miércoles, 27 de noviembre de 2024

Yukos y violencia en Irak llevaron el crudo a US$ 42,90 (28-7)

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Los crudos marcaban el miércoles máximos nominales desde 1983. Picos de US$ 43,05 y cierre a 42,90 el barril WTO reflejan la crisis de Yukos (la justicia ordenó cesar ventas). Vacilaba Wall Street.

Precipitando una crisis anunciada la semana anterior, la justicia rusa dispuso que Yukos dejase inmediatamente de vender y entregar crudos. Eso les crearía problemas a grandes refinerías de Holanda, Alemania, Japón y Turquía (en su caso, también pesa el rebrote de violencia iraquí: ayer perecieron más de cien en dos ataques).

Las noticias intensifican dudas sobre la capacidad adicional de producción en toda la red petrolera mundial. Por de pronto, los miembros de la OPEP están bombeando casi al tope de los últimos 25 años. En semejante clima, los crudos tejanos alcanzaron US$ 43,05 el barril antes de morigerarse a 42,90 sobre el cierre en Nueva York (2,5% de aumento en el día), quebrando el pico anterior de US$ 42,45, registrado el 2 de junio.

Si bien, a dólares constante, el máximo alcanzado hace 21 años ascendería hoy a unos US$ 104 el barril, los niveles actuales se proyectan en un trasfondo económico y político global completamente distinto, mucho más volátil. En Londres, el Brent nórdico tocaba US$ 39,53, muy cerca de su propia máximos (39,68, octubre de 1990). La diferencia es por calidad y volumen: el barril inglés equivale a 159 litros, el norteamericano a 161 (ambos sistemas de medidas son tontos anacronismos).

Desde Moscú, Yukos confirmó la orden judicial, pero señaló que no pensaba cumplirla, al menos mientras tuviese efectivo para seguir operando. Pero la misma compañía había dicho que, en dos semanas, se quedaría sin fondos. Por supuesto, todo es una maniobra política de Vladyímir Putin, para quedarse con la cuarta petrolera del mundo, a cambio de una deuda tributaria de US$ 3.400 millones.

Por cierto, Rusia es el segundo exportador mundial de petróleo, sólo superado por Saudiarabia. La OPEP y su “lobby”, la Agencia Internacional de Energía, pedían anoche al gobierno moscovita impedir “una catástrofe”. Igual actitud adoptaban la Unión Europea, Japón, Ucrania y China. A la inversa, miembros de la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS, con excepciones) restaban importancia al problema.

Todo eso tenía curiosos efectos en las principales bolsas del mundo. Fráncfort atenuaba una alza a 0,18%. Londres, quizás el mercado más indiferente a la economía real, lograba subir 0,72%. En Wall Street, el Nasdaq compuesto cedía 0,58%, el S&P 500 quedaba neutro y el Dow-Jones industrial ascendía un modesto 0,32%. Pero el euro se desbarrancaba a US$ 1,205.

Precipitando una crisis anunciada la semana anterior, la justicia rusa dispuso que Yukos dejase inmediatamente de vender y entregar crudos. Eso les crearía problemas a grandes refinerías de Holanda, Alemania, Japón y Turquía (en su caso, también pesa el rebrote de violencia iraquí: ayer perecieron más de cien en dos ataques).

Las noticias intensifican dudas sobre la capacidad adicional de producción en toda la red petrolera mundial. Por de pronto, los miembros de la OPEP están bombeando casi al tope de los últimos 25 años. En semejante clima, los crudos tejanos alcanzaron US$ 43,05 el barril antes de morigerarse a 42,90 sobre el cierre en Nueva York (2,5% de aumento en el día), quebrando el pico anterior de US$ 42,45, registrado el 2 de junio.

Si bien, a dólares constante, el máximo alcanzado hace 21 años ascendería hoy a unos US$ 104 el barril, los niveles actuales se proyectan en un trasfondo económico y político global completamente distinto, mucho más volátil. En Londres, el Brent nórdico tocaba US$ 39,53, muy cerca de su propia máximos (39,68, octubre de 1990). La diferencia es por calidad y volumen: el barril inglés equivale a 159 litros, el norteamericano a 161 (ambos sistemas de medidas son tontos anacronismos).

Desde Moscú, Yukos confirmó la orden judicial, pero señaló que no pensaba cumplirla, al menos mientras tuviese efectivo para seguir operando. Pero la misma compañía había dicho que, en dos semanas, se quedaría sin fondos. Por supuesto, todo es una maniobra política de Vladyímir Putin, para quedarse con la cuarta petrolera del mundo, a cambio de una deuda tributaria de US$ 3.400 millones.

Por cierto, Rusia es el segundo exportador mundial de petróleo, sólo superado por Saudiarabia. La OPEP y su “lobby”, la Agencia Internacional de Energía, pedían anoche al gobierno moscovita impedir “una catástrofe”. Igual actitud adoptaban la Unión Europea, Japón, Ucrania y China. A la inversa, miembros de la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS, con excepciones) restaban importancia al problema.

Todo eso tenía curiosos efectos en las principales bolsas del mundo. Fráncfort atenuaba una alza a 0,18%. Londres, quizás el mercado más indiferente a la economía real, lograba subir 0,72%. En Wall Street, el Nasdaq compuesto cedía 0,58%, el S&P 500 quedaba neutro y el Dow-Jones industrial ascendía un modesto 0,32%. Pero el euro se desbarrancaba a US$ 1,205.

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