Efectivamente, el 9 de octubre de 2002 el clima era pesado e imperaba el “mercado oso” (bear market), que había durado también dos años. O sea, desde que se desinfló –en marzo de 2000- la burbuja puntocom y, con ella, el mito de una “nueva economía” sin necesidad de empresas con valor en libros ni esa molestia llamada “empleo físico”.
Para aquella fecha, casi todas las bolsas relevantes del mundo acompañaban a Wall Street. También lo hicieron cuando, poco después, todo se dio vuelta. No obstante, terminando septiembre de 2004, el espinel accionario internacional opera, en general, no menos de 40% sobre las cotizaciones de hace dos años. Por supuesto, gente feliz no falta: esta misma semana, la muy ortodoxa Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) difundieron augurios por demás optimistas.
Entonces ¿por qué tan pocos intermediarios y operadores parecen festejar? Tal vez porque el toro anda un poco a los tumbos en 2004 año y casi ningún mercado haya sostenido los máximos del año, que datan del II trimestre. A ambas orillas del Atlántico norte, por cierto, hay sensación de que el mundo vuelve a salirse de control: el empleo se licúa, emigra o no repunta bastante, la violencia terrorista no cede, las guerras en Levante (explícitas o no) se agravan y los gobiernos –apunta un análisis del “Financial Times”- parecen incapaces o no interesados en afrontar problemas reales.
Lamentablemente, la propia historia bursátil sugiere que el horizonte inmediato no promete alzas notables. Por el contrario, “cuando un mercado toro ingresa al tercer año, las cosas se complican”, afirma Samuel Stoval, estratega jefe en Standard & Poor’s. Éste es el décimo desde la II guerra mundial, tomando la definición tradicional de “bull market”: arranca con 20% de repunte y sólo termina con un declive similar.
“Desde los años 50 –recuerda el experto- sólo en dos de las nueve fases alcistas previas el tercer año deparó un alza superior a 10%. En general, el avance no pasa de 1% y, de hecho, tres toros se extinguieron luego del segundo año”. En cuanto al presente bovino, empezó con un avance sorpresivo pero, más acá de mayo-junio, perdió empuje. La cartera S&P 500 subió 33,7% el primer año y apenas 6,7% en el actual.
También está la campaña electoral. Mayormente, Wall Street cree que el mercado marchará mejor si Bush logra el segundo mandato y peor si lo pierde. En parte, porque supone que John F.Kerry podría dejar sin efecto parte del espléndido “regalo” impositivo que este gobierno les hizo a rentistas y accionistas.
Pero la historia muestra que, desde 1947, la bolsa subió el primer año bajo seis de siete administraciones demócratas y bajó en seis de las ocho republicanas. En promedio, los primeros años de períodos demócratas generan alzas de 14,3% en el S&P 500 y los de republicanos marcan bajas de 2,4%.
Bien pudieran haber sido coincidencias, pero existen explicaciones plausibles, Los demócratas, vistos comúnmente con sospechas por el negocio bursátil cuando llegan, tratan de estimular de inmediato la economía real. Por el contrario, los republicanos toleran recesiones al comenzar el mandato, particularmente si las heredan de la oposición. ¿Por qué? Porque prefieren echarle la culpa a los antecesores, esperar una reactivación a medio mandato y, en las elecciones siguientes, recordar que sacaron adelante la economía (argumento explotado por Bush).
Durante las últimas cinco décadas, hubo recesión en cada primer año de un presidente republicano que sucedía a un demócrata. Así sucedió con Dwight Eisenhower, Richard Nixon, Ronald Reagan y el actual Bush. Al revés, un solo demócrata afrontó una recesión tras reemplazar a un republicano: Woodrow Wilson, en 1913. Dato al margen: a lo largo de seis generaciones, ninguna elección fue definida por el mercado bursátil.
Obviamente, la campaña 2004 podría depender de Irak. Pero, en lo tocante a la economía, Bush intenta seguir los pasos de tres antecesores bajo quienes las recesiones se tornan repuntes a tiempo para lograr ser reelegidos. Esta vez, en cambio, la palidez bursátil denota cuán poco entusiasma la suerte presidencial. Sin duda, firmas de valores, bancas de inversión y otros intermediarios han aportado cientos de millones para la campaña, pero eso no sorprende ni entusiasma al mercado.
Efectivamente, el 9 de octubre de 2002 el clima era pesado e imperaba el “mercado oso” (bear market), que había durado también dos años. O sea, desde que se desinfló –en marzo de 2000- la burbuja puntocom y, con ella, el mito de una “nueva economía” sin necesidad de empresas con valor en libros ni esa molestia llamada “empleo físico”.
Para aquella fecha, casi todas las bolsas relevantes del mundo acompañaban a Wall Street. También lo hicieron cuando, poco después, todo se dio vuelta. No obstante, terminando septiembre de 2004, el espinel accionario internacional opera, en general, no menos de 40% sobre las cotizaciones de hace dos años. Por supuesto, gente feliz no falta: esta misma semana, la muy ortodoxa Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) difundieron augurios por demás optimistas.
Entonces ¿por qué tan pocos intermediarios y operadores parecen festejar? Tal vez porque el toro anda un poco a los tumbos en 2004 año y casi ningún mercado haya sostenido los máximos del año, que datan del II trimestre. A ambas orillas del Atlántico norte, por cierto, hay sensación de que el mundo vuelve a salirse de control: el empleo se licúa, emigra o no repunta bastante, la violencia terrorista no cede, las guerras en Levante (explícitas o no) se agravan y los gobiernos –apunta un análisis del “Financial Times”- parecen incapaces o no interesados en afrontar problemas reales.
Lamentablemente, la propia historia bursátil sugiere que el horizonte inmediato no promete alzas notables. Por el contrario, “cuando un mercado toro ingresa al tercer año, las cosas se complican”, afirma Samuel Stoval, estratega jefe en Standard & Poor’s. Éste es el décimo desde la II guerra mundial, tomando la definición tradicional de “bull market”: arranca con 20% de repunte y sólo termina con un declive similar.
“Desde los años 50 –recuerda el experto- sólo en dos de las nueve fases alcistas previas el tercer año deparó un alza superior a 10%. En general, el avance no pasa de 1% y, de hecho, tres toros se extinguieron luego del segundo año”. En cuanto al presente bovino, empezó con un avance sorpresivo pero, más acá de mayo-junio, perdió empuje. La cartera S&P 500 subió 33,7% el primer año y apenas 6,7% en el actual.
También está la campaña electoral. Mayormente, Wall Street cree que el mercado marchará mejor si Bush logra el segundo mandato y peor si lo pierde. En parte, porque supone que John F.Kerry podría dejar sin efecto parte del espléndido “regalo” impositivo que este gobierno les hizo a rentistas y accionistas.
Pero la historia muestra que, desde 1947, la bolsa subió el primer año bajo seis de siete administraciones demócratas y bajó en seis de las ocho republicanas. En promedio, los primeros años de períodos demócratas generan alzas de 14,3% en el S&P 500 y los de republicanos marcan bajas de 2,4%.
Bien pudieran haber sido coincidencias, pero existen explicaciones plausibles, Los demócratas, vistos comúnmente con sospechas por el negocio bursátil cuando llegan, tratan de estimular de inmediato la economía real. Por el contrario, los republicanos toleran recesiones al comenzar el mandato, particularmente si las heredan de la oposición. ¿Por qué? Porque prefieren echarle la culpa a los antecesores, esperar una reactivación a medio mandato y, en las elecciones siguientes, recordar que sacaron adelante la economía (argumento explotado por Bush).
Durante las últimas cinco décadas, hubo recesión en cada primer año de un presidente republicano que sucedía a un demócrata. Así sucedió con Dwight Eisenhower, Richard Nixon, Ronald Reagan y el actual Bush. Al revés, un solo demócrata afrontó una recesión tras reemplazar a un republicano: Woodrow Wilson, en 1913. Dato al margen: a lo largo de seis generaciones, ninguna elección fue definida por el mercado bursátil.
Obviamente, la campaña 2004 podría depender de Irak. Pero, en lo tocante a la economía, Bush intenta seguir los pasos de tres antecesores bajo quienes las recesiones se tornan repuntes a tiempo para lograr ser reelegidos. Esta vez, en cambio, la palidez bursátil denota cuán poco entusiasma la suerte presidencial. Sin duda, firmas de valores, bancas de inversión y otros intermediarios han aportado cientos de millones para la campaña, pero eso no sorprende ni entusiasma al mercado.