¿Trump no nos compra? México y China sí

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Las mayores restricciones comerciales que aplicaría Washington, modifican el tablero global. ¿Se puede sacar provecho de esta política? Mayor apertura local a mercados como México y China, implicarían también mayores importaciones. Es preferente asociarse con economías complementarias más que sustitutas.

Perjudicadas por diversos factores, las exportaciones argentinas acumularon cuatro años de caída entre 2011 y 2015. Aunque en 2016 se frenó esta tendencia, los valores continúan lejos de los máximos de 2011.

El discurso proteccionista de Trump desató políticas de reciprocidad que implican “comprar a quien nos compra”. Ante un retroceso en el comercio bilateral con EE.UU., México y China lucen como potenciales destinos para apuntalar nuestras exportaciones.

Para evitar efectos nocivos sobre la producción doméstica, es preferible asociarse con economías complementarias más que sustitutas.

 

La búsqueda de socios comerciales

 

Desde 2011, las exportaciones argentinas evidenciaron una tendencia marcadamente decreciente. Las restricciones cuantitativas sobre el comercio exterior (trabas a las importaciones y represalias de nuestros principales socios comerciales), no hicieron más que profundizar los problemas que el sector exportador arrastraba: el atraso del tipo de cambio, la elevada presión tributaria, los cupos a las ventas externas, las dificultades de infraestructura, etc.

Debilitadas las relaciones bilaterales con nuestros socios, la principal herramienta del gobierno anterior para revertir este escenario fue las denominadas “misiones comerciales” que buscaban nuevos mercados para colocar nuestra producción. Efectivamente, mientras que entre 2011 y 2015 las exportaciones totales de la economía local cayeron de manera consecutiva, acumulando una contracción de 31,5% en el período, hubo ciertos destinos “no tradicionales” que más que duplicaron sus compras de productos argentinos.

Tal es el caso de Vietnam, donde nuestras exportaciones pasaron de US$ 700 millones en 2011 a US$ 1.800 millones en 2015 (+155%), impulsadas por las ventas de soja y maíz. Una situación similar sucedió con India: treparon a más de US$ 2.000 millones en 2015 (incremento de casi 85% en dicho período), principalmente por compras de aceite de soja. Por último, resalta el caso de Suiza: lideradas por los envíos de oro, las exportaciones más que se duplicaron en dicho período superando US$ 1.200 millones en 2015.

Apenas asumió, Mauricio Macri priorizó la recomposición del frente externo, no sólo a través de políticas económicas como la apertura de las importaciones y la quita casi total de las retenciones, sino también restituyendo las relaciones comerciales. Además de reforzar los lazos con Brasil, durante el año pasado el presidente mantuvo reuniones bilaterales con cinco mandatarios de las principales potencias mundiales (Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia y el Reino Unido), con el objetivo de mejorar relaciones con los países que representan aproximadamente 25% del comercio mundial.

Sin embargo, tan solo un año más tarde, tres de estos presidentes debieron dejar su lugar (Obama, Renzi y Cameron), uno lo hará este año (Hollande no se presentará en los comicios franceses) y la figura de Merkel se debilita de cara a las elecciones de este año.

En contraposición a estos líderes, las fuerzas que triunfaron electoralmente o las que los sondeos marcan como favoritas postulan políticas de corte proteccionista. Se configura así un nuevo escenario internacional, en donde las economías desarrolladas ponen más restricciones comerciales, lo que implica amenazas pero también oportunidades para la Argentina.

 

Oportunidades y desafíos

 

Las fuerzas proteccionistas de los países centrales se encuentran en auge, lo que impacta al comercio mundial de forma directa. En este nuevo esquema, además de dolores de cabeza, pueden abrirse algunas oportunidades. Países como México o China, con los que el nuevo gobierno de Estados Unidos planea reformular sus relaciones comerciales, son los casos más emblemáticos de este nuevo paradigma.

Por ejemplo, respecto de México nuestro país mantiene en la actualidad un intercambio bilateral acotado, en tanto representa sólo 2,2% de nuestro flujo comercial. Sin embargo, en caso de que Estados Unidos adoptara una postura más proteccionista, el país azteca podría tomar represalias y buscar nuevos mercados para abastecer su economía, en donde Argentina podría potenciar sus exportaciones.

Los envíos argentinos a México alcanzaron US$ 800 millones el año pasado (tan sólo 1,3% del valor exportado en 2016), al mismo tiempo que las importaciones totales mexicanas superaron los US$ 385.000 millones el año pasado, es decir casi siete veces las exportaciones totales argentinas (apenas por debajo de los US$ 58.000 millones).

Por otro lado, los envíos de Estados Unidos a su vecino del sur treparon a US$ 180.000 millones en 2016 (casi la mitad del total importado por México) por lo que, de llevarse adelante la “política de reciprocidad”, nuestro país encontraría allí un potencial mercado exportador.

Más aún, las importaciones de maíz, trigo, girasol y soja en bruto del país azteca, commodities que fácilmente nuestro país podría proveer, superaron US$ 19.200 millones el año pasado, lo que implica más del doble del total exportado de estos productos por Argentina (US$ 8.300 millones). Por ende, la posible reacción mexicana ante la amenaza proteccionista de Trump, generaría oportunidades para nuestro país.

Claro que la reconfiguración de las relaciones comerciales también implica un mayor esfuerzo interno: la política de reciprocidad implica “comprar a quien nos compra” y, en un contexto donde se cierra el mercado estadounidense, los productos mexicanos también buscarán nuevos destinos, incluyendo nuestro país.

Por caso, de acuerdo a los datos disponibles de 2015, México exportó más de US$ 65.000 millones de vehículos y autopartes a Estados Unidos (superando el total importado por Argentina dicho año). En la misma línea, el país azteca envió a la primera potencia mundial televisores y computadoras por más de US$ 27.000 millones. En el caso concreto de estos productos, la profundización del intercambio bilateral podría significar nuevos desafíos para nuestro país, a nivel interno (reemplazo de la producción local por la externa) pero también en las relaciones con otros países (por caso, con Brasil y su industria automotriz).

Como se hizo mención, la otra nación que estaría perjudicada por la nueva política comercial estadounidense es China. Sin embargo, en este caso los lazos que mantienen con nuestro país son más fuertes, con lo cual no es extraño pensar en una posible profundización de las relaciones comerciales.

En los últimos años, el gigante asiático fue el segundo destino de las exportaciones argentinas, y si bien éstas se contrajeron 13% en valores entre 2012 y 2016, las cantidades vendidas aumentaron más de 30% en el período, dando cuenta del acercamiento de los últimos años. Lamentablemente, dicho avance estuvo concentrado en los productos primarios, tal como porotos de soja (aumentaron casi 50% en cantidades, o los envíos de aceites crudos de petróleos (treparon 50% en términos reales en el mismo período).

No obstante, y en la misma línea de lo que podría suceder con México, las importaciones chinas ya crecieron significativamente en los últimos años. El gigante asiático es hoy el segundo proveedor de mercancías de nuestro país, detrás de Brasil. En 2016, nuestras compras externas procedentes de China superaron US$ 10.000 millones (+30% en los últimos seis años, llegando a representar casi un quinto del total importado), lo que elevó nuestro déficit comercial bilateral a US$ 6.000 millones, creciendo 50% en relación a 2015.

Partiendo de semejante intercambio desigual, si se aplicara la política de “comprar a quien nos compra”, por un ladon 50% i.000 millones (x& del total), profundizaci nuestro país contaría con importantes beneficios: China importa de Estados Unidos materias primas agropecuarias, como soja, trigo y maíz, de modo que se podría seguir avanzando por el camino trazado desde hace unos años. Pero a la vez, ello podría acarrear una avalancha de importaciones chinas, con sus implicancias sobre la producción local: las compras al gigante asiático van desde juguetes y textiles, a electrónicos y calzado, de modo que compiten de forma directa con diversas industrias locales, perjudicando la producción interna de sectores empleo-intensivos.

 

Una nueva estrategia

 

El mayor grado de proteccionismo en las economías desarrolladas podría provocar riesgos en la medida en que frene el comercio internacional. Sin embargo, en una segunda instancia podría traer efectos positivos, sobre todo considerando que nuestro país es principalmente un exportador de materias primas o productos manufacturados de origen agropecuario, donde es más difícil que avancen políticas comerciales restrictivas.

Más aún, la profundización del intercambio con economías que apliquen políticas de reciprocidad permitiría apuntalar nuestras exportaciones. En caso de que Estados Unidos se cerrara al mundo, el resto de los países podría tomar represalias y buscar nuevos mercados para abastecerse. Claro que este panorama no se encuentra exento de riesgos: ya que esos países deberán colocar sus exportaciones en nuevos horizontes. El incremento de las importaciones en sectores con elevado componente de costo salarial, provocaría inconvenientes sobre el empleo, aumentando la conflictividad económico/social.

 

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