Un informe sobre nuevas solicitudes de subsidios por desempleo en Estados Unidos, que resultaron en la segunda semana inferiores a las de la primera, tuvo escaso efecto en las acciones. Claro, pesó el inesperado retroceso del índice en actividad industrial en el área atlántica central: cedió de 28,5 puntos en octubre a 20,7 en noviembre (-27,4%).
En vísperas de la reunión del Grupo de los 20, el viernes, la divisa referencial sigue en el piso. Operadores y analistas están casi seguro de que el encuentro en Berlín no podrá hacer otra cosa que gestos frente a esta crisis cambiaria que alcanza a casi todas las economías centrales.
Es más: según altos funcionarios alemanes, el G-20 ni siquiera emitirá opinión sobre el problema este fin de semana. Lo único que esperan los mercados es más presiones para que China deje flotar –hacia arriba, claro- el yüan, pues el dólar está fijo en YRM 8,28 desde hace casi diez años. Gracias a eso, Beijing exporta de todo, aunque –ahora- los hidrocarburos caros podrían inducirla a “achatar” el dólar de importación (quizá con cambios diferenciales).
Esta situación ha puesto en segundo plano a los últimos indicadores de la economía norteamericana. Por ejemplo, el notable alza de precios minoristas en octubre, el repunte de nuevas construcciones para vivienda y la producción industrial. Además, de visita en Londres, el secretario de Hacienda John Snow confirmó que Washington no piensa hacer nada para frenar el deterioro del dólar, en parte porque eso está achicando el déficit de comercio exterior.
A picos de US$ 1,3075 al contado, el horizonte cortoplacista del euro –estiman varios expertos- llega a 1,36/8. Nadie le cree a Snow (todavía secretario de Hacienda) cuando predice “un dólar fuerte”, ante el cauto silencio de Alan Greenspan. Es la tercera semana seguida con el euro marcando máximos absolutos contra el dólar, lo cual pone un poco en ridículo las declaraciones reiteradas ayer por el funcionario. Sobre todo, porque siguen de cerca a opiniones bastante duras de Paul Volcker (influyente antecesor de Greenspan en la Reserva Federal) sobre los tres déficit combinados –presupuesto, pagos exterior, comercio- y la extrema vulnerabilidad de la divisa norteamericana.
Existe un factor político nada desdeñable, subrayado por el nombramiento de Condoleezza Rice en lugar de Colin Powell (secretaría de Estado). A saber, que el apretado triunfo electoral y la imposibilidad de otra reelección ayudan a que George W.Bush no pare mientes en bancos centrales ni estrategas financieros de Japón o la Unión Europea, en cuanto a hacer algo con el dólar. Máxime si éste promueve exportaciones, frena importaciones y atenúa el rojo comercial.
Washington no parece notar que, además, el dólar ha marcado mínimas absolutas ante el franco suizo, la esterlina y el yen. Al revés de que ocurría hasta ahora, el miércoles el Banco de Japón (central) no compró dólares masivamente al perforarse el piso de ¥ 104,20 dentro de 2004 y alcanzar uno de 103,95. Ayer repuntó un poco: 104,25.
Es más: según un estudio efectuado por una banca privada holandesa, si hoy existiera el marco alemán, también marcaría récords. De hecho, la inepcia del Banco Central Europeo –carece de políticas cambiarias anticíclicas-, la firmeza británica en no abandonar la libra y el turbio futuro que afronta la constitución de la UE despiertan un movimiento larvado en Alemania, Italia y Francia, en pro de liquidar la Eurozona y volver a las monedas nacionales o dejar el euro como divisa de cálculo.
“Las cotizaciones internacionales del dólar se mueven ordenadamente”, insiste Snow. “La Casa Blanca ha dejado todo en manos del mercado y éste ha resuelto que la moneda norteamericana es insostenible, aun a los niveles del momento”, afirma un informe de Deutsche Bank Asset Management (Londres). “La demanda de bonos y letras, o sea deuda estadounidense, cede entre inversores e intermediarios de valores alrededor del mundo”, coincide BNP-Paribas (París).
Un informe sobre nuevas solicitudes de subsidios por desempleo en Estados Unidos, que resultaron en la segunda semana inferiores a las de la primera, tuvo escaso efecto en las acciones. Claro, pesó el inesperado retroceso del índice en actividad industrial en el área atlántica central: cedió de 28,5 puntos en octubre a 20,7 en noviembre (-27,4%).
En vísperas de la reunión del Grupo de los 20, el viernes, la divisa referencial sigue en el piso. Operadores y analistas están casi seguro de que el encuentro en Berlín no podrá hacer otra cosa que gestos frente a esta crisis cambiaria que alcanza a casi todas las economías centrales.
Es más: según altos funcionarios alemanes, el G-20 ni siquiera emitirá opinión sobre el problema este fin de semana. Lo único que esperan los mercados es más presiones para que China deje flotar –hacia arriba, claro- el yüan, pues el dólar está fijo en YRM 8,28 desde hace casi diez años. Gracias a eso, Beijing exporta de todo, aunque –ahora- los hidrocarburos caros podrían inducirla a “achatar” el dólar de importación (quizá con cambios diferenciales).
Esta situación ha puesto en segundo plano a los últimos indicadores de la economía norteamericana. Por ejemplo, el notable alza de precios minoristas en octubre, el repunte de nuevas construcciones para vivienda y la producción industrial. Además, de visita en Londres, el secretario de Hacienda John Snow confirmó que Washington no piensa hacer nada para frenar el deterioro del dólar, en parte porque eso está achicando el déficit de comercio exterior.
A picos de US$ 1,3075 al contado, el horizonte cortoplacista del euro –estiman varios expertos- llega a 1,36/8. Nadie le cree a Snow (todavía secretario de Hacienda) cuando predice “un dólar fuerte”, ante el cauto silencio de Alan Greenspan. Es la tercera semana seguida con el euro marcando máximos absolutos contra el dólar, lo cual pone un poco en ridículo las declaraciones reiteradas ayer por el funcionario. Sobre todo, porque siguen de cerca a opiniones bastante duras de Paul Volcker (influyente antecesor de Greenspan en la Reserva Federal) sobre los tres déficit combinados –presupuesto, pagos exterior, comercio- y la extrema vulnerabilidad de la divisa norteamericana.
Existe un factor político nada desdeñable, subrayado por el nombramiento de Condoleezza Rice en lugar de Colin Powell (secretaría de Estado). A saber, que el apretado triunfo electoral y la imposibilidad de otra reelección ayudan a que George W.Bush no pare mientes en bancos centrales ni estrategas financieros de Japón o la Unión Europea, en cuanto a hacer algo con el dólar. Máxime si éste promueve exportaciones, frena importaciones y atenúa el rojo comercial.
Washington no parece notar que, además, el dólar ha marcado mínimas absolutas ante el franco suizo, la esterlina y el yen. Al revés de que ocurría hasta ahora, el miércoles el Banco de Japón (central) no compró dólares masivamente al perforarse el piso de ¥ 104,20 dentro de 2004 y alcanzar uno de 103,95. Ayer repuntó un poco: 104,25.
Es más: según un estudio efectuado por una banca privada holandesa, si hoy existiera el marco alemán, también marcaría récords. De hecho, la inepcia del Banco Central Europeo –carece de políticas cambiarias anticíclicas-, la firmeza británica en no abandonar la libra y el turbio futuro que afronta la constitución de la UE despiertan un movimiento larvado en Alemania, Italia y Francia, en pro de liquidar la Eurozona y volver a las monedas nacionales o dejar el euro como divisa de cálculo.
“Las cotizaciones internacionales del dólar se mueven ordenadamente”, insiste Snow. “La Casa Blanca ha dejado todo en manos del mercado y éste ha resuelto que la moneda norteamericana es insostenible, aun a los niveles del momento”, afirma un informe de Deutsche Bank Asset Management (Londres). “La demanda de bonos y letras, o sea deuda estadounidense, cede entre inversores e intermediarios de valores alrededor del mundo”, coincide BNP-Paribas (París).