<p>En la actual fase de la batalla entre pobres y ricos en la Unión Europea, el papel de Strauss-Kahn lo desempeña la canciller Angela Merkel (no el Fondo Monetario Internacional), secundada por Francia, Holanda, Austria, Suecia, etc. Mientras, los pobres son Grecia, Irlanda, Portugal, Letonia, Hungría, Rumania, España e Italia, ente otros.<br />
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En cierto sentido, las tres calificadoras acompañan a Merkel o sirven de nexo entre los sectores financieros de países centrales. Vale decir Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Japón, Alemania –su líder ocasional-, Suecia, Austria, etc.<br />
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Durante la penúltima semana del año, la canciller consolidó su papel de mala, eficazmente ayudada por Moody’s Investors Service y Fitch Ratings, en tanto Standard & Poor’s aguardaba en gateras. Desde una óptica social, por ejemplo, el destino para 45 millones de españoles y 11 millones de portugueses depende de instancias tan ajenas a sus urnas como las calificadoras de riesgo (vinculadas a la gran banca anglosajona), el Banco Central Europeo, la comisión de Bruselas o, claro, Merkel y sus recetas de austeridad que derivan en disturbios en varias ciudades. <br />
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Esta combinación de factores o síntomas empieza a surtir efectos en otros planos políticos. En el Europarlamento, por ejemplo, está formándose una coalición trasversal. Su objeto es armar un frente contra las perpetuación de las calificadoras, aun admitiendo que son entidades “que actúan por encima de los países soberanos y sus bancos centrales, como los derivativos”. Eso subrayaban en los años 80 y 90 John Kenneth Gaibraith y James Tobin (Nobel 1981).<br />
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¿Por qué no frenan a las calificadoras de riesgos?
En otras palabras, Joseph Stiglitz, Paul Krugman y hasta ser nombrado en el FMI- Dominique Strauss-Kahn, señalaban que Moodys, Standard & Poors y Fitch Ratings nunca ganaron comicios pero juegan con millones de personas.