Hace apenas cuatro semanas se produjo un severo ataque contra instalaciones petroleras clave de Arabia saudita que fue atribuido a irán o a sus aliados. Las plantas sufrieron severos daños que significaron semanas con menos oferta petrolera.
Sin embargo, en lugar de subir, el precio de barril de crudo bajó por debajo del nivel que tenía antes del ataque y podría seguir bajando (por debajo de los US$ 60). Esto pone de manifiesto, opina Nick Butler en el Financial Times, que ya no es el cartel el que fija los precios sino el mercado internacional.
Pero no solo está el ataque a las plantas sauditas. En Venezuela está Nicolás Maduro, que aunque maneja las reservas más grandes de crudo del mundo, va caer la producción como resultado de su caótico gobierno. Hace dos años la petrolera estatal, PDVSA, producía 1,3 millones de barriles diario. Hoy, solo 644.000.
Las exportaciones de Irán han caído más de 2 millones de barriles diarios de su nivel en abril 2018. L exportaciones de Libia también se han visto afectadas por varios años de conflicto entre sus diferentes facciones.
Además, hay un sistema mundial de cuotas de producción para limitar la extracción no solo de los miembros de la OPEP sino de un gran número de productores que incluyen México, Rusia y Kazakstán.
Y sin embargo, a pesar de todo esto, no hay escasez de petróleo. Cada vez que la oferta se ve reducida por algún problema, siempre aparecen alternativas. Cuando los precios están bajos, la tentación es aumentar la producción para aumentar ingresos, no reducirla. Lo evidente, dice Butler, es que estamos más cerca que nunca de un mercado libre y abierto en el sector petrolero El fin del control del cartel debería bajar los precios. Pero para los países productores, las empresas petroleras internacionales y los inversores, un mercado abierto es la fórmula ideal para más volatilidad y más incertidumbre.
Podría ser que el sector mira hacia atrás, hacia el medio siglo de poder de la OPEP como una era dorada de estabilidad.