La grieta global torna complejas las relaciones internacionales

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La grieta separa, pero no deja de unir. Depende de qué dimensión se considere. Mirado desde una perspectiva imparcial, en la realidad internacional hay tres actores diferenciados: China, EEUU y Rusia.

Por Alberto Ford

Cada uno con su libreto protagoniza la escena. Están conectados a través de la agenda global en relaciones de confrontación y/o complementariedad.
En una relación de aguda conflictividad EEUU y Rusia se unen a través de la guerra de Ucrania.
China por su parte compite con EEUU en base a una renovada concepción de la Infraestructura de conectividad. Ambos ponen en juego dos megaproyectos, la Ruta de la Seda y el Build Back Better World (B3W). Rusia y China por último se preocupan por las formas y la consolidación geopolítica de la parte autocrática de la grieta.

La guerra de Ucrania

La inmovilidad que vino caracterizando la guerra se ha visto afectada con la caída de Bajmut, un lugar estratégico para la logística ucraniana. La ciudad, ya casi inexistente, permaneció encerrada durante varios meses, con apenas un desfiladero por donde se abastecía a las tropas sitiadas.

La guerra de Ucrania se está prolongando más allá de lo esperable si nos atenemos a la correlación de fuerzas en juego. El parate admite distintas explicaciones según de dónde se lo mire.
Las razones implícitas de EEUU son diáfanas. Oficialmente, declaran que alcanzar el fin del conflicto implica abastecer de armas al ejército ucraniano para recuperar los territorios ocupados. Un punto de vista más alejado de la lógica militar que de los intereses comerciales del CMI, denunciados oportunamente por el ex presidente Eisenhower.

Los motivos de Rusia no son tan claros. Si Rusia completa la recuperación de Donetsk y Lugansk, alcanzaría los objetivos planteados al inicio de su intervención. Pero las guerras son puro misterio. Cabe preguntar si esas siguen siendo sus intenciones o, por añadidura, ahora lo son la ocupación de otros territorios como podrían ser Járkov y Odessa. De ser la segunda opción tenemos guerra para rato.
La caída de Bajmut tuvo fuerte repercusión en Hiroshima el día de la inauguración de la cumbre del G7 adonde había sido invitado el presidente ucraniano.
La presencia de Zelenski no solo fue accidentada por esa coincidencia. En Hiroshima esperaban la oportunidad para difundir los resultados de la lucha por el desarme nuclear, pero sus ciudadanos se sintieron defraudados porque la guerra de Ucrania les había quitado protagonismo. Fue el mismo sentimiento que experimentó el primer ministro de Japón, anfitrión de la Cumbre.
La extensa declaración final del G7, reflejo de un nutrido y pormenorizado abordaje de la problemática global, confirma lo que viene sucediendo desde la Cumbre de 2021 en Inglaterra: el Grupo de los Siete vuelve a ser la versión restringida del G20, pero sin el lastre de Rusia, China y otros países emergentes.
En ese contexto se pueden verter opiniones sobre temas que serían inaceptables en el formato ampliado (verbigracia invasión de Ucrania o represión de los üigures en China).
No obstante, los países desarrollados han reafirmado de hecho la necesidad de un G20 como medio para influenciar en el más alto nivel posible la parte light de la agenda universal compartida.

La infraestructura de conectividad

La preocupación existente en EE.UU. por la obsolescencia de su inmensa infraestructura estuvo presente más de una vez en los discursos del presidente Biden. El hecho fue planteado en foros como el del G7 donde se presentó el programa Build Back Better World (B3W).
En la cumbre del G7 de Alemania de 2022 se propuso una inversión de seiscientos mil millones de dólares para infraestructura de calidad a través de la Asociación para la Inversión en Infraestructura Global (PGII). La intención se expresó en el solemne compromiso de “realizar la transformación del sistema económico y social hacia economías netas cero, circulares, resilientes al clima, libres de contaminación y positivas para la naturaleza y a detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030.”
Por cierto, la preocupación no solo se refiere al estado de la infraestructura de los EEUU.
Entre la dirigencia de los países de Occidente se sigue con atención el avance y la proyección de la contraparte china al B3W, el programa Iniciativa de la Franja y la Ruta o llamado por antonomasia de la Nueva Ruta de la Seda, en inglés Belt and Road Initiative (BRI).
La controversia entablada –referida a la influencia de ambos programas y, por extensión, de ambas potencias- ha obrado en un sentido más general: representar el relato sobre el supuesto enfrentamiento sino-norteamericano como si fuera la contradicción fundamental de la época.

Dos eventos la significan.
La fusión de dos gigantes del ferrocarril: Canadian Pacific y Kansas City Southern para formar CPKC Railways, ensamblado a los proyectos de cabecera de AMLO, el Tren Maya y el Transítsmico en Tehuantepec, permitirán incrementar la conectividad necesaria para la relocalización de las cadenas de suministros que está ejecutando EEUU para contrarrestar el predominio asiático. Es un mega-emprendimiento que involucra 30.000 Km de vías para “reticular” a full toda la parte norte del continente americano.
Por el lado de la parte china, se evidencia con mayor claridad el rol que juega la conectividad como principal ariete para la proyección de su influencia global. Están en curso proyectos de su autoría en 139 países, entre los cuales hay 30 europeos, 37 asiáticos, 54 africanos y 13 de América Latina.
Genera enorme expectativa la realización este año del IIIº Foro de la Nueva Ruta de la Seda. Los dos primeros tuvieron una presencia muy amplia y altísimo impacto. Veremos en esta oportunidad lo que sucede en el marco de la grieta.
El tema de la conectividad fue dominante en la cumbre de reciente realización de Xi Jinping con los presidentes de los cinco países del Asia Central. Las obras comprometidas apuntan a la formación de un hub en esa área pivote, inevitable para cualquier trazado terrestre, con vistas a la diversificación de la infraestructura con que China se conecta comercialmente con Europa.
La realización simultánea del Foro Xi+5 y el G7 pone en evidencia el carácter confrontativo de la grieta, al mismo tiempo la fuerza con que las autocracias –apoyaron al unísono la realización de la Cumbre en Xi´an, punto de partida terrestre de la Nueva Ruta de la Seda- están afrontando el desafío.

La geopolítica de las autocracias

Han sorprendido los recientes movimientos del presidente brasileño. A poco asumir el cargo por tercera vez, Lula pegó un volantazo político, por lo menos en cuestiones internacionales; es toda una lección de la experimentada y flexible diplomacia de Itamaratí que lo ubican en una posición de desafiante independencia.
Unasur fue un experimento fallido que sucumbió víctima de los vaivenes políticos de la década pasada en la región. Al calor de esta nueva onda electoral que se expande -más de centro izquierda para llamarla de algún modo- Lula intenta reflotar el organismo.
Para ello llamó a una reunión de consulta en Brasilia en la que participaron doce presidentes sudamericanos. La declaración salida del Planalto no menciona a la UNASUR lo que atestigua el carácter informal de la convocatoria.
Como dato anecdótico se menciona el caluroso recibimiento que Lula dispensó a Maduro así como la reivindicación de su legitimidad democrática lo que repercutió en los medios de un modo tan encendido como dispar.
En esos días un diplomático brasileño sorprendió en Moscú con declaraciones sobre la profundización de los vínculos de los países del BRICS con los países euroasiáticos y, a través de Brasil, también del Mercosur y hasta de sus países integrantes, entre ellos la Argentina. Otra expresión del sesgo que Lula le está dando a su gestión también como presidente pro tempore del ascendente organismo pentanacional.
Sin embargo, los resultados de la misión del gobierno argentino en Pekín muestran que las intenciones de Lula -expresadas a través del diplomático mencionado- todavía están en tiempo de espera si nos atenemos a la receptividad que dispensó Dilma Rousseff -que está al frente del Banco BRICS por mandato de Lula- a las demandas de financiamiento fresco para compensar los déficits de dólares de nuestras reservas.
Las mencionadas declaraciones del diplomático brasileño se dieron en IIº Foro Económico Euroasiático de la Unión homónima (UEEA) en la que participaron decenas de países, lo que da la pauta de los esfuerzos del Kremlin para consolidar el lado autocrático de la grieta.
De ese lado existen otros organismos de peso como por ejemplo la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en la que están no solo China y Rusia que la comandan sino también la India e Irán; pero el BRICS, al estar representados en él tanto África como Latinoamérica, asoma como la principal alternativa organizacional para el crecimiento del Sur Global.
Los hechos parecen justificar las expectativas. En la Reunión de “amigos” del BRICS que tuvo lugar en Sudáfrica, el organismo registra al día de hoy más de 30 peticiones de ingreso de países de los tres continentes.
La alianza estratégica establecida por Rusia y China, a principios de 2022, sigue demostrando vitalidad. A la reciente visita de Xi a Moscú, donde se firmaron importantes acuerdos suplementarios, le siguió la visita del primer ministro ruso a Pekín donde la tónica fue similar.
En la completísima agenda que los vincula estratégicamente, se destaca el tratamiento de la apertura de una nueva alternativa comunicacional en el marco del Nueva Ruta de la Seda: el camino del Mar del Norte en el Ártico que se va haciendo cada día más transitable con el deshielo producido por el cambio climático.
El cambio es revolucionario. Transportar mercancías desde el Lejano Oriente hasta Europa a través del Canal de Suez obliga a recorrer más de 23.000 kilómetros; en cambio, por la Ruta Marítima del Norte solo algo más de 14.000 kilómetros con el ahorro de tiempo y costes que ello supone. Una nueva alternativa geopolítica controlada por las autocracias que obliga a acelerar el re-shoring de las cadenas de suministros de oriente a occidente.
Donde no hay grieta es con relación a la atracción fatal que sigue despertando la inteligencia artificial (IA). Frente a su irrupción invasiva, el G7 ha encargado a la OCDE considerar el análisis de los impactos vinculados al fenómeno emergente, y la puesta en marcha de la Alianza Global sobre IA (GPAI) para mejorar las condiciones de la incorporación de la herramienta.
La avalancha tecnológica de estos días se sintetiza en la consigna de la Sociedad 5.0 presente en diversas estrategias nacionales. Con la incorporación de la IA al imaginario social, la visión de la Sociedad 5.0 comienza a imponerse aceleradamente como arquetipo de gestión moderna.
El G7 convoca a incrementar la receptividad de los nuevos conocimientos. En ese sentido se reivindica el papel de la educación como un catalizador para lograr todos los Objeticos de Desarrollo Sostenibles (ODS) que hoy por hoy son el modelo más difundido y aceptado de la agenda global.

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