Última fase previa al canje y pálida autocrítica del BIRF

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Ya revisada la documentación básica por la Comisión Federal de Valores, Buenos Aires elevó una memorando final. Al mismo tiempo, el Banco Mundial incluyó un pálido “mea culpa” respecto de su papel ante Argentina en los 90.

La carpeta remitida a la Securities & Exchange Commission (SEC) explica mecanismos para sostener en Wall Street y otras plazas la cotización de los futuros bonos, que se darán en canje por los que están en cese de pagos. Copia del documento va a los reguladores de Londres, Tokio, París, Fráncfort y Luxemburgo.

El trámite explica por qué Economía espera que la restructuración arranque recién en noviembre, como viene indicándolo Roberto Lavagna. Entretanto, los mercados se muestran optimistas respecto de nivel de aceptación, quita real y precios iniciales de los nuevos papeles.

En la bolsa porteña, sin embargo, esto está gestando una burbuja especulativa, cuyo peligro no es grande sólo por el exiguo volumen de especies y operaciones. Por su parte, los “comités” no cejan en su campaña. Ahora, el inefable Hans Humes predice “un caos, si la propuesta argentinas no es aceptada por mucho más 50% de acreedores privados”. No obstante ni él ni Nicola Stock han exhibido todavía comprobantes de las tenencias de bonos que afirman representar.

Por su parte, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Banco Mundial) admitía que “la experiencia argentina en la década anterior es claro ejemplo de que el crecimiento económico no es suficiente para acotar la pobreza, máxime en un contexto de creciente inequidad en la distribución de ingresos”. Pero ésa era una necesidad política u social clave en la convertibilidad con paridad rígida, dólar subvaluado, maquillajes estadísticos y contables.

En su momento tanto esa entidad como el Fondo Monetarios Internacional acompañaban alegremente –junto con una alianza de intereses locales, medios inclusive- las maniobras de Domingo F.Cavallo y sus sucesores hasta que estalló la crisis final. El banco presentaba el informe general 2005; en realidad, un balance de 2004 y, como se ve, una tibia revisión que se estira doce años para atrás.

Su analista principal, François Bourguignon, y Michael Klein (colega en la Corporación Financiera Internacional, filial del BIRF) señalaron oblicuamente –hábito de la alta burocracia técnica- que habían secundado el programa equivocado en Argentina. No obstante, no podían contradecir al presidente del organismo, James Wolfensohn, que insiste en recomendar políticas orientadas al mercado y al negocio financiero. Este banquero norteamericano tiene un lema que suena a verdad de Pero Grullo: “con incertidumbres, no hay inversión”.

La carpeta remitida a la Securities & Exchange Commission (SEC) explica mecanismos para sostener en Wall Street y otras plazas la cotización de los futuros bonos, que se darán en canje por los que están en cese de pagos. Copia del documento va a los reguladores de Londres, Tokio, París, Fráncfort y Luxemburgo.

El trámite explica por qué Economía espera que la restructuración arranque recién en noviembre, como viene indicándolo Roberto Lavagna. Entretanto, los mercados se muestran optimistas respecto de nivel de aceptación, quita real y precios iniciales de los nuevos papeles.

En la bolsa porteña, sin embargo, esto está gestando una burbuja especulativa, cuyo peligro no es grande sólo por el exiguo volumen de especies y operaciones. Por su parte, los “comités” no cejan en su campaña. Ahora, el inefable Hans Humes predice “un caos, si la propuesta argentinas no es aceptada por mucho más 50% de acreedores privados”. No obstante ni él ni Nicola Stock han exhibido todavía comprobantes de las tenencias de bonos que afirman representar.

Por su parte, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Banco Mundial) admitía que “la experiencia argentina en la década anterior es claro ejemplo de que el crecimiento económico no es suficiente para acotar la pobreza, máxime en un contexto de creciente inequidad en la distribución de ingresos”. Pero ésa era una necesidad política u social clave en la convertibilidad con paridad rígida, dólar subvaluado, maquillajes estadísticos y contables.

En su momento tanto esa entidad como el Fondo Monetarios Internacional acompañaban alegremente –junto con una alianza de intereses locales, medios inclusive- las maniobras de Domingo F.Cavallo y sus sucesores hasta que estalló la crisis final. El banco presentaba el informe general 2005; en realidad, un balance de 2004 y, como se ve, una tibia revisión que se estira doce años para atrás.

Su analista principal, François Bourguignon, y Michael Klein (colega en la Corporación Financiera Internacional, filial del BIRF) señalaron oblicuamente –hábito de la alta burocracia técnica- que habían secundado el programa equivocado en Argentina. No obstante, no podían contradecir al presidente del organismo, James Wolfensohn, que insiste en recomendar políticas orientadas al mercado y al negocio financiero. Este banquero norteamericano tiene un lema que suena a verdad de Pero Grullo: “con incertidumbres, no hay inversión”.

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