Esa cooperación ayudó a terminar la guerra de precios y recuperó la estabilidad en el mercado. Pero ahora, mientras los países occidentales se preparan para poner tope al precio del crudo ruso, nadie sabe cómo será la disrupción que eso provoque
Dos años y medio después, y a nueve meses del inicio de la guerra de Rusia a Ucrania, esa colaboración en energía entre las potencias globales es historia antigua.
Moscú usa sus reservas de gas natural como arma contra Europa y está intentando inhabilitar la red eléctrica de Ucrania. Los países consumidores se han vuelto competidores que corren para asegurarse la escasa energía disponible.
También se fracturó la vieja relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos. Hasta en energía limpia se habla de una nueva batalla por dominar las cadenas de suministro.
El posible desmantelamiento del viejo orden en el mercado mundial del petróleo alcanzará un momento decisivo cuando Europa comience a bloquear el crudo ruso transportado por mar desde el continente, una de las respuestas más fuertes hasta la fecha a la invasión de Ucrania por Vladimir Putin.
Las nuevas sanciones también impiden a las compañías europeas asegurar barcos que transporten petróleo ruso a terceros países… a menos que esos países acepten pagar por ese crudo un precio dictado por las potencias occidentales. O sea, los países occidentales intentarán poner un tope al precio de petróleo que vende Rusia.
Nadie puede anticipar cuán disruptivas serán esas medidas. Las sanciones impuestas a Rusia desde que Putin ordenó a sus tropas atravesar la frontera de Ucrania el 24 de febrero, han hecho poca mella a las exportaciones rusas de petróleo o a los ingresos petroleros del Kremlin.
Pero la sola idea de que los enemigos geopolíticos de Moscú vayan a fijar el precio al que Rusia vende su crudo es una humillación para un estado petrolero que produce más de 10% del petróleo mundial.