ilegalmente. Sin embargo, una costosa lucha mermaría aún más sus ya maltrechas fuerzas terrestres. Tras el reciente y desastroso avance de las fuerzas de élite rusas en el norte, es posible que la cúpula militar esté tomando medidas para preservar los soldados experimentados que les quedan.
Próximos pasos
En cambio, en los próximos meses es probable que las fuerzas rusas eviten la fórmula de una confrontación decisiva mientras continúan la guerra de otras maneras, como sus ataques con drones a la infraestructura civil. Además, es posible que apuesten por que la ayuda de la OTAN disminuya durante los meses de invierno, con la esperanza de que las presiones económicas y la escasez de energía obliguen a los partidarios de Ucrania a volver a centrarse en sus propias poblaciones.
Por su parte, los planificadores militares de Ucrania estarían dispuestos a mantener la ofensiva. El presidente Volodímir Zelenski también es consciente de que un estancamiento podría hacer que se agotara el apoyo militar occidental. Los dirigentes ucranianos se han mantenido firmes en su promesa de recuperar todos los territorios ocupados, incluida Crimea, anexionada en 2014.
Sin embargo, el éxito en Jersón representa una prueba de otro tipo. Si bien Estados Unidos y otros aliados clave han apoyado a Ucrania hasta ahora, queda por ver si este compromiso se extiende a la reconquista del territorio que Rusia afirma haberse anexionado antes. Un avance mucho mayor haría que la reconquista de Crimea fuera una posibilidad real, y se especula sobre el próximo movimiento de Rusia si eso entrara dentro de lo probable, con la preocupación de que pueda dar lugar a una respuesta nuclear. El temor a una reacción de este tipo podría hacer que los partidarios de Ucrania reconsideren sus opciones.
A corto plazo, es probable que el flujo de apoyo continúe, pero el panorama a largo plazo es más complicado. En Estados Unidos, una parte importante de la población considera que se está enviando demasiada ayuda al extranjero. Dada la postura del partido republicano en esta cuestión, algunos –incluidos los dirigentes rusos– especularon con que las elecciones de mitad de mandato de Estados Unidos representarían un momento crítico. Por supuesto, el presidente estadounidense, Joe Biden, también ha tenido que desmentir a miembros de su propio partido que han dejado claro que preferirían una solución negociada.
Los presidentes estadounidenses cometen errores, por supuesto, pero después del desastroso resultado de la retirada del apoyo estadounidense al anterior gobierno de Afganistán, esperar que el mismo error se repita dos veces en la misma administración es una ilusión.
Independientemente de lo que ocurra al sur de Jersón, Ucrania probablemente pueda contar con el flujo de armas y apoyo al menos durante un tiempo más.
(*) Teaching Fellow, School of Strategy, Marketing and Innovation, University of Portsmouth.