Por Helder do Vale (*)
Pero contra todas las predicciones la diferencia de votos entre Lula y Bolsonaro fue muy pequeña. En las elecciones presidenciales del domingo los brasileños acudieron masivamente y sin grandes incidentes a las urnas. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores) y el actual presidente Jair Bolsonaro (Partido Liberal) fueron los dos candidatos más votados.
Lula alcanzó el primero lugar con el 48,4% de los votos válidos, mientras Bolsonaro quedó en segundo lugar con el 43,2% de los votos válidos. Los dos candidatos se enfrentarán nuevamente en las urnas en una segunda vuelta el próximo 30 de octubre.
Los dos candidatos más técnicos y con propuestas más robustas, Simone Tebet (Movimiento Democrático Brasileño) y Ciro Gomes (Partido Democrático Laborista), terminaron la votación respectivamente en tercero y cuarto lugar.
Tebet, que pertenece a un importante partido de centroderecha, recibió el 4,17% de los votos defendiendo una agenda feminista y ambientalista. Ciro Gomes, con el 3,05% de los votos, atacó duramente a Lula durante la campaña pese a pertenecer a un tradicional partido de izquierda y haber sido en el pasado ministro de Lula.
Los 156 millones de brasileños también acudieron a las urnas para elegir gobernadores de los estados, senadores (un tercio de ellos) y diputados del Congreso Nacional, y diputados estaduales. En estos ámbitos electorales los resultados indican un vuelco del electorado más a la derecha y preferencias de los votantes por candidatos que ya ocupaban el puesto.
La poca renovación del poder legislativo nacional fue muy favorable al Partido Liberal de Bolsonaro que obtuvo 99 diputados y 8 senadores (6 de ellos exmiembros del alto escalafón de su gobierno). El Partido de los Trabajadores de Lula enviará al Congreso 80 diputados y 4 senadores. En los gobiernos estaduales, el Partido de los Trabajadores garantizó la elección de tres gobernadores en la primera vuelta, mientras el Partido Liberal ganó solamente un gobernador.
Sorpresa en los resultados
La gran sorpresa de la primera vuelta ha sido la desconexión entre los pronósticos de las encuestas y el resultado de la votación. Había una expectación de que Lula pudiera obtener la mayoría de los votos válidos para ser elegido presidente sin una segunda vuelta. Pero contra todas las predicciones la diferencia de votos entre Lula y Bolsonaro fue muy pequeña.
La distribución de votos entre los distintos estados brasileños exterioriza un tenaz movimiento de la ultraderecha por mantener e incluso expandir su espacio político conquistado en las elecciones de 2018. De los 27 estados (incluyendo el Distrito Federal), Lula ganó en 14 y Bolsonaro en 13.
En los tres estados que concentran el 45% del total de votantes –São Paulo, Rio de Janeiro y Minas Gerais– Bolsonaro obtuvo la mayoría de los votos. La fuerza de Lula se notó especialmente en los estados del nordeste donde, en algunos casos, el expresidente ganó con más del 70% de los votos válidos.
Las encuestas fueron precisas al identificar las intenciones de voto de Lula. Sin embargo, dichas encuestas fueron incapaces de predecir el porcentaje de votos de Bolsonaro. Hay dos plausibles explicaciones para ello. Primero, hubo una disminución de los votos blancos y nulos, de alrededor del 8% en anteriores elecciones y un 4% en estas elecciones, y es posible que estos votos hayan migrado a Bolsonaro. Segundo, Bolsonaro posiblemente logró atraer a última hora los “votos útiles” de otros candidatos.
Supervivencia de la democracia
Las elecciones de 2022 están cimentadas sobre profundos enfrentamientos entre los dos líderes más populares de Brasil, que son igualmente capaces de movilizar a las masas y que representan visiones de mundo diametralmente opuestas. El mayor contraste entre Lula y Bolsonaro está en el campo democrático y en la esfera de la defensa de costumbres.
Lula participó en varias elecciones y ejerció dos mandatos presidenciales respetando las normas democráticas. En contraste, Bolsonaro siempre cuestionó las instituciones democráticas y durante su gobierno favoreció la erosión de la democracia. Como los dos candidatos representan distintas preferencias democráticas estas elecciones tienen un claro carácter plebiscitario.
La democracia fue fuertemente amenazada en los últimos cuatro años por el gobierno de Bolsonaro. Gran parte de los defensores de la democracia creen necesario evitar a toda costa la reelección del actual presidente. Mientras tanto, los partidarios de Bolsonaro creen que él debe llevar a cabo transformaciones políticas y sociales que reflejen la ideología de la ultraderecha, en especial una profundización de las costumbres y valores tradicionales.
Lula y la construcción de una coalición
La pequeña diferencia de votos entre Lula y Bolsonaro en la primera vuelta obliga al izquierdista a construir una coalición política más amplia. La campaña del expresidente se ha centrado durante las dos semanas previas a la votación en atraer apoyos políticos de distintos sectores de la sociedad para crear una amplia coalición democrática contra Bolsonaro.
En sus esfuerzos para organizar un movimiento de “todos contra Bolsonaro”, Lula recibió declaraciones de votos de muchas personalidades: varios expresidentes de la Suprema Corte, excandidatos a la presidencia que se opusieron a Lula en pasadas elecciones, exministros de finanzas y presidentes del Banco Central, distintas celebridades del mundo de la cultura y renombrados empresarios que previamente apoyaban a Bolsonaro.
Lula entra en la campaña de la segunda vuelta con perspectivas de victoria. Pero haber perdido la primera vuelta faltando apenas 1,6% de los votos para proclamarse presidente afecta a los ánimos de sus partidarios y crea un anticlímax en su campaña. En su discurso tras la divulgación oficial de los resultados, Lula dijo que “Esto para nosotros es solo una prórroga”. Y añadió: “La lucha continúa hasta nuestra victoria final”.
Bolsonaro y la supervivencia de la ultraderecha
El potencial de victoria de Bolsonaro fue subestimado. El presidente entra en la segunda vuelta rearmado y centrará su campaña enfatizando su agenda conservadora basada en valores religiosos y familiares. De hecho, Bolsonaro cuenta con el 49% de las intenciones de voto entre los evangélicos contra el 32% de Lula.
En la gestión de Bolsonaro, la incompetencia ha sido una característica constante. Involucrados en cuestiones políticas, técnicas o criminales, algunos ministros bolsonaristas han abandonado sus puestos bajo escándalos. Este mismo año su ministro de Educación dimitió y fue arrestado tras el descubrimiento de un esquema de desvío de fondos destinados a algunos miembros de la iglesia evangélica. En 2020 el ministro del Medio Ambiente renunció a su mandato tras conocerse una investigación que indicaba que estaba involucrado en la exportación ilegal de madera. Las investigaciones de dichos escándalos todavía siguen en marcha, hecho que juega a favor del actual presidente.
En los últimos dos años el gobierno de la ultraderecha, con su débil articulación parlamentaria, ha logrado apoyo político en el Congreso Nacional distribuyendo de forma poco transparente y sin criterios técnicos fondos del presupuesto general del estado. Este esquema es conocido como “presupuesto secreto” a través del cual diputados proponen modificaciones en el presupuesto sin que sus nombres se hagan públicos. Esta forma de distribución presupuestaria fue extendida por Bolsonaro, que tiene el poder de veto sobre la aprobación del presupuesto, pero ha utilizado el secretismo para destinar grandes cantidades de dinero a sus aliados políticos. Este esquema garantiza muchos apoyos a la ultraderecha en las elecciones.
Enfrentamientos e incertidumbre
Una encuesta realizada antes de la votación de ayer arroja una victoria de Lula en la segunda vuelta con el 52% contra el 37% de Bolsonaro.
En las próximas cuatro semanas de campaña, Lula intentará ampliar su frente democrático contra el ultraderechista. En cambio, Bolsonaro subirá el tono contra Lula e intentará reactivar el sentimiento de rechazo al Partido de los Trabajadores (PT) (lo que se llama en Brasil antipetismo).
De ser elegido en la segunda vuelta, Lula ciertamente enfrentará problemas de gobernabilidad: tendrá que gobernar con un Congreso Nacional con más senadores y diputados ultraderechistas, que intentarán bloquear su agenda política. Si Bolsonaro logra garantizar su reelección, avanzará con su agenda conservadora y de reformas antidemocráticas.
El resultado de la primera vuelta aumenta la complejidad política en que se encuentra Brasil. El avance de la ultraderecha en el Congreso Nacional y el sólido apoyo de muchos votantes a Bolsonaro desvela un panorama difícil para un cambio político en el país eventualmente liderado por Lula. Lo cierto es que Brasil vivirá las próximas semanas bajo mucha incertidumbre.
(*) Professor, Universidade Federal da Bahia (Brasil)