El Ejecutivo deberá trabajar cuesta arriba para tratar de acotar la brecha cambiaria, coordinar exitosamente las variables nominales de la economía (a costa de actividad económica) y comenzar a revertir el deterioro de las expectativas, advierte Ecolatina en su reporte ISE Nro. 955.
A casi dos meses del cambio de las principales autoridades económicas, queda claro que hubo un reacomodamiento de la política cambiaria: el Ejecutivo busca reforzar las reservas, restringiendo la demanda y apuntalando el endeudamiento externo; y bajar la brecha cambiaria, vía aceleración de la depreciación y estabilizando el valor del blue.
Estas medidas cambiarias tienen la característica de ser efectivas en el corto plazo, pero inocuas en el tiempo si están aisladas del resto de la política económica.
Y el Ejecutivo no logra evitar la aceleración de la nominalidad de la economía: sin política antiinflacionaria, los precios se aceleran de la mano del mayor ritmo de depreciación.
Dado que esperamos que la depreciación y las tarifas suban a un ritmo elevado este año, al Ejecutivo le queda operar sobre salarios para contener los precios.
Aunque el gobierno intente transitar este camino, lo más probable es que lo abandone por los costos políticos y sociales.
En este contexto será muy difícil domar las expectativas inflacionarias y de devaluación, retroalimentando los problemas existentes en la economía argentina.
Expectativas desalineadas
La consistencia interna de la política económica es fundamental para que la estrategia oficial tenga éxito (entendido éste como atravesar el bienio 2014-2015 sin mayores complicaciones económicas).
Pero es muy difícil encauzar las expectativas sin un plan que descomprima el frente cambiario y contenga la nominalidad creciente de la economía argentina.
En este sentido, la confianza en la política económica es clave. En enero de 2006 las reservas de libre disponibilidad cayeron por el pago al FMI en un sólo día prácticamente lo mismo que durante los últimos nueve meses del año pasado. Sin embargo, el blue se mantuvo incluso por debajo del tipo de cambio oficial.
El gobierno sabe la importancia de las expectativas: todas las crisis son distintas pero están precedidas por un derrumbe de la confianza.
Para ganar esta batalla, intenta reforzar la idea de que las reservas no deben necesariamente cubrir la base monetaria, que éstas bajan exclusivamente por el pago de deuda, que el endeudamiento en divisas es mínimo en relación al mundo y que el blue es un mercado marginal que sube por factores estacionales.
Carrera
A casi dos meses del cambio de las principales autoridades económicas queda claro que hubo un reacomodamiento de la política económica. Las modificaciones más notorias se dieron en materia cambiaria, que es el principal frente de tormenta de cara a los últimos dos años de mandato de Cristina Fernández.
El Ejecutivo busca reforzar las reservas y bajar la brecha para calmar el mercado cambiario. Respecto del primer punto, no hay mayores novedades: se sigue restringiendo la demanda (importaciones, turismo, utilidades, etc.) y se apunta a conseguir endeudamiento externo (vía provincias, colocaciones de YPF o liquidación de bonos en dólares en poder del Estado).
La primicia fue el ritmo de la depreciación del peso en los últimos 60 días (a un promedio mensual de 6,5% o 112% anualizado) y los intentos para estabilizar el valor del blue vía el contado con liquidación y la reapertura del mercado del dólar “bolsa”. La conjunción de estos dos movimientos apuntan a bajar la brecha.
Sin embargo, devaluar en cuotas manteniendo una tasa de interés muy por debajo de las expectativas de devaluación y las de inflación tiene un costo sobre las reservas: si el mercado prevé que la depreciación del peso le gana a la inflación y a un plazo fijo, se agudiza la escasez de divisas.
Para paliar el impacto transitorio pero negativo sobre las reservas, el BCRA le ofreció a las cerealeras una tasa de interés real positiva (la depreciación del tipo de cambio oficial más 3,7 p.p.). Con esta zanahoria más el ingreso de dólares de Chevron logró frenar la sangría de reservas en diciembre pasado.
Estas medidas cambiarias tienen la característica de ser efectivas en el corto plazo, pero inocuas en el tiempo si están aisladas del resto de la política económica.
Y el Ejecutivo no logra evitar la aceleración de la nominalidad de la economía. Sin política antiinflacionaria, los precios se aceleraron de la mano del mayor ritmo de depreciación del peso.
Por eso, no sorprende que 2013 haya cerrado con la inflación más elevada en diez años y con fuertes reclamos salariales en el centro de la agenda pública.
A esto se suma que el gobierno avanzó con importantes ajustes de tarifas de servicios públicos (colectivos, vuelos de cabotaje, nafta, peajes) para intentar estabilizar el déficit fiscal y la emisión monetaria.
Bajar los subsidios para moderar la inyección de pesos ayuda a estabilizar al blue, pero que en el corto plazo implica acelerar la inflación.
La falta de un ancla nominal precipita la carrera entre precios, salarios y tipo de cambio, amenazando incluso la mejoría del tipo de cambio real (como medida de competitividad externa del país) de los últimos meses.
Dado que esperamos que la depreciación del peso y las tarifas suban a un ritmo elevado en 2014, al Ejecutivo le queda operar sobre salarios (y renovar los acuerdos) para contener los precios.
Sin embargo, la estrategia de ajustar por el lado de los salarios ya se intentó en el pasado y fracasó. Exacerba la puja distributiva y, si es realmente exitosa, implica una caída de los salarios reales induciendo una recesión por menor consumo.
Más allá de que el gobierno intente transitar este camino, lo más probable es que lo abandone porque implica elevados costos políticos y sociales. Es por ello que vemos un escenario de nominalidad creciente, donde el dólar informal no se va a quedar rezagado (viene ganando la carrera desde 2012).
En este contexto será muy difícil domar las expectativas inflacionarias y de devaluación, retroalimentando los problemas existentes en la economía argentina.