El mercado de petróleo y gas, que aporta más de 60% de la energía mundial, está sumido en una crisis doble que habría sido impensable al comenzar el año. A la guerra de precios entre naciones productoras que pelean por las cuotas de mercado se le suma ahora otra crisis más grande, que es la pandemia del coronavirus y lo que probablemente se convierta en la recesión más grande desde la Segunda Guerra Mundial. En consecuencia, el colapso en la demanda será mayor que cualquiera de los registrados desde que el petróleo se convirtió en un commodity global. Los precios ya cayeron dos tercios desde principios de este año y siguen cayendo. Se calcula que la caída del consumo global en abril va a ser siete veces más grande que la mayor declinación trimestral desde la crisis de 2008-2009.
Este crac va a crear caos en los países productores y aumentará la turbulencia de los mercados financieros. También sumará otra capa de complejidad a la ya complicada situación geopolítica.
Como ocurre con muchas otras industrias, esta emergencia extrema en los mercados petroleros fue causada por la pandemia del coronavirus, pero en este caso la emergencia viene con un toque de geopolítica. Suma también a Estados Unidos al debate internacional sobre lo que se puede hacer para mitigar la crisis.
En febrero de este año la producción petrolera de Estados Unidos llegó a su pico más alto – 13,1 millones de barriles diarios – mucho más que cualquiera de los otros dos productores globales, Arabia saudita y Rusia. Semejante récord es producto de la revolución shale con sus técnicas de fracking. Gracias a esa revolución Estados Unidos pasó de ser importador a uno de los grandes exportadores de hidrocarburos.
El último colapso de los precios, que comenzó en 2014 como resultado de un aumento en los precios terminó en 2016 con el surgimiento de un nuevo orden en el petróleo internacional: OPEP+. Ese era un acuerdo entre los 11 miembros de la OPEP y 10 países No OPEP para reducir conjuntamente la producción con el fin de estabilizar el mercado. OPEP+, a veces llamado la Alianza de Viena, era en su base un pacto entre Arabia saudita y Rusia, a la sazón los dos productores más grandes además de rivales, para actuar al unísono.
Pero la primera fase de la crisis del coronavirus rompió ese pacto. China, el gran mercado de crecimiento para el mundo petrolero, se cerró. La demanda global, en lugar de aumentar como se esperaba, cayó 6 millones de barriles diarios en el primer trimestre de este año.
Arabia saudita y Rusia comenzaron a discutir sobre la forma de reaccionar. Rusia podía aguantar el petróleo a US$ 42 pero los sauditas lo necesitaban a US$ 80 para equilibrar su presupuesto. Por eso proponían recortar todavía más la producción. Rusia buscaba mantener el acuerdo hasta junio.
Que sí, que no, la OPEP+ se partió.
Inmediatamente después Arabia saudita anunció que en vista de que todos los productores no recortaban la producción, abriría totalmente las válvulas. Comenzó a bombear a todo vapor. Se suponía que las producción adicional ayudaría a compensar la caída de los precios. Rusia respondió anunciando que también produciría todo lo posible, aunque su capacidad para aumentar es mucho menor. Se iniciaba la carrera por conseguir cuotas de mercado.
Mientras el precio del petróleo seguía bajando el brote de coronavirus pasaba a una segunda y más terrible fase: pandemia global. El resultado fue el cierre de gran parte de la economía global que generó un colapso en la demanda como no se había visto nunca. En abril la caída podría ser de 20 millones de barriles por día o más. Cerca de 20% de la demanda total.
Por la naturaleza de sus yacimientos Rusia y Arabia saudita pueden producir a costos mucho más bajos que la mayoría de los demás países. En esas otras naciones, cuando el precio del barril es más bajo que los costos de operar el pozo, una compañía no puede seguir bombeando sin perder dinero con cada barril.
Entre los más golpeados está el shale oil de Estados Unidos. Por ese motivo Estados Unidos perderá parte de su cuota de mercado.
El desafío está en estabilizar el mercado y terminar la batalla por cuotas de mercado. Arabia saudita tiene una plataforma ideal para facilitar una resolución este año parque es anfitrión en la reunión anual del G20, el foro donde las grandes economías del mundo tratan de solucionar problemas económicos internacionales.