domingo, 24 de noviembre de 2024

Críticas a la globalización por derecha y por izquierda

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Los enemigos de la globalización se encuentran en todo el espectro político, desde la derecha nacionalista hasta la izquierda anticapitalista y desde el movimiento ambientalista hasta los servicios de inteligencia.

La globalización no implica solamente comercio y tecnología. También abarca la política. Los cambios políticos, sobre todo el colapso del comunismo, crearon las condiciones para una era de híperglobalización. Ahora los cambios políticos, sobre todo el surgimiento del nacionalismo, están amenazando la red de lazos económicos creada en los últimos treinta años. Así resume Gideon Rachman en el Financial Times su interpretación de la crisis de la globalización.

Los enemigos de la globalización, añade, se encuentran en todo el espectro político, desde la derecha nacionalista hasta la izquierda anticapitalista y desde el movimiento ambientalista hasta los servicios de inteligencia.

De todos modos, la desglobalización todavía no aparece en los números comerciales. El movimiento de bienes, servicios, capitales y personas todavía se mantiene bastante bien.

Y eso podría explicarse por las conexiones económicas globales y las cadenas de suministro que están demasiado entrelazadas como para desenredarse fácilmente. Aunque haya voluntad de desglobalizar, todavía no hay formas de hacerlo. Si las naciones comerciales más importantes del mundo se retiraran repentinamente hacia una autarquía económica, sembrarían el caos.

De todos modos, los lazos económicos internacionales se pueden romper fácilmente. En los últimos dos años, la pandemia y la guerra en Ucrania demostraron la vulnerabilidad del comercio internacional ante sacudones inesperados.

La Covid 19 interrumpió los viajes internacionales y alteró las cadenas de suministro. La guerra en Ucrania provocó la ruptura de los lazos económicos entre Occidente y Rusia. Ahora hay una combinación de fuerzas políticas y sociales que atacan a la globalización y podrían provocar nuevos cimbronazos.

Diez años atrás, el proteccionismo todavía era mala palabra en Estados Unidos. Pero la administración Trump comenzó una guerra comercial con China y luego la de Biden mantuvo los aranceles como estaban. Los dos grandes partidos norteamericanos coinciden en fomentar políticas para reducir la dependencia económica de China y repatriar las industrias clave, en especial la de los semiconductores. India sigue también la tendencia de desacople y prohíbe compañías tecnológicas chinas como TikTok en un clima de creciente tensión con Beijing.

Los mismos chinos son participantes activos en este proceso de desacople. Podría incluso decirse que fueron ellos los que dieron el primer paso importante cuando impulsaron la producción nacional de tecnologías clave.

Cuando la lógica económica era más importante que las rivalidades geopolíticas, la pregunta principal era: ¿dónde es más barato y más eficiente comprar o producir? Eso condujo al nacimiento de intrincadas cadenas de suministro internacionales.

Pero en un mundo donde crecen las rivalidades internacionales, las preguntas que se plantean son otras. ¿Dónde es más seguro producir y comprar? Y ¿Deberíamos siquiera comerciar con naciones que vemos como amenaza?

Los argumentos políticos y estratégicos para cortar lazos comerciales vienen acompañados ahora por argumentos ambientales y de resiliencia social. Después de la pandemia, los gobiernos son renuentes a volver a un mundo en el que la producción de vacunas se concentra en solo uno o dos países. Los mismos países que antes pensaban que la producción nacional era ineficiente, ahora la consideran prudente.

La vulnerabilidad que más preocupa a muchos gobiernos está en los semiconductores. Según el presidente norteamericano Joe Biden, cerca de 90% de los semiconductores más avanzados son fabricados en Taiwán por un único productor: TSMC. Un funcionario norteamericano ha dicho que remediar esa situación podría llevar muchos años.

Eso es lo que Biden está previendo ahora con la aprobación de la Ley de Chips. Estados Unidos siempre ha tenido reglamentaciones que en nombre de la seguridad nacional restringen las inversiones de extranjeros en su territorio. La Ley de Chips crea nuevas reglas que limitarán las inversiones en el extranjero e impedirán que las empresas norteamericanas fabriquen semiconductores en China.

Los halcones de la seguridad nacional creen que la globalización hizo que las democracias occidentales con total inocencia fomentaran el surgimiento de rivales hostiles como Rusia o China. Los críticos izquierdistas asocian la era “neoliberal” de la globalización con el crecimiento de la desigualdad y la degradación ambiental. Hay elementos de verdad en los dos argumentos. Pero la presión para reducir los lazos comerciales y financieros no solo es producto del nacionalismo y estrés económico, también contribuye a ambos procesos.

 

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